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Naukograd, la ciudad científica rusa

De ciudades secretas a tecnópolis de vanguardia: así son las naukogradi rusas.

Erica Couto

¿Qué son las naukogradi?

Son tecnópolis, complejos arquitectónicos que se han constituido en auténticas ciudades y en los que se llevan a cabo proyectos de investigación tanto científica como tecnológica. En ruso se las conoce desde 1992 como naukogradi, pero su génesis se remonta a la Guerra Fría.

Durante la época histórica en el que Telón de Acero separaba el bloque capitalista del bloque comunista, muchas de estas naukogradi se dedicaron a desarrollar tecnología armamentística o directamente relacionada con la industria militar y de guerra. En un ambiente hermético, secreto y alejado de los grandes núcleos de población, estos polos urbanos ofrecían a los investigadores e ingenieros al servicio del estado los medios y la privacidad necesarias para experimentar y perfeccionar tecnologías punteras sin temor a que la información clasificada se divulgase. Este aislamiento impuesto dio pie a la creación de auténticas microsociedades dedicadas a los avances científicos que podían reunir a miles de personas. Muchas de ellas jamás abandonaron el perímetro de su naukograd de residencia.

Las primeras ciudades tecnológicas rusas

Imagen: Wikicommons

Reactor nuclearImagen: Wikicommons

Aunque ya en los años 40 comenzaron a proliferar las ciudades secretas destinadas a la investigación nuclear que auspiciaba el programa soviético, la mayoría de las naukogradi se fundaron entre las décadas de los 50 y los 70. La concentración de científicos y trabajadores especializados en un mismo punto tenía como principal objetivo impulsar la investigación tecnológica a través de incremento de la eficiencia. La organización interna de las ciudades cerradas seguía una lógica funcional destinada a optimizar el rendimiento. El instituto principal de cada una de estas ciudades gestionaba los aspectos vitales de los habitantes de las naukogradi. Los trabajadores que vivían en estas ciudades tecnológicas no podían divulgar ningún tipo de información sobre el emplazamiento y, a cambio, obtenían mejores condiciones de vida.

Durante la Guerra Fría, la ciencia dependía del ámbito militar y las investigaciones se realizaban para responder a las necesidades de la fuerte estructura político-militar de la URSS. Los programas científicos, por tanto, se centraban en el desarrollo de la investigación espacial, la misilística y el diseño de armamento. En muchas de ellas, se experimentó con energía nuclear, como en la ciudad de Arzamas-16 (ahora conocida como Sarov), un centro de investigación y desarrollo de armas nucleares en el que se construyó la primera bomba nuclear soviética, y el centro de Chelyabinsk-65 (ahora Ozersk), en la que se producía plutonio.

Fueron construidas, en su mayoría, con los trabajos forzados de los prisioneros de los gulags. Se distribuían a lo largo de todo el territorio soviético, con una alta concentración en torno a Moscú. Valladas y cercadas con alambre de espino, solían emplazarse en lugares aislados, montañosos y de difícil accesibilidad, rodeados de bosques espesos o sujetos a condiciones climáticas extremas. Por ello, se privilegiaron áreas geográficas como los Urales y la estepa siberiana, que contaba con el importante centro de Novosibirsk donde se situaba una sede de la Academia de las Ciencias de la URSS. No había carteles ni indicaciones para llegar a ellas y tampoco aparecían señalizadas en los mapas.

Las naukogradi tras la caída del Muro de Berlín

Imagen: Wikicommons

BioTechnopark KoltsovoImagen: Wikicommons

Con la desintegración de la Unión Soviética a partir del año 1991, las naukogradi entraron en crisis. Se redujo drásticamente la inversión estatal y gran parte del personal científico abandonó el país. Los que se quedaron en el territorio trabajaron para favorecer la descentralización, la independencia respecto al estado y la transición hacia los nuevos modelos de mercado.

Actualmente, en Rusia siguen proliferando ciudades científicas cuya existencia es, en su mayoría, de dominio público, aunque todavía siguen existiendo algunas ciudades cerradas. Muchas se emplazan en los mismos puntos en los que se situaban sus antecesoras, como el instituto de Óbninsk. Herederas del período soviético, desde el 1999 disfrutan de un estatus jurídico propio que las reconoce como naukogradi y que tutela el trