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El arte y la cultura en al-Ándalus

Hacemos un repaso por el legado musulmán en arquitectura, literatura, filosofía, poesía, pintura y música desde la boyante época califal hasta la Reconquista.

Durante los ocho siglos de dominio musulmán en España, el arte y la cultura fueron, junto con la ciencia, una prioridad para los conquistadores árabes. Con el islam suní como lienzo y con una ambición desmesurada por construir y crear, los reyes musulmanes establecieron las bases de un arte común que atravesaría etapas de apogeo y decadencia manteniendo una misma esencia. Desde la boyante época califal, pasando por el Imperio almohade y desembocando en los últimos reinos de taifas durante la Reconquista, el arte de al-Ándalus posee una serie de elementos genuinos que se manifiestan en cada una de las creaciones conservadas en la Península.
Sin duda alguna, de todas las artes cultivadas por los conquistadores árabes en España, el impresionante corpus arquitectónico aún persistente es el ejemplo más destacado, perdurable y evidente del legado cultural de la España musulmana. Cada dinastía suní que se fue sucediendo a lo largo de los siglos quiso dejar su huella en las principales ciudades del Imperio. En cuanto a otras expresiones artísticas como la pintura y la escultura, estas quedaron relegadas a un segundo plano debido a los preceptos del islam, que vetaban la representación de figuras humanas en favor del arte geométrico. Por su parte, la literatura, la música y la filosofía encontraron su lugar durante estos siglos, conservándose una gran parte de esta obra en archivos y museos.

La arquitectura de Al-Ándalus

Durante la primera etapa del islam, la arquitectura musulmana estará fuertemente inspirada por el arte persa y bizantino. No obstante, pronto los pueblos islámicos definirán un modo propio de entender las estructuras y el arte de las construcciones. Materiales toscos como ladrillo, madera y mampostería serán empleados con gran profusión para construir edificaciones de carácter sobrio en su parte exterior y gran espectacularidad creativa en su interior. La original decoración islámica se convertirá, de hecho, en el elemento más destacable de esta cultura. El uso de arcos innovadores como el de herradura y el lobulado alcanzará su apogeo durante toda la etapa islámica. Estos serán habitualmente polícromos, intercalando dos colores en franjas simétricas.
Por otra parte, los techos de las edificaciones a menudo contarán con bóvedas o cúpulas nervadas, propias del arte hispanomusulmán. Las paredes de los edificios, tanto civiles como religiosos, solían decorarse con mosaicos con motivos geométricos o vegetales. También serán comunes las inscripciones en lengua árabe, normalmente de carácter religioso. Azulejos, yesos, oro u otros materiales lujosos conformarán habitualmente esta recargada ornamentación interior. Aparecerán también como elementos particulares de figuración en tres dimensiones los mocárabes de yeso y los artesonados de madera. En cuanto a la decoración de patios y jardines interiores, serán muy comunes las fuentes, las piscinas y las acequias. Ejemplo de ello serán algunas edificaciones que veremos a continuación.

La mezquita de Córdoba: la gran joya compartida

Durante el califato de Córdoba (751-1031), los tiempos de riqueza acompañarán a un estilo artístico recargado y sublime reflejado en la arquitectura de la época. El referente mejor conservado de esta etapa es la mezquita-aljama de Córdoba, que a pesar de ser reconvertida en templo cristiano en 1236 todavía conserva diversos elementos que fueron respetados debido a su fascinante belleza.
Construida durante el siglo VIII, en tiempos del emir Abderramán I, la mezquita de Córdoba necesitó siglos de maduración. Durante el siglo X, se construyó su particular sala de oración o mihrab, donde destaca su recargado y dorado arco de herradura formado por auténticos cubos de oro. Este da hacia una sala en forma de concha orientada hacia el sur, en lugar de hacia La Meca, como en otras mezquitas.
Entre los muchos elementos arquitectónicos que componen el interior de la mezquita, destacan sus altos arcos rayados rojiblancos, compuestos de ladrillo y sujetos por casi 900 columnas de mármol y granito. En el exterior del edificio se encuentran el minarete y el histórico Patio de los Naranjos, que solía ser un espacio para las abluciones y que hoy está adornado con naranjos, palmeras, olivos y cipreses.
Datan de la etapa arquitectónica del califato otras edificaciones y conjuntos como el Palacio de Medina Azahara y la ciudad aneja, la Alcazaba de Almería o la mezquita del Cristo de la Cruz de Toledo. También destacarán constructivamente las madrazas o escuelas, como las conservadas en Jaén. Durante este tiempo será común el empleo de marfiles, piedras preciosas, metales y, también, azulejos, cerámicas y tejidos.

