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¿Cómo llegó el busto de Nefertiti al Neues Museum de Berlín?

Desde los escombros de un taller escultórico en Amarna hasta el Neues Museum de Berlín: este es el viaje del busto más famoso de la historia.

Mide casi medio metro y cuenta con unos veinte quilos de peso. Se elaboró en piedra caliza recubierta de yeso pintado y, en el último siglo, se ha convertido en una de las piezas icónicas de la antigüedad egipcia. Se trata del busto de Nefertiti, una pieza emblemática por su realismo y la delicadeza de sus rasgos que puede visitarse en el Museo Egipcio y Colección Papirológica integrada en el Neues Museum de Berlín. Sin embargo, el viaje que la llevó desde el desierto de Tebas hasta la estructura museal que ahora la alberga estuvo repleto de vicisitudes.

El busto de la reina se encontró entre una pila de escombros producida ya en la antigüedad. Se trataba de los restos dilapidados de lo que había sido el taller de Tutmosis, el escultor al servicio de la familia real durante el reinado de Akenatón, el padre de Tutankamón. Cuando Tutankamón ascendió al trono, la corte se trasladó de Amarna a Tebas y Tutmosis se vio obligado a abandonar su taller de escultura, junto a todos aquellos trabajos y obras que no pudo o no quiso llevar consigo a su nuevo lugar de residencia.

Imagen: Wikicommons

Estatua AkenatónImagen: Wikicommons

En el año 1907, la Sociedad Alemana de Oriente o Deutsche Orient-Gesellschaft —todavía hoy un prestigioso instituto de investigación para la historia y la arqueología del Próximo Oriente— obtuvo los permisos necesarios para excavar el sitio de Amarna. Ludwig Borchardt encabezaba una misión financiada por el empresario y coleccionista James Simon, fundador de la Sociedad. Amarna no solo había sido la capital del Egipto faraónico bajo Akenatón, sino también la sede del nuevo culto solar a Atón y a la familia real, que representaba el poder divino en la tierra. En su momento de máximo esplendor, la ciudad rebosaba de estatuas que, colocadas en jardines y casas de la elite, representaban al faraón y su familia. Por ello, el estudio sistemático de los hallazgos del taller de Tutmosis resultaba especialmente significativo.

Durante la campaña de 1912, el equipo arqueológico alemán excavó el que había sido el complejo habitacional y artesanal de Tutmosis. Los hallazgos resultaron excepcionales: se recuperaron desde moldes, pan de oro e instrumental utilizado para la elaboración de esculturas hasta estatuas inacabadas y bustos de yeso. Entre ellos, el de la reina Nefertiti. En el arte egipcio, las imágenes y esculturas suelen representar figuras de cuerpo entero, pero no bustos. La existencia de una pieza como la cabeza de Nefertiti, por tanto, resultaba doblemente inusual. Se supone que el busto sirvió de modelo para la elaboración de las esculturas que se realizaron en el taller de Tutmosis. Mediante la existencia de un modelo único de referencia, sostiene Joyce Tyldesley, se uniformaba la apariencia de las imágenes que luego se exhibirían en lugares públicos. De este modo, las esculturas de Nefertiti mostrarían siempre un mismo rostro perfectamente reconocible.

Imagen: Wikicommons

Akenatón NefertitiImagen: Wikicommons

Guiándose por la legislación en materia de patrimonio vigente a principios del siglo XX, Alemania reclamó para sí parte de los hallazgos arqueológicos excavados. Borchardt, que había elaborado dos listas detalladas en las que se repartían de manera equitativa el material encontrado en Amarna, solicitó a Gustave Lefebvre, el responsable de las antigüedades egipcias, que eligiese una. El material anotado en la lista elegida por Lefebvre se quedaría en el Museo de El Cairo, mientras los objetos de la otra lista pondrían rumbo a Alemania. Lefebvre seleccionó la que no contemplaba el busto y este hecho marcó el destino de la escultura, que acabó engrosando la colección personal de James Simon.

El periplo no terminó aquí. En 1920, Simon donó el busto de Nefertiti al Neues Museum berlinés. Cuatro años después, en 1924, el busto se exhibía ya de manera permanente en el denominado Patio de Amarna del museo. Alimentado el interés por el descubrimiento de la tumba de Tutankamón y en pleno auge de la egiptomanía, la estatua de la reina se convirtió en una de las mayores atracciones berlinesas. Las similitudes del busto en factura y estética con los elementos característicos del Art Decó, así como la fabricación y distribución de reproducciones a lo largo de la década de los 20 acabaron por popularizar la imagen de Nefertiti como ideal de belleza y ejemplo de cultura pop.

A lo largo de las décadas, las instituciones egipcias han intentado recuperar la pieza. En 1925, las autoridades francesas que gestionaban el servicio de antigüedades egipcio iniciaron negociaciones para recuperar el busto de Nefertiti, pero la opinión pública, azuzada por la prensa, se opuso de tal manera que no hubo forma de sellar el acuerdo. Existieron otros tentativos posteriores de devolver el busto a Egipto. Durante el nazismo, Hermann Göring hizo un tentativo que fue obstaculizado por Hitler. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se alzó de nuevo la propuesta, sin éxito, y en la actualidad, el debate sigue abierto.

Referencias

Tyldesley, J. 2018. Nefertiti’s Face The Creation of an Icon. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press.

Tyldesley, J. 2022. Nefertiti’s Bust. Aeon (acceso: 15/02/2022).

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