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¿De qué se reían en la Antigua Roma?

El sentido del humor es una característica inherente en el ser humano, pero tan singular y flexible que resulta difícil rastrearlo en el pasado.

Fran Navarro

Cada sociedad, cada cultura, cada generación tiene su propio sentido del humor, un elemento tan dúctil en el ser humano como cualquier otro de los que componen lo que llamamos cultura. Es por ello pertinente preguntarse por la risa del pasado. En el caso de la Antigua Roma, aunque se antoje un componente difícil de rastrear, contamos con muchas fuentes escritas para intentar comprender qué despertaba una carcajada en los romanos. De hecho, tenemos la suerte de conservar un libro de chistes del período tardoimperial.

En busca de la carcajada perdida

Si puede ser difícil para un padre pillar el humor de su hijo en muchas ocasiones, imagina remontarnos a la Antigüedad en busca de la risa. ¿De qué se reían en la Antigua Roma? La pregunta, como tantas otras curiosas, es la premisa de la que partió Mary Beard para realizar unas conferencias cuyos resultados han acabado plasmados en el libro “La risa en la Antigua Roma”. Catedrática de Clásicas y famosa por su divulgación sobre la vida social y cultural de Roma, Beard ha recorrido las fuentes antiguas con su peculiar punto de vista y el olfato siempre certero para rastrear la risa del pasado. Cabe advertir pues, que al analizar las fuentes latinas, podremos saber de qué se reían mayormente los romanos varones de clase alta que vivían en ambientes urbanos. Las risas de los pobres, campesinos, esclavos y mujeres se perdieron en el aire y no han quedado recogidas en ningún documento a no ser que los señores protagonistas hagan referencia indirecta a ello. Claro está que:

“En el mundo antiguo, como a menudo ocurre ahora, una forma de marcar la diferencia entre distintos grupos sociales estribaba en dejar constancia de que se reían de forma distinta de cosas distintas”.

Aun teniendo en cuenta las limitaciones para conocer la risa en Roma, ¿somos capaces hoy día de reírnos de lo mismo que se reían los antiguos romanos?

¿Te ríes con la ''J'' o con la ''H''?

Para iniciar el recorrido parece lógico buscar los primeros rastros de risa en los textos clásicos. ¿Existen? ¿Cómo se representan gramaticalmente? ¿Qué podemos extraer de estos casos? Resulta obvio mencionar el teatro y sus obras de comedias que, como la mayoría de los ámbitos culturales de Roma, bebía de la producción griega. Un género al que podríamos unir los textos dedicados a criticar de manera burlona algunos aspectos de la vida como se pueden leer en las famosas “Sátiras” de Juvenal.

“El eunuco” es una comedia de Publio Terencio Africano representada por primera vez en el año 161 a. C. Apenas hay una docena de reproducciones de la risa en la literatura latina y en esta obra encontramos un par de ellas. En la actualidad vemos prácticamente a diario la risa escrita en los mensajes de texto instantáneo que mandamos y recibimos por las distintas aplicaciones del móvil. Según cada cultura o persona puedes encontrarte la risa mayormente como “jajaja” o como “hahaha”. He aquí el ejemplo romano en la obra de Terencio en la que conversan dos de los personajes:

“Trasón: En un convite estaba junto conmigo ese de Rodas que te decía, un mozalbete. Yo tenía allí a una mujer de vida alegre. Él empezó a bromear con ella y a burlarse de mí. Y yo salté: «Dime una cosa, sabiondo, ¿intentas coger los mejores trozos cuando tú mismo eres un bocado tan delicioso?».

Gnatón: Hahahae.

Trasón: ¿Qué pasa?

Gnatón: ¡Ah, qué ingenioso! ¡Qué inteligente! ¡Qué chispa! ¡Insuperable! Pero, espera, ¿ese chiste es tuyo? Creía que era antiguo.”

El libro de los chistes romanos

El historiador Keith Thomas planteó el tema de la risa en una conferencia del siguiente modo:

“¿Por qué debería interesar la risa al historiador [en vez de meramente al antropólogo social, al crítico literario o al psicólogo?] Estudiar la risa de nuestros antepasados, seguir leyendo hasta que no sólo oigamos a la gente hablar, sino también reír, significa llegar a entender en parte la evolución de la sensibilidad humana”.

El tema es denso y complejo de estudiar, superior al espacio con el que contamos en un artículo de divulgación como el que estás leyendo ahora mismo. Pero, además de los ejemplos expuestos, podemos acudir a una fuente fascinante: el libro de los chistes romanos.

Pertenece al siglo IV o V d. C. y se titula “Philogelos” o “El amante de la risa”. Se trata de una reconstrucción posterior que reunió en una misma obra varias colecciones de chistes. En total, se recogen 265 chistes de lo más variado, muchos de los cuales siguen siendo perfectamente válidos hoy día:

“¿Cómo se suicida un hombre con mal aliento? Se pone un saco en la cabeza y se asfixia”.

Los hay más sofisticados y haciendo el clásico uso del trío de personajes al modo de “un inglés, un francés y un español entran en un bar...”. Y, por supuesto, también otros que no somos capaces de comprender:

“Un agarrado entró en una lavandería y, como no quería mear, se murió”.

Nos da a entender que la orina podía tener algún uso en las lavanderías y el “agarrado” prefirió aguantar hasta morir en vez de dar su “producto”, pero, como desconocemos el asunto, este chiste nos deja indiferentes. Uno que lleva un mood muy actual para las redes sociales:

“A un hombre ocurrente le preguntó un barbero parlanchín: «¿Cómo quiere que le corte el pelo?», y la respuesta fue: «en silencio»”.

Referencias:

Beard, M. 2022. La risa en la antigua Roma. Alianza.

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