Así eran las prótesis en la antigüedad grecolatina
Dientes postizos, manos de hierro o pies de madera: las prótesis en el mundo antiguo buscaban paliar carencias en lo estético y lo funcional.
Los logros en el campo de la tecnología médica no dejan de sorprendernos. Prótesis deportivas que restituyen la movilidad, audífonos de última generación, prótesis dentales fijas o exoesqueletos que permiten que los tetrapléjicos puedan volver a caminar mejoran la calidad de vida en lo físico y lo mental. Las prótesis contemporáneas buscan integrarse en el cuerpo de forma orgánica. Es crucial que resulten altamente funcionales, que reinstauran plenamente las capacidades de la persona y que lo hagan respetando las características somáticas de cada individuo. Sin embargo, el recorrido que nos ha llevado hasta aquí ha sido largo y todavía queda mucho por conseguir. Tan largo, de hecho, que se remonta a la antigüedad.
El interés actual por el estudio de los instrumentos protésicos griegos y romanos ha crecido gracias a las nuevas corrientes de estudio sobre la historia de la discapacidad. Los denominados disability studies nacen a finales del siglo XX y ponen sobre la mesa cuestiones no solo médicas, sino también sociales, culturales y legales. Se preguntan, por ejemplo, cómo se ha entendido la discapacidad a lo largo de la historia, qué derechos se les reconocían a los discapacitados o qué métodos se emplearon para paliar las limitaciones derivadas.
Prótesis de oro, marfil y pelo humano

Pierna Capua
Los griegos y los romanos recurrían a distintos tipos de prótesis para reemplazar las partes del cuerpo que les faltaban o que poseían una funcionalidad limitada. El término «prótesis», en el sentido de instrumento artificial que sustituye una parte del cuerpo ausente o incapacitada, cuenta con un origen relativamente moderno. De hecho, penetró en el vocabulario médico a principios del siglo XVIII. En la literatura médica griega, «prótesis» tan solo designaba la aplicación sobre el cuerpo de remedios como emplastos y supositorios y de instrumental médico como los recipientes para realizar sangrías. Por tanto, no existía una categoría unitaria que englobase el concepto contemporáneo de «prótesis» o «postizo».
La ausencia de un término común, sin embargo, no implica la inexistencia de la práctica protésica. Más bien al contrario. Las amputaciones por accidentes y gangrenas, las condiciones de trabajo duras (por ejemplo, en las minas), las guerras, las secuelas que dejaban ciertas enfermedades o la acción de la edad sobre el cabello o los dientes llevaba a las personas a intentar poner remedio a estas necesidades con medios artificiales. Los testimonios procedentes las fuentes escritas y del registro arqueológico de tumbas nos han proporcionado evidencias de dientes postizos, manos, dedos, hombros, pies, piernas, caderas, ojos y peluquines.
Las prótesis, especialmente las que se elaboraban en materiales nobles, eran patrimonio de las clases privilegiadas. En su fabricación, se utilizaban oro, cuero, marfil, hueso, metales como el hierro y el bronce, madera, diamante y malaquita. Las dentaduras postizas se realizaban a partir de dientes humanos o incluso de otros animales que se unían a través de alambres, mientras que, para las pelucas, se utilizaba pelo humano. El uso de determinados materiales de prestigio indicaba la riqueza del individuo y funcionaba, por tanto, como un símbolo de estatus. Según ha observado la historiadora Jane Draycott, en la antigüedad existían diferencias entre las prótesis utilizadas por hombres y mujeres. Mientras que las prótesis dentales y los postizos capilares parecen más comunes entre mujeres, las extremidades artificiales son más abundantes entre los hombres.
De los textos a la arqueología del postizo

Prótesis pulgar
Los autores clásicos escribieron sobre algunos personajes célebres que recurrieron a prótesis. En su Historia natural, Plinio el Viejo describió el caso de Marcus Sergius Silus, un militar de la república romana que había sufrido heridas en las extremidades superiores e inferiores, y había llegado a perder la mano derecha durante una campaña militar. Esto no le impidió seguir luchando en el ejército: penetraba en el fragor portando una mano protésica, fabricada en hierro, que ataba al brazo y le permitía luchar. Según afirma Plinio, Silus salió heroico de la batalla de Cremona contra los galos y capturó a numerosos enemigos. Su historia sirve al autor de la Historia Natural para afirmar que el espíritu, el esfuerzo y la valentía permiten superar cualquier tragedia, incluso la pérdida de una extremidad.
Los hallazgos en las necrópolis romanas y en otras excavaciones arqueológicas han demostrado el grado de detalle y funcionalidad que poseían las prótesis de la antigüedad. En la necrópolis de Sheikh ´Abd el-Qurna, cerca de Luxor, se desenterró un pulgar del pie. Esculpido en madera, muestra con finura los detalles de la uña. Disponía de una tira de cuero flexible que permitía sujetarlo al empeine del pie. Otra pieza significativa, hoy conservada únicamente en reproducción, es la pierna de Capua del siglo IV-III a.C. Se realizó en madera con chapado en bronce y disponía de una oquedad en la parte superior que sirvió, seguramente, para acomodar el extremo de la pierna amputada.
Referencias
Draycott, J. 2019. Prostheses in Antiquity. Londres: Routledge.
Draycott, J. 2021. Prostheses in classical antiquity. A taxonomy. En E. Adams (ed.), Disability Studies and the Classical Body, pp. 93-116. Londres: Routledge.
MacDonald, J. 2017. A Brief History of Prosthetic Limbs. JSTOR Daily (acceso 14/02/2022).
Mullaney, C. 2019. Disability Studies: Foundations & Key Concepts. JSTOR Daily (acceso: 14/02/2022).