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Heráclito de Éfeso, el pensador Oscuro

El célebre filósofo presocrático era un hombre huraño y solitario que escribió sus doctrinas y pensamientos para que solo los capaces pudieran comprenderlas.

Heráclito fue un filósofo, natural de Éfeso, cuya mayor actividad se desarrolló en torno al año 500 a.C. Todo lo que conocemos sobre su vida, obra y pensamiento es muchos siglos posterior a su existencia, construido a partir de las citas que otros autores hicieron de sus escritos. Esto es debido a que los griegos tenían sobre todo una cultura oral que no transmitía inicialmente sus conocimientos a través de la escritura, sino mediante una poesía cantada y fielmente memorizada y recitada sin cesar.
Los filósofos como Heráclito se encuentran entre los primeros griegos en escribir en prosa. No fue discípulo de nadie: aprendió solo. Cuando era joven decía no saber nada, pero al hacerse adulto llegó a afirmar que lo sabía todo. En su madurez, se le caracterizaba como altanero, elitista y despectivo: aparecía como el prototipo del sabio huraño. Despreciaba desde luego a los ignorantes, pero también a muchos de los demás filósofos y poetas, a los que tenía por eruditos pero no por sabios; e igualmente, tenía poca estima a los atenienses, los más afamados de los griegos.
Heráclito prefería la compañía de los niños a la de los reyes y para vivir se contentaba con poco: “El tiempo infinito es un niño que juega”. El gran rey persa Darío quiso invitarle a ser su profesor a cambio de riquezas, pero declinó el ofrecimiento, indicando que la búsqueda de bienes y fama era lo que depravaba a los hombres: “Evito la propiedad excesiva de cualquier cosa”, escribió en su respuesta.
Heráclito de Éfeso, el pensador Oscuro

Heráclito por Hendrick ter Brugghen (1628). Wikimedia

Era poco locuaz y taciturno. En ocasiones, sufría de accesos de melancolía y lloraba abundantemente. Según su parecer, los hombres vulgares no entendían nada y emitían voces en lugar de razones. En una ocasión, cuando le preguntaron: “¿Por qué callas?”, él respondió: “Para que vosotros charléis”. Se dice que se volvió cada vez más misántropo hasta que acabó retirándose a vivir en los montes, donde se alimentaba de hierbas y verduras, pero que tuvo que volver luego a la ciudad enfermo de hidropesía –exceso de agua en el cuerpo–, según diagnóstico de la época. El filósofo intentó remediar su enfermedad cubriéndose con estiércol para absorber la humedad, pero murió bajo esa capa de excrementos a los sesenta años. Y después, su cuerpo fue devorado por perros callejeros.

El pensador Oscuro

El gran libro que se le atribuye lleva por título Acerca de la naturaleza. En él trata de temas cosmológicos, físicos, teológicos y políticos, alcanzando gran fama en su época. De hecho, tuvo muchos seguidores y comentadores de su obra y pensamiento. Fue escrito en un lenguaje difícil, para que solamente fuese accesible a los capaces. Y así, por su estilo e inteligencia, fue llamado Heráclito el Oscuro: “La naturaleza ama ocultarse”.
En su obra también afirmaba que el fuego es el elemento primordial del que todo viene y en el que todo se convierte; por eso, su física es una especie de termodinámica primitiva que entiende ya el fuego como esa energía que no se crea ni se destruye, sino que se transforma. De este modo, todo el proceso está gobernado por una racionalidad común y una medida, pero procede por oposiciones de contrarios, mediante “la guerra, padre de todo”, acabando en una síntesis armónica y equilibrada: “Armonía que retorna como la del arco y la de la lira”. Después, el proceso vuelve a comenzar. La mayoría de los seres humanos no se dan cuenta de cuál es la razón común de todas las cosas, viven como si estuviesen dormidos; por eso, el sabio los compara en su libro con el ganado.
El filósofo Heráclito de Éfeso

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Influencia de su pensamiento

El pensamiento e ideas de Heráclito han tenido una inmensa trascendencia. Sin ir más lejos, se le tiene como fundador de la dialéctica junto con Platón, el cual, más afín a Parménides, quizá se inventó después dos sentencias de Heráclito que se hicieron muy famosas: la primera, “Uno no puede bañarse dos veces en el mismo río”, y la segunda, “Todo fluye, nada permanece”. A partir de ello se impulsó a lo largo de la historia de la filosofía la costumbre de contraponer la estabilidad preconizada por Parménides a la fluidez apuntada por Heráclito, pero dicha contraposición ha sido puesta en entredicho, pues, mirados con detenimiento, esos dos pensadores quizá no sean tan contrapuestos.
El mayor y más famoso heraclíteo moderno fue Friedrich Nietzsche, que sacará de su pensamiento tanto su idea de eterno retorno de lo igual, que remitirá a ese movimiento de expansión y contracción sin término del universo, así como su idea de voluntad de poder, vinculada a la discordia entre contrarios como necesidad vital. Tras Nietzsche, otro de los grandes filósofos al que influyó fue Martin Heidegger, digno heredero de la oscuridad que se atribuyó al presocrático. Pero su influencia no se limitó a la filosofía, sino que llegó también a otras áreas como la literatura, el arte, la física o la política.

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