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Descubre el primer capítulo de 'Hispania Visigoda'

¿Quiénes eran realmente los visigodos y cómo llegaron a Hispania? Con motivo de la publicación de 'Hispania visigoda' (Pinolia, 2023), te mostramos el primer capítulo en exclusiva.

Hispania visigoda, el tiempo de los bárbaros

Con motivo de la publicación por parte de la editorial Pinolia del libro Hispania visigoda (2023), te descubrimos en exclusiva el primer capítulo. 

¿Quiénes eran los visigodos?

Hablar del origen de los godos, de los visigodos, de su importancia en la Historia, nos lleva a una horquilla cronológica muy amplia. Por ser concisos, hablamos de una línea en el tiempo entre el siglo III y el VIII. Aunque puede que haya algún precedente anterior, el terreno de las certezas nos lleva al siglo III para asegurar que los godos estaban ya situados al norte del Imperio romano y que comenzaban a ser un problema para Roma. Desde entonces, habrá que esperar al siglo V para tenerlos por la península ibérica.

Lo que se suele conocer como la Hispania visigoda es una etapa extensa de nuestra historia. Desde el momento en el que los visigodos trasladan su monarquía desde la Galia hacia Hispania, hablamos desde inicios del siglo VI hasta los comienzos del viii. Sin embargo, habían tenido presencia aquí antes. Habían estado durante unos meses en Barcino, actual Barcelona, en el año 415. Y, aunque el reino se estableció en el sur de la Galia hacia 418, los godos llevaron a cabo repetidas incursiones en Hispania durante el resto del siglo V. En la mayor parte de los casos se trató de campañas al servicio de los intereses del Imperio. Pero, poco a poco, fueron tomando algunas posiciones (en la actual Cataluña y en Mérida, por ejemplo), que les sirvieron como bases para su definitivo traslado en los primeros años del siglo siguiente. Quiero decir con esto que, cronológicamente, los visigodos ya estaban en Hispania desde comienzos del siglo V. De manera que la etapa en la que son agente histórico en la historia de Hispania es incluso más amplia.

Godos, Visigodos

Pero ¿quiénes eran los visigodos? El lector ya se ha fijado en un detalle, estoy completamente seguro. En las primeras líneas del artículo he utilizado la expresión «visigodos», pero también «godos».

Ambas palabras existen en las fuentes de la época. Pero «visigodos» es un término que aparece con cierta intensidad desde el siglo VI. Lo vemos, por ejemplo, citado por Procopio, que escribía en griego en la Constantinopla (actual Estambul) del emperador Justiniano, en el siglo VI. También lo usa, a finales de ese mismo siglo, el obispo de Roma, Gregorio Magno, que escribía en latín. Con mucha diferencia, el término que con más frecuencia encontramos es el de Gothi, godos. El rey de los visigodos, en Hispania, suele aparecer en las fuentes de la época como rex Gothorum.

Sin embargo, posiblemente para diferenciar a los godos de Hispania de los ostrogodos —los godos que instalaron su reino en Italia desde finales del siglo V hasta muy avanzado el VI— ha terminado consolidándose en los medios académicos el concepto Hispania visigoda y el de visigodos.

Esta sería una primera precisión terminológica. Ahora hemos de intentar explicar quiénes eran esos godos (visigodos) y cómo terminaron en Hispania.

Godos y Romanos

Antes he mencionado la Constantinopla de Justiniano. En el siglo VI ya no existía el Imperio romano en Occidente. Solamente perduraba el de Oriente, que es el que gobernaba aquel emperador, enfrascado en su estrategia de conquistas en Occidente. Sus generales consiguieron victorias en amplias regiones del Mediterráneo. Incluso lograron el control de las costas levantinas y meridionales de Hispania para varias décadas.

Fue en aquella Constantinopla en la que Procopio citaba en griego a los visigodos en sus obras de Historia. Otro autor de aquel contexto, Jordanes, con ascendencia goda, escribió que el origen de los godos estaba en Escandinavia. Jordanes recogía tradiciones que habían llegado hasta él, que previamente habían pasado por relatos compilados en Italia que no han llegado hasta nosotros.

Lo que está absolutamente confirmado es que en el siglo III los romanos documentan a Gothi al norte del Danubio. Este gran río era parte sustancial del limes, la frontera del Imperio. Y hubo tanto relaciones comerciales como conflictos bélicos. Uno de los más destacados supuso una victoria para el Imperio de la mano del emperador Claudio II, en la segunda mitad de aquel siglo III, que recibió el título honorífico de Gótico.

