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Anna Perenna y las brujas de Roma

La fuente romana de Anna Perenna testimonia las prácticas mágicas de las brujas de la antigüedad.

El mito de Anna Perenna

Ninfa y antigua diosa romana, Anna Perenna fue objeto de culto popular entre los siglos IV a.C. y VI d.C. Su figura se celebraba durante los idus de marzo, en coincidencia con el nuevo año y el inicio de la primavera. En esos festejos anuales, la población se entregaba a los placeres del vino y de la carne, del canto y de la danza. Según escribe Ovidio en su obra Fastos, Anna Perenna era hermana de Dido, la reina fundadora de Cartago. Tras la muerte de esta, Anna emprendió una huida que la llevó de Malta a las costas del Lacio. Acogida en casa de Eneas y Lavinia, los celos de la esposa de su anfitrión la empujaron a emprender una huida durante la que se precipitó en las aguas del río Numico, que la transformó en su esposa acuática.
Las antiguas poblaciones itálicas la veneraron como divinidad. Se han hallado fuentes, altares y nichos dedicados a esta ninfa en ambientes naturales que, posicionados fuera de los núcleos urbanos, son testimonio de la religiosidad popular. Asociadas a lagos, fuentes y cursos de agua, las ninfas son figuras más bien salvajes ligadas a la fertilidad. Protagonistas de uniones amorosas en los mitos, ejemplifican una feminidad peligrosa, capaz de llevar a la muerte.

El descubrimiento de la fuente dedicada a Anna Perenna

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En 1999, en la plaza Euclide de la capital italiana, los arqueólogos responsables de supervisar unas obras de construcción descubrieron una fuente dedicada a Anna Perenna. Aunque se encontraba atrapada bajo las traficadas calles de Roma, en la antigüedad se había posicionado fuera de la ciudad, en un área boscosa. Entre los primeros hallazgos, emergieron inscripciones votivas que agradecían a la ninfa su favor en disputas y circunstancias agonísticas, probablemente en el contexto de las celebraciones de los idus.
En la cisterna de la fuente situada en la parte posterior de la fuente, la arqueóloga Marina Piranomonti y su equipo descubrieron, además, un grupo de objetos de lo más inusual: una colección heterogénea de material mágico que había sido depositado en la fuente por una o varias magas de la Roma antigua. Este ecosistema mágico, preservado intacto, era la prueba arqueológica de las actividades de las hechiceras que operaban en la urbe.

La arqueología de la magia agresiva

Imagen: Wikicommons

Defixio AppiaImagen: Wikicommons

Entre los objetos hallados en la fuente de Anna Perenna, se encuentra un cilindro de cobre de unos 25 centímetros de diámetro. Dotado de un asa de hierro y similar a una olla, quizás se usó en la preparación de filtros y otras recetas mágicas. La fuente también reveló decenas de lucernas, muchas de ellas todavía sin usar. Los ritos se realizaban durante la noche a la luz que esparcía las lámparas de terracota, pero estas también proporcionaban el fuego necesario para la realización de algunos rituales.
Seis de las lucernas, además, contenían defixiones en su interior. La defixio constituía un modo muy popular en la antigüedad grecolatina de lanzar maldiciones a un enemigo . Sobre una lámina de metal y utilizando un clavo o punzón, se inscribía el texto con la maldición, en la que solían invocarse divinidades infernales como Abraxas. Hecho esto, la lámina se enrollaba, se lanzaba a las aguas, se atravesaba con un clavo o, como en este caso, se introducía en un recipiente. Otras defixiones, en su mayoría de plomo, se encontraron directamente en la cisterna.
Un segundo conjunto de objetos mágicos está integrado por recipientes de metal y de terracota, cerrados de manera casi hermética, en cuyo interior se encontraron figurillas toscas fabricadas con cera, hierbas y otros materiales. Muchos de estos receptáculos estaban constituidos por tres cilindros de metal, inseridos uno dentro de otro a modo de muñeca rusa. En algunos casos, el nombre de la persona a la que iba dirigida la hechicería aparece inciso en la superficie, junto a símbolos y letras de carácter mágico, los denominados charakteres. En un caso, al menos, en el interior se encontró una figura masculina rodeada de un monstruo serpentiforme y atravesado por dos clavos, mientras que, en otros ejemplos, la maldición se lanzó utilizando fragmentos de hueso y pergamino. A estos recipientes se les ha atribuido la función de atraer el amor de una determinada persona o forzar el regreso de un amante. El análisis de las huellas digitales encontradas en los materiales resinosos que sellaban los contenedores probó que fue una mujer quien manipuló los materiales.

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