Sevilla almohade: la Torre del Oro y la Giralda

En la época conocida como el tercer periodo de los reinos de taifas, diversos territorios musulmanes se distribuían por una España prácticamente reconquistada por los cristianos. Por este motivo, los almohades, una secta islámica integrista norteafricana, quisieron recuperar el esplendor musulmán en la península ibérica. Entre 1031 y 1212, estos dirigentes construyeron un notable legado artístico, principalmente ligado a la ciudad de Sevilla, entonces capital de al-Ándalus. Con la austeridad arquitectónica por bandera, debido a su ideología política y espiritual, los almohades dejaron para el recuerdo edificaciones tan relevantes como el Palacio de la Aljafería de Zaragoza, la Alcazaba de Málaga y, por supuesto, la Torre del Oro y la Giralda en Sevilla.
Erigida a finales del siglo XII, la Giralda corresponde hoy a una torre-campanario cristiana de la catedral de Sevilla. Sin embargo, en un inicio, se trató del alminar de una mezquita construida por los almohades con inspiración en la aljama de Córdoba. Cuatro esferas de bronce coronaron la Giralda en 1195 como símbolo de la victoria cristiana, pero en 1356, cuando la edificación llevaba un siglo en manos cristianas, cayeron durante un terremoto.
La Torre del Oro, por su parte, fue levantada por orden del gobernador Abu El-Ola entre 1220 y 1221. Con una planta inicial en forma poligonal y más de 36 metros de altura, esta edificación fue completada por el rey Pedro I el Cruel, monarca cristiano que mandó construir su segundo tramo en el siglo XVI. Inicialmente, la Torre del Oro fue construida para defender el puerto y estaba conectada con la Torre de Plata que quedaba adherida al Alcázar de Sevilla, que defendía la ciudad.

El Reino Nazarí y la Alhambra de Granada

Entre 1238 y 1492, el Reino Nazarí de Granada resistió como el último sultanato de al-Ándalus. Por este motivo, los últimos reyes musulmanes quisieron construir edificaciones que perdurasen para compensar la época de declive y dejar un inolvidable recuerdo. Los nazaríes destacaron por realizar una arquitectura ornamental y espectacular aun no teniendo tantos recursos como en épocas anteriores. Usaron materiales pobres, pero colocados de una manera recargada y hermosa.
Sin duda, el ejemplo más claro que perdura hasta hoy es la Alhambra de Granada, una joya arquitectónica iniciada en el siglo XIII y que alcanzó su apogeo en el XIV. Residencia real durante diversos reinados, la Alhambra y sus jardines del Generalife son el reflejo más evidente de una etapa especial para al-Ándalus. Sus patios y su decoración interior a base de grabados y geometría, así como su perfecta integración en plena naturaleza, hacen de este barroco palacio la mejor representación del legado nazarí en España.

