Hetairas, las prostitutas más exclusivas de la Antigua Grecia
Su mayor refinamiento les concedió el privilegio de acceder a los simposios.
La prostitución no era nada extraña en la Antigua Grecia, en especial la femenina. La esclavitud hizo que muchas mujeres esclavas se vieran obligadas a prostituirse. Además, la edad a la que los hombres griegos se casaban, rondando los treinta años, fue otro factor que garantizó la demanda de encuentros sexuales.
Mientras que el adulterio estaba penado y castigado socialmente, la prostitución era tolerada por las autoridades, y hasta protegida. La financiación pública de burdeles, de la que existen referencias en la literatura, nos indica la voluntad por parte de los legisladores de mantener legal la actividad. Puede que fuera vista con malos ojos, pero no dejaba de ser una lucrativa fuente de impuestos que, de paso, contenía los delitos cometidos por parte de los infieles tentandos de yacer con mujeres casadas.
Tradicionalmente, los historiadores han distinguido, dentro de la prostitución que ejercían las mujeres, tres clases de prostitutas, que podían ser esclavas, exesclavas o mujeres libres. Por un lado, estarían las pórnai (del griego antiguo πόρναι, en singular pornē), prostitutas callejeras que ofrecían sus servicios en los burdeles más humildes, cobrando muy poco dinero a cambio. Por otro lado, se describe la figura de las pallakaí (del griego παλλακαί, en singular pallakē), concubinas que vivían en un hogar particular. Por último, tendríamos a las mujeres de un estatus cultural mayor, las hetairas o hetairai (del griego ἑταῖραι, en singular hetaira), a veces llamadas heteras.
Su papel no está muy claro, pero se relacionan con actividades que van más allá del sexo. Algunos historiadores las describen como mujeres que ofrecían servicios de acompañamiento de los hombres, y podían amenizar fiestas masculinas con sus dotes musicales, tocando el aulos (una especia de flauta), cantando, bailando y conversando.
Su mayor educación general les concedió un registro más sofisticado, junto con el privilegio de acceder a los simposios, donde los hombres de clase alta disfrutaban de los entretenimientos de estas mujeres refinadas, que les servían el vino y satisfacían sus placeres. Justamente sirviendo el vino, es como aparecen representadas las hetairas en las kylix, las vasijas de cerámica decorada que se usaban para beber.
A veces, las hetairas mantuvieron relaciones de larga duración con hombres casados, algunos muy conocidos, recibiendo dinero y obsequios por parte de ellos.
Friné, la hetaira más famosa
Algunas de las hetairas eran mujeres de clase alta que terminaron como esclavas tras ser capturadas en la guerra, ya fueran del extranjero o de otra ciudad-Estado griega. La esclavitud con fines sexuales está documentada en Grecia ya en el siglo VIII a. C.
Pero otras fueron, según parece, mujeres libres que optaron por ejercer de acompañantes para poder saldar deudas económicas. En algunos casos, las hetairai llegaron a acumular cierta riqueza, y pudieron controlar sus propias finanzas. Así se dice que ocurrió a la célebre Friné (siglo IV a. C.).
Apodada Friné (en griego, Φρύνη, que significa ‘sapo’), su verdadero nombre era Mnesarete. Fue hija de Epicles, y una de las más famosas hetairas de Grecia. Amante del afamado escultor clásico ático Praxíteles, cuenta la leyenda que sirvió de modelo al artista para esculpir su tan imitada Afrodita. Fue acusada de impiedad y condenada a la pena de muerte en Atenas, por mantener relación con el orador Hipérides.
La estrategia de Hipérides para salvarla de la muerte, tal y como dejó escrito el gramático griego del siglo II Ateneo de Náucratis, fue de lo más excéntrica: el orador la desnudó ante el jurado para que, deslumbrado por su gran belleza, la liberara de sus cargos. Y funcionó. Los jueces, temerosos de que semejante belleza estuviera protegida por la mismísima diosa Afrodita, la absolvieron. Otras versiones de esta historia ofrecen una alternativa, sin desnudo de por medio, que concluye con Friné suplicando por su vida y eludiendo la condena.
Sea como fuere, la riqueza que alcanzó Friné fue de tal calibre que, según se narra, se ofreció a reconstruir Tebas después de que Alejandro Magno la destruyera en el año 335 a. C. Sin embargo, los tebanos rechazaron tan generosa oferta, preocupados por el mal ejemplo que daría la disuelta vida de la hetaira a las esposas de la ciudad.
No tan libres

Fuente: Wikimedia Commons
Los estudios más recientes ofrecen una visión menos romántica respecto de los roles que ocupaban las hetairas, sin que exista un acuerdo entre los expertos. La información, limitada en buena medida a Atenas y Corinto, proviene sobre todo de las traducciones de textos clásicos y las representaciones artísticas de la época. Relatos y dibujos que brindan versiones ambiguas del estatus que ocupaban estas “cortesanas”.
Según Leslie Kurke, profesora de literatura clásica y comparada de la Universidad de California (Berkeley), tanto las hetairas como las pórnai podían ser esclavas o libres, así como depender de un proxeneta o ejercer sus actividades por libre. Lo que tenían en común es que exponían su cuerpo en la polis (ciudad-Estado) y fuera del oikos (casa).
Pero la mayor educación y cultivo en las artes de las hetairas no eran sinónimos de mayor libertad. Algunas eran esclavas y, desde luego, aunque otras fueran libres no estaban necesariamente mejor consideradas socialmente que las pórnai.
Hetairai significa, en su sentido literal, acompañante, compañera femenina. Para su desgracia, ganar mucho dinero no las protegía del abuso ni les garantizaba el porvenir. Fácilmente podrían haberse visto obligadas a retomar la senda de los burdeles y el yugo de los proxenetas, conforme pasaba el tiempo y su envejecimiento las hiciera menos atractivas para sus clientes. De igual manera podían ganar y perder su libertad a lo largo de la vida.
Referencias:
Kamen, D. 2014. Sale for the Purpose of Freedom: Slave-Prostitutes and Manumission in Ancient Greece. The Classical Journal, 109(3), 281-307.
Kapparis, K. 2017. Prostitution in the ancient Greek world. De Gruyter.
Kennedy, R. F. 2015. Elite citizen women and the origins of the Hetaira in Classical Athens. Helios, 42(1), 61-79.
Kurke, L. 1997. Inventing the" Hetaira": Sex, Politics, and Discursive Conflict in Archaic Greece. Classical Antiquity, 16(1), 106-150.