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Kerma, la antigua civilización de Sudán

El descubrimiento arqueológico de Kerma reveló su importancia en la antigüedad.

Reisner y la emergencia de Kerma

En un desierto rojizo, muy cerca de la tercera catarata del Nilo, se elevan las ruinas del reino de Kerma. Conocida en las fuentes antiguas como Kush, fue el reino nubio más poderoso durante el segundo milenio a.C. que puso en jaque el poder de Egipto.
Las investigaciones que el arqueólogo George Reisner realizó a partir de 1913 sacaron a la luz una auténtica civilización de notable complejidad. La cultura material que produjo el sitio demostró que el reino se diferenciaba culturalmente de los egipcios. Se encontraron numerosas tumbas reales con joyas elaboradas en oro y amatista, un rico mobiliario funerario taraceado con incrustaciones de jirafas y elefantes, así como estatuas en piedra granítica como las que representaban al gobernador egipcio Djefaihapi y a su esposa Sennuwy.
Charles Bonnet continuó el trabajo arqueológico en la década de los 70. Sus excavaciones revelaron unas 30000 tumbas que hacen de la necrópolis de Kerma no solo una de las más extensas de la antigüedad, sino un crisol cultural y étnico en el que se superponen y amalgaman influencias egipcias, saharianas, de poblaciones del sur de Sudán y del área de Darfur.

La historia de Kerma

Imagen: Wikicommons

Ciudad KermaImagen: Wikicommons

Los investigadores coinciden en fijar los inicios de la civilización hacia el 3100 a.C., cuando se establecen los primeros asentamientos. Kerma se alzaba en una isla del Nilo, más proclive para la práctica de la agricultura. Medio milenio después, la ciudad había crecido notablemente y, en consecuencia, se procedió a construir una fortaleza que la protegiese. Se edificó, entonces, un complejo palacial destinado a albergar a los miembros de la realeza. La sociedad, dominada por una elite que la gobernaba, se volvió más compleja. Mientras los agricultores y los ganaderos se dedicaban a la producción de bienes primarios, crecía el flujo comercial con Egipto. Los contactos que mantuvieron con el país faraónico se evidencian en los objetos encontrados en la ciudad, entre los que figuran joyas, cerámicas y piezas de marfil de factura egipcia.
Hacia el 2000 a.C., Kerma vivió una fase de esplendor. Fue el momento en el que se erigieron las grandes tumbas reales, caracterizadas por estar rodeadas de cráneos de ganado apilados. La ciudad creció y se incrementó el poder real, cuya influencia se expandió hacia el norte de África. De hecho, la influencia cultural de Kerma se expendió en un área que superaba los 250 quilómetros. Su hallazgo, por tanto, permitió formular una nueva visión geopolítica y de los equilibrios de poder en la antigüedad.
El incremento de la riqueza exigió que se reforzase el sistema de fortificaciones. Es probable que, en este momento, se endurecieran los ataques militares. A través de la información que proporcionan las inscripciones egipcias, se sabe que la ciudad-estado realizó una campaña militar contra Egipto hacia el 1550 a.C. Un siglo antes, hacia el año 1650 a.C., aproximadamente, Egipto ya percibió como amenaza el creciente poder de la ciudad-estado de Kerma, que se había extendido hacia la segunda catarata nilótica. Egipto, con los faraones Tutmosis I y Tutmosis II a la cabeza, consiguió someterla hacia el 1500 a.C.

Los principales hallazgos arqueológicos

Imagen: Wikicommons

Templo defuffaImagen: Wikicommons

Además de contar con ejemplos de arquitectura circular en plantas de casas y cabañas, entre los vestigios arqueológicos de Kerma se encuentran talleres de producción y elaboración de fayenza y metal, un palacio, un templo y una gigantesca necrópolis conformada por tumbas, templos funerarios y un área de inhumación donde yacen los líderes de la realeza local. Los monarcas fueron enterrados con sirvientes y animales, una práctica que recuerda al inusual enterramiento del cementerio real de Ur, en el sur de Mesopotamia.
El templo defuffa constituye uno de los edificios más representativos del sitio de Kerma. Este templo fortificado de más de 20 metros de altura se construyó en ladrillos de barro y funcionó como el centro religioso de la ciudad. Distribuido en varios niveles, con cámaras subterráneas y una escalera interior, se construyó hacia el mediados del tercer milenio a.C. sobre los restos de un edificio religioso previo de dimensiones más modestas. En la terraza del edificio se llevaba a cabo los ritos y ceremonias asociados al culto solar.

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