Más adelante, ya en el siglo IV, Constantino se enfrentó a ellos, aunque también logró algunos acuerdos. De hecho, el siglo IV es el momento en el que los godos aparecen con más fuerza en las fuentes romanas si lo comparamos a la fase inmediatamente anterior. Es el siglo, por ejemplo, en el que un godo, Ulfila, fue algo así como una suerte de evangelizador de los godos, incluso con el rango de obispo. Llevó a cabo, además, una traducción de la Biblia a la lengua de los godos, que pertenecía al magma de las lenguas germánicas orientales. Fue la época en la que algunos sectores de la aristocracia goda se convirtieron al cristianismo, marginando sus deidades tradicionales que sabemos que, a veces, transportaban en carruajes. Se impone decir ya que los Gothi, los godos, no eran un pueblo único, sino la amalgama de grupos diversos que se habían ido aglutinando al norte del Danubio. La historia de los godos no es la historia de un elemento concreto y cerrado que se mueve en el espacio y en el tiempo, sino de la agregación de ramas muy diversas. En ese mismo siglo IV conocemos grupos como tervingios y greutungos, situados al norte del Danubio. Es la época en la que mantenían relaciones tanto diplomáticas como de hostilidad militar con los romanos.

Constantino, el emperador que había terminado apoyando al cristianismo, y que había vencido a los godos en 332 y había establecido acuerdos con ellos, fue sucedido por sus hijos. El último representante de la dinastía constantiniana fue el emperador Juliano, mal llamado El Apóstata, porque no se puede apostatar de algo en lo que, en realidad, nunca se ha creído. La siguiente dinastía fue la de los Valentinianos: dos hermanos, Valentiniano y Valente, gobernaron respectivamente en las provincias occidentales y orientales, de tal manera que a Valente le correspondió lidiar con los godos, que amenazaban los intereses romanos en la zona del Danubio. De hecho, Atanarico, uno de los principales jefes godos, había mantenido negociaciones directas nada menos que con el propio emperador Valente. Y también guerras. Eso sucedió en la década de los años sesenta de aquel siglo IV.

El primer rey de los Godos

Finalmente, en el año 376 se produjo el paso definitivo del Danubio por la mayor parte de los grupos godos, y en 378 la victoria total de estos sobre los romanos. Amiano Marcelino escribió que aquella derrota era tan lamentable como la que ellos, los romanos, habían sufrido ante Aníbal en Cannae, en 216 a. C.

La historia posterior de los godos es una suerte de itinerancia por las provincias orientales del Imperio romano, incluyendo la zona de Grecia. Pero su acción geopolítica se va a centrar en los Balcanes, donde fue fraguando el liderazgo de Alarico en los últimos años de aquel siglo IV. Para entonces, la situación del Imperio había variado ostensiblemente. La dinastía valentiniana había terminado, y Teodosio, que había sido encumbrado como emperador para las provincias orientales tras la desaparición de Valente, se fue haciendo paulatinamente con el poder, no sin la oposición de varios enemigos o usurpadores. A su muerte, en 395, se produjo la auténtica división (partitio Imperii) del Imperio en dos partes, la pars Orientis y la pars Occidentis, gobernadas por sus hijos Arcadio y Honorio.

Acaso, Alarico sea correctamente entendido como el primer rey de los godos en el sentido de haber aunado las jefaturas dispersas que hasta entonces los habían caracterizado. Alarico llevó a los godos a Grecia, pero sobre todo a Italia, ya en los primeros años del siglo V. Sufrió varias derrotas a manos de las tropas imperiales, cuyo mando controlaba el general de origen bárbaro Estilicón, que le sacaba, como suele decirse coloquialmente, las castañas del fuego al emperador de Occidente, Honorio. Alarico no pretendía destruir el Imperio, sino recibir estipendios y tierras para sus hombres y un generalato romano para él mismo.

Estas demandas fueron negociadas pero la diplomacia no surtió efecto, y Alarico saqueó Roma en el verano del año 410. Aquello fue un shock psicológico: la sensación de vulnerabilidad en el corazón del Imperio. Los godos se llevaron además a Gala Placidia, hija de Teodosio y hermana del emperador de Occidente, Honorio.

Alarico murió en Italia y la jefatura suprema recayó en su cuñado Ataúlfo, que condujo a los godos a la Galia y, finalmente, a Hispania: a Barcino, actual Barcelona. La corte imperial presionó para ese movimiento hacia Hispania, tras haber bloqueado los puertos del sur de la Galia y esperando recuperar a Gala Placidia, que se había casado con Ataúlfo. Este fue asesinado en Barcino (415) por una conjura de la aristocracia goda, aunque otro sector de la misma se llevó por delante a su sucesor solo una semana después. Finalmente, el nuevo rey, Walia, logró un pacto con el Imperio, en virtud del cual los godos llevaron a cabo campañas militares en Hispania (416-417) contra otros pueblos bárbaros (suevos, vándalos y alanos) que habían cruzado los Pirineos en 409.

El resultado final fue el asentamiento oficial de los godos en las Galias. El reino visigodo de las Galias duró en torno a un siglo, desde 418 hasta los primeros años del siglo VI, momento en el que se iba a producir el traslado definitivo a Hispania. Durante el siglo v los godos llevaron a cabo varias campañas en Hispania, generalmente como consecuencia de pactos con el Imperio que exigían su participación armada. Dicho conocimiento del terreno les iba a proporcionar la información necesaria para su asentamiento posterior, además de plazas como Mérida y algunos enclaves de la Tarraconense en los que lograron establecer bases relativamente estables a finales de aquel siglo V.

El camino estaba preparado para el inicio del reino visigodo de Toledo.

Hispania visigoda, el tiempo de los bárbaros

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