Envenenamiento en la Roma de los Césares
Una Amanita phalloides fue la seta que presumiblemente acabó con la vida del emperador Claudio.
Acababa de dar sus primeros pasos el mes de agosto del año 10 a. de C. cuando en Lyon nació Tiberio Claudio Druso, el hijo menor de Druso y Antonia, y al que los dioses tenían reservado un puesto de honor en la Historia. Aunque en aquellos momentos nadie lo pudiese imaginar.
Su infancia, la verdad, no debió de ser nada fácil, se cuenta que su madre le llamaba “caricatura de hombre” y “aborto”, términos que hacen sospechar un parto prematuro. Es precisamente en estos hechos en los que se basó el escritor inglés Robert Graves para afirmar que Claudio fue sietemesino.
Fue un personaje frágil y valetudinario, que aquejó de una enorme debilidad de forma crónica en sus miembros inferiores, lo cual le obligaba a tener que leer sus informes ante el Senado sentado, y no de pie, como era la costumbre en la época. Según sus contemporáneos, su marcha era titubeante y con caídas frecuentes debido, probablemente, a una contractura patológica y crónica.

Lebayle, C. (1866) "Claudio es proclamado emperador".
Por si esto no fuera poco, Claudio padeció a lo largo de toda su vida tics nerviosos asociados al movimiento y a los estados emocionales, lo cual motivaría que su familia evitase, en la medida de lo posible, que compareciese junto a ellos en actos públicos.
A todo este cuadro clínico tan abigarrado se añadían alteraciones de la locución, en román paladino, Claudio era tartamudo; es más, cada vez que hablaba segregaba un torrente continuo de saliva y una risa espasmódica. Es fácil imaginar el esperpento de cada una de sus apariciones públicas.
Un emperador erudito
Al ser considerado el “patito feo” de la familia imperial, no apto en modo alguno para sucesión política, su familia le permitió que se dedicara a cultivar el intelecto, una de sus grandes pasiones.
Sabemos que Claudio escribió numerosas obras a lo largo de su vida, desde un diccionario etrusco hasta una colección sobre la historia de Cartago, todas ellas desaparecidas a día de hoy. Dedicó tiempo y esfuerzos al estudio del alfabeto, no solo propuso una reforma del mismo sino que también intentó retornar a la antigua costumbre de poner puntos entre las palabras.
A Claudio, el emperador tartamudo, se atribuye la invención de la letra “r” y de la “y”, además de suprimir la letra “z” del alfabeto latino e introducir en su lugar la “g”, para denotar el sonido de “k” en palabras como Gaius o Gnaeus.
Un emperador glotón
Durante toda su vida Claudio fue un glotón inveterado, al tiempo que un gran bebedor, lo cual provocó que sufriera terribles problemas digestivos, hasta el punto de barajar en algún momento quitarse la vida por no poder soportar sus stomachi dolore.
Según los historiadores clásicos sufrió calambres gástricos, que podrían estar relacionados, a la luz de la medicina actual, con una gastritis crónica o, incluso, con una pancreatitis crónica. Y es que las digestiones imperiales eran tan molestas que motivaron la publicación de un edicto imperial que permitiría a los comensales poder eructar durante las comidas, considerando dicha acción como muy saludable.

Descripción de la imagen
En contra de todo pronóstico nuestro protagonista fue nombrado emperador a los 49 años, sucediendo a su sobrino Calígula al frente del vasto imperio romano. El prínceps se desposó en cuatro ocasiones, la primera con Plaucia Urgulanila, de este matrimonio nacieron Druso y Claudia; la segunda con Aeli Patina, la madre de Antonio; las terceras nupcias fueron con Mesalina, de quince años.
Mesalina era una joven dotada de una enorme belleza, la cual iba pareja a una lujuria indiscriminada. Se cuenta que, incluso, llegó a ejercer la prostitución en el barrio de la Suburra, en donde llegó a competir con una meretriz de renombre para ver quien se acostaba con más hombres a lo largo de un día. Finalmente, se casó con su sobrina Agripina, la hermana de Calígula.
Cuidado con la setas
Es sabido que el plato gastronómico preferido del emperador, con diferencia, eran las setas, por las que tenía enorme pasión y a las que no dudó en etiquetar de manjar de los dioses.
Al parecer cierto día su esposa cambió las Amanitas cesáreas por Amanitas phalloides, una de las setas más mortíferas que existen para los humanos, sin que su esposo se diera cuenta. Al terminar el festín, Claudio se retiró a sus aposentos aquejado de un fuerte dolor de estómago. Hizo llamar hasta allí a su médico personal –Jenofonte- el cual le introdujo una pluma en la garganta para provocarle el vómito. Lo que Claudio no sabía es que el galeno estaba conchabado con Mesalina y la pluma estaba untada con otro veneno. Fue la puntilla final. Corría el año 54 d. de C.
Y es que la Amanitas phalloides es extremadamente tóxica, tan sólo se necesitan 30 gramos de esta seta para provocar la muerte de un adulto. La ponzoña se debe a la presencia de toxinas –amatoxinas y falotoxinas- que pueden provocar un fallo hepático fulminante.