La educación en Esparta: así se formaban soldados de élite
La agoge se centraba en preparar a los ciudadanos para el combate.

Ya en la Antigüedad existía la fama y admiración por el ejército de Esparta. Desde la época de la Grecia clásica se fue fraguando el mito de Esparta y sus invencibles guerreros, formados desde la cuna bajo una disciplina estricta para hacer de ellos los más resistentes y capaces de toda la Hélade. ¿Cómo era la vida de un espartano en este ambiente militarizado? ¿Qué pruebas y entrenamientos tenían para que estos guerreros sigan siendo tan famosos en la cultura actual?

Jóvenes espartanos en pleno entrenamiento. iStock.
Lo que sabemos es, en gran medida, lo que se ha contado sobre ellos por otras fuentes externas a Esparta. Si la historia antigua ya es un ejercicio constante de leyenda, mito y realidad, en el caso de Esparta estamos ante el paradigma de cómo la historia y el mito pueden fundirse hasta ser uno solo. Teniendo esto presente (conviene tenerlo siempre que se lee historia), procedemos a contar cómo era la intensa vida de aquellos que nacieron espartanos.
Guerrero ante todo
Esparta era un estado militarizado. La guerra lo articulaba todo. El Estado se encargaba de inculcar un sentimiento patrio entre sus ciudadanos para que antepusieran las necesidades de la comunidad a las suyas propias. Y esto se lograba con una férrea educación desde el momento en el que salían del vientre de su madre. Los espartanos, los ciudadanos libres, dedicaban su vida al completo a los asuntos públicos del Estado y a la guerra. El trabajo y demás ocupaciones necesarias eran cosa de las mujeres y, sobre todo, de los ilotas, los esclavos bajo control espartano.
La educación espartana es conocida por el término agogé, un programa obligatorio para todo espartano y supervisado por el Estado. Los recién nacidos eran examinados por unos funcionarios y, si tenían alguna malformación o característica que le impidiera ser un guerrero de élite, eran descartados. Se suele leer que eran abandonados o arrojados en el monte Taigeto, pero hoy día sabemos que no, los espartanos no mataban a los bebés con defectos físicos.
Parece ser que este examen era menos estricto con las mujeres, pues la función principal de las espartanas únicamente consistía en parir guerreros. Estaban obligadas a mantenerse saludables y en forma para que sus retoños nacieran sanos y fuertes. Los niños permanecían en casa hasta los 7 años. A partir de entonces pasaban a vivir con otros niños y formaban grupos en los que empezaban su adiestramiento.
“Se les inculca valores como la obediencia, la disciplina, la solidaridad con sus futuros compañeros de armas y la resistencia frente a cualquier adversidad”.
Resistir hasta la muerte
Jugaban desnudos y corrían descalzos, si acaso con un manto para todo el año. La supervivencia y el ingenio se fomentaban a latigazos. Recibían la comida racionada y si tenían hambre que robasen. A los que pillaban se castigaba severamente, no por robar sino por ser pillados. Plutarco fue un admirador de Esparta y ayudó a fomentar su mito. Cuenta una anécdota en la que:
“Un muchacho había robado un cachorro de zorra y lo llevaba escondido bajo su manto. Para no ser descubierto, dejó que el animal le arañara con sus uñas y le mordiera con sus dientes en el vientre. Resistió el dolor a pie firme, sin proferir una palabra de dolor hasta morir”.
Además, tenían una curiosa competición que llegó a convertirse en atracción turística para los romanos una vez conquistada Grecia. Se llamaba diamastígosis, es decir, “flagelación”. Cada año tenía lugar este rito frente al templo de Artemis Ortia, en el que los jóvenes debían coger unos quesos colocados en el altar mientras que los adultos trataban de impedirlo con el uso de látigos.

A Licurgo, el legislador de Esparta, se le atribuye la creación del programa educativo. Wikimedia.
Toda la vida en guerra
La siguiente etapa estaba comprendida entre los 20 y los 30 años. Debían incorporarse al ejército, del que formarían parte hasta los 60 años. A partir de los 30 eran considerados ciudadanos de pleno derecho y podían formar una familia. Para entonces debían haber entrado en alguna “mesa común”, una syssitía: un grupo de unos quince comensales que aportaban viandas y comían juntos para fomentar la camaradería y la solidaridad.
¿Y qué pasaba con aquellos que no demostraban aptitudes para la guerra? Eran unos “temblones”. Unos cobardes humillados en público y despreciados por su familia. Pagaban un impuesto de soltería, pues ninguna mujer los querría como marido y, en definitiva, el poeta Tirteo resumió sus vidas en pocas palabras:
“Nadie podrá terminar de contar todos los males que le sobrevendrán a un hombre si cae en la vergüenza”.
Cicerón también demostró su admiración por Esparta cuando expresó que “Lacedemonia era el más honroso domicilio para la vejez”. Y, efectivamente, muchas fuentes dejan claro que los espartanos sentían un inmenso respeto por los ancianos. Visto el tipo de vida que llevaron no es de extrañar, pues casi debió ser un milagro llegar a viejo en Esparta, cuando se habría demostrado durante décadas el valor y la pasta de la que estaban hechos los guerreros más famosos del mundo.
Referencias:
- Fornis, C. 2019. El mito de Esparta. Alianza.
- Murcia Ortuño, J. 2007. De banquetes y batallas. La antigua Grecia a través de su historia y de sus anécdotas. Alianza.
- Ollero de Landáburu, G. 2019. Breve historia de la vida cotidiana de la Grecia clásica. Nowtilus.