Literatura, filosofía y poesía

A la hora de hablar de literatura en al-Ándalus, debemos comenzar a hacerlo desde su lado más delicado: el de la poesía. Cultivada y escrita en idioma árabe clásico, lengua oficial del reino, la lírica andalusí dedicaba sus alabanzas al poder musulmán y a la vida en los palacios, resaltando las bondades de los sultanes y emires. Aunque también existen excepciones, como aquellos poemas dedicados al amor, la naturaleza y la vida en general. Estos versos solían estar musicalizados y poseían una gran belleza creativa.
El califato de Córdoba acogió a grandes poetas que deslumbraban con sus creaciones basadas en la poesía persa. Destacan de esta época Lubna de Córdoba, la princesa Wallada, Ibn Zaidum o Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma. Las dos primeras son consideradas poetisas de gran nivel que fueron incluso apreciadas en círculos masculinos, a pesar de todas las trabas sociales de la época.
Medina Azahara se transformó en una de las mayores bibliotecas y centros culturales de un califato tan culto como próspero. Sevilla también fue un gran centro cultural y, como en otras ciudades, se difundió allí la poesía en salones, tertulias y otros círculos eruditos.
Esta etapa será enormemente apreciada por sus sucesores, los poetas de los reinos de taifas, algunos de los cuales también fueron poetas del califato. Habitualmente nobles y cultos, estos creadores eran nostálgicos de las épocas pasadas omeya. Parte de ellos detestaban a los dirigentes de los reinos de taifas, pero también había poetas de corte que se siguieron dedicando a resaltar la vida palaciega y a los monarcas de la época. Destacan nombres de intelectuales como Ben Zaydún, Abú Bakr o Ben Vahbún y mujeres poetas como Hafsa Bint, Hamda Bin o Muya Bin.
Durante la época almorávide, habrá un declive de la poesía que recuperarán los almohades durante su reinado. Será entonces, en tiempos almohades, cuando Sevilla se transformará en la capital poética, con gran influencia de los antiguos poetas de Córdoba que serán venerados desde tiempos almorávides, donde únicamente se pudieron conservar recopilatorios de poemas del califato. La vuelta a la poesía para la sociedad hispanomusulmana vendrá de la mano de escritores como al-Mugrib,vBen al-Abar, Avenzoar o Averroes, que también se dedicó a escribir sobre filosofía. Llegada la época nazarí, vino también uno de los periodos más esplendorosos de una poesía que cantaba constantemente a la historia musulmana, consciente del fin del Imperio árabe en la Península.

Filosofía y prosa

En la España musulmana apenas se escribió prosa artística y literaria, más allá de los cuentos tradicionales árabes. Algunas excepciones las podemos encontrar en el escritor Ben Zaydún, autor de la época de los reinos de taifas, y en un tipo de prosa poética conocida por los nombres de risalas y maqamas. Sin embargo, fue un tiempo en el que la filosofía, la ciencia y la religión formaron parte de las bibliotecas andalusíes. De estos tiempos destacan especialmente dos filósofos místicos, Averroes y Maimónides. El primero de ellos era musulmán, mientras que el segundo fue un autor judío muy respetado en los reinos árabes. Los filósofos de esta época tendrán como fuente principal el pensamiento griego clásico, en especial la obra de Aristóteles, que será enormemente apreciada y respetada en al-Ándalus.

El legado musical y pictórico

La música y la danza en al-Ándalus procederán de una gran tradición rítmica oriental traída a la Península junto a los instrumentos tradicionales que fueron introducidos por la cultura árabe, tales como la guitarra o el laúd. El legado musical de esta época será conservado habitualmente por vía oral y únicamente permanecerán intactos algunos de los poemas que solían acompañar a las composiciones. Las formas musicales más importantes que han trascendido a lo largo de los siglos, gracias al legado del Reino Nazarí, han sido los zéjeles, las moaxajas y las nubas. Todos con diferentes estructuras, pero con una misma esencia tradicional y folclórica norteafricana.
En cuanto a la pintura y la escultura, al-Ándalus relegó ambas formas artísticas a las paredes de las boyantes construcciones y decoraciones interiores. No obstante, existen algunos ejemplos de cerámicas ornamentadas con motivos florales e incluso algunos tapices y pinturas con representaciones humanas y animales, aunque nunca se realizarán recreaciones pictóricas de la figura de Dios, el Profeta u otras figuras históricas o religiosas sagradas. Lo que más destacó en esta época fue el arte del mosaico decorativo, con geometrías o inscripciones caligráficas en árabe clásico. Las miniaturas decorativas en libros también serán comunes durante esta época islámica en España.

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