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Estos eran los insultos preferidos de los romanos

Con referencias a los genitales, al sexo y a las funciones fisiológicas, los romanos construyeron un amplio repertorio de tacos e insultos.

La Roma antigua nos ha legado, entre otras cosas, puentes, carreteras y acueductos, un sistema legal y una gran variedad de lenguas romances. Pero también nos ha dejado una herencia que mantenemos viva a diario: nos ha donado la costumbre de imprecar y maldecir. Culo, mentula, merda o futuere eran algunos de los sonoros vocablos que los romanos utilizaban cuando necesitan ser groseros. Hoy en día, algunos consideran el insulto un arte, mientras para otros es ejemplo de incivismo y mala educación. Lo que no puede negarse es que los improperios, las palabrotas y las expresiones soeces forman parte de la cultura y también reflejan, con sus modos abruptos, los valores sobre los que se asienta una sociedad.
Muchas de las expresiones malsonantes que se utilizaban en el Imperio Romano se conocen a través de los grafitis que han sobrevivido al paso del tiempo. Es un ejemplo de lo que se denomina epigrafía efímera, hecha espontáneamente, en un momento de inspiración súbita o de necesidad. Este tipo de inscripciones no tenía intención de pervivir en el tiempo, como sí sucedía con las grandes inscripciones de corte religioso, político o propagandístico que se colocaban en las vías y los edificios públicos. Pertenecen a la epigrafía efímera advertencias como el habitual cave canem «cuidado con el perro», consejos sobre la calidad de los servicios de una taberna (por ejemplo) o anuncios de alquiler, pero la epigrafía efímera también testimonia hazañas eróticas, burlas sexuales o ataques verbales poco elegantes.
Imagen: Wikicommons

Lupanar PompeyaImagen: Wikicommons

Los sitios arqueológicos vesubianos, como Pompeya, han proporcionado un buen repertorio de insultos y obscenidades, aunque también existen ejemplos procedentes de Lusitania, Galia o Germania Superior. ¿Qué entendían los romanos por lenguaje obsceno? Por un lado, se consideraban indecentes las expresiones que giraban en torno a la sexualidad y las funciones fisiológicas, especialmente las de corte escatológico; por otro, se estimaba de mal gusto las que hacían uso de un lenguaje vulgar. Hacer chistes y bromas sobre la masturbación y la flatulencia, por ejemplo, implicaba romper con las convenciones que exigían la etiqueta y el orden.
El lenguaje obsceno estaba permitido y aceptado en las representaciones teatrales, donde servía para divertir al público y para satirizar escenas y situaciones de la vida cotidiana. Fuera del escenario, sin embargo, las obscenidades se consideraban ofensivas y, cuando se utilizaban, buscaban atacar, disminuir y menoscabar la credibilidad de la persona a la que iban dirigidas o, simplemente, escandalizar.
Las expresiones soeces y los insultos se atestiguan, sobre todo, a través de grafitis posicionados tanto en casas privadas como en lugares públicos. Las letrinas se encontraban entre los lugares preferidos para desplegar la verbosidad obscena, y en esto equivalen a las frases escritas con rotulador en las puertas de los baños, pero también se encuentran ejemplos en talleres e incluso santuarios. En la basílica romana de Santa Sabina, en medio de otros grafitis de contenido estrictamente religioso, se hallan inscripciones espontáneas que invitan a la práctica de felaciones y sexo anal. En un retrete de Estabia, una ciudad situada a los pies del Vesubio, se halló una inscripción latina que proclamaba «cagué y no me limpié el culo». En otras, el grafitero alardea de las dimensiones de su falo o invita a un oponente a un banquete de heces: «Eutiquión, ¡come mierda!» declara un grafiti de Minturno. Además de frases, en ocasiones también se realizaban sobre la piedra dibujos de penes en erección, por ejemplo, o de posaderas sucias.
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Grafiti PompeyaImagen: Wikicommons

Otras inscripciones tenían una finalidad crítica y buscaban minar la credibilidad de líderes políticos y militares. Es el caso de una inscripción en un proyectil romano que el ejército de Octaviano disparó a las tropas de Lucio Antonio durante la Guerra de Perusia (41-40 a.C.). La inscripción «apunto al clítoris de Fulvia» se mofa de Fulvia, esposa de Lucio Antonio, lo que habría restado credibilidad al militar.
Algunos grafitis incluso servían de advertencia. Mediante el uso de un lenguaje obsceno, se invitaba a la gente a respetar ciertas normas sociales. No era raro, por ejemplo, que los viandantes utilizasen los mausoleos y sepulcros como excusados para hacer sus necesidades. Inscripciones como la siguiente advertían a los caminantes para que fuesen respetuosos con las tumbas y los difuntos: «Visitante, mis huesos te imploran que no mees aquí, junto a este túmulo y, si deseas ser más cortés con él, no cagues. Aquí ves el sepulcro de Úrtica. ¡Fuera, cagón! ¿Crees que podrías abrir aquí el culo libre de castigo?».
Referencias
Rocchi, S.; Marchionni, R. 2021. Oltre Pompei. Graffiti e altre iscrizioni oscene dall'Impero Romano d'Occidente (The seeds of Triptolemus). Roma: Deinotera Editrice.
Del Hoyo, J. 2020. El humor en los graffiti y textos epigráficos de la antigua Roma. Language Design. Journal of Theoretical and Experimental Linguistics, Special Issue 1: 319-343.

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