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Tramperos: la vida salvaje en el Oeste

Solitarios que sobrevivían en las montañas inexploradas en busca de castores y trataban de salir con vida de los peligros de un entorno implacable.

Tramperos: la vida salvaje en el Oeste (Fran Navarro)
Fran Navarro

En la expansión colonizadora y conquista del Oeste americano se buscaron constantemente maneras de enriquecerse. Uno de los negocios más prósperos del momento fue el comercio de pieles. Muchos hombres se adentraron en un paisaje desconocido y salvaje en busca de presas. Jugaron un papel fundamental en la exploración y explotación del Oeste, pues en sus largos meses sobreviviendo en las montañas no solo acumulaban mercancía para vender, sino también información y conocimiento sobre lo que había más allá. Esta fue la historia y la aventura de los tramperos.

Seth Kinman

Seth Kinman, cazador y trampero, en 1864. Wikimedia.

La exploración de lo desconocido

El vastísimo territorio norteamericano ofrecía una fauna rentable para los recién llegados colonos. Osos, ciervos, pumas, zorros, y bisontes daban abundante carne, piel y demás productos para la vida y el comercio. Pero en la historia que venimos a contar el protagonista fue el castor, más fácil de atrapar, menos peligroso y por unos suculentos seis dólares por cada piel de ejemplar adulto. Los tramperos se lanzaron a cazar castores en las montañas y bosques. Al acabar la temporada, se dirigían hacia el punto comercial preferente y allí podían hacerse con unos 2000 dólares. Para que podamos verlo en perspectiva, un artesano ganaba alrededor de 500 dólares al año. Esto generó un comercio de tal importancia que los intereses se extendieron a nivel político y estratégico: controlar las zonas donde se cazaban castores era de lo más beneficioso.

“El futuro de Norteamérica dependió tanto de los mosquetes y las bayonetas como de las trampas para castores y de quienes las colocaban”.

Estos últimos eran unos personajes tan pintorescos como idealizados por la cultura norteamericana. Pero la presencia de estos exploradores solitarios en las montañas fue tan real como la dura supervivencia a la que se enfrentaron en un entorno implacable de clima extremo, nativos hostiles y fieras al acecho.

Personajes singulares. Tipos duros.

“El estereotipo del hombre de las montañas se ha descrito como vestido con trajes de gamuza y con un gorro de piel de mapache, luciendo poblada barba y llevando un rifle Hawken y un cuchillo Bowie, «un cuchillo –como decía la publicidad de entonces–, para arrancar cabelleras». Se les ha descrito como hombres honestos y honrados que seguían su propio código caballeresco; solitarios deseosos de ayudar a sus congéneres, que habían hallado su hogar en la naturaleza salvaje”.

Subsistían en una choza y comían lo que cazaban y les ofrecía el entorno. Un caballo, tabaco y café eran sus únicos lujos. A cambio: una buena venta de pieles y la libertad en su versión más pura y dura.

Ilustración de un trampero

Ilustración de un trampero. Wikimedia.

John Colter fue uno de los tramperos más famosos aquellas primeras décadas del siglo XIX. Abandonó la famosa expedición de Lewis y Clark para explorar y trampear por la Montañas Rocosas. Descubrió el llamado “infierno de Colter”, una tierra donde los indios decían que habitaban fantasmas y seres malignos. John debió sorprenderse mucho al admirar cómo brotaban de la tierra chorros de agua hirviendo que llegaban a los 50 metros de altura. Aquel lugar es lo que hoy conocemos como Parque Nacional de Yellowstone.

El final de los tramperos

Entre 1820 y 1840 se dieron las décadas de mayor auge del negocio peletero. Unos 3000 tramperos se hicieron a la aventura en busca de prosperidad por aquellas regiones que todavía no estaban recogidas en los mapas. Sin embargo, en apenas veinte años explotó la burbuja. La moda cambió y la caza sin control acabó con la mayoría de los castores.

“A partir de entonces, los hombres de las montañas se dedicaron a otras actividades. Algunos se establecieron en granjas con sus mujeres indias. Otros se hicieron exploradores del Ejército. Varios pasaron a la caza mayor ante la demanda de carne y pieles de bisonte que convertía de repente en lucrativas las grandes manadas de las praderas. Unos cuentos se hicieron comerciantes. Pero prácticamente ninguno, pese a jugarse la vida casi a diario, pudo vivir de los ahorros conseguidos con los castores. Gastaban el dinero que obtenían casi tan pronto como caía en sus manos, después se iban de nuevo a las alturas a las que pertenecían y donde preferían estar”.

Referencias:

  • Doval, G. 2021. Breve historia de la conquista del Oeste. Nowtilus.
  • Weston, D. 2019. Mountain Man: John Colter, the Lewis & Clark Expedition and the Call of the American West. Countryman Press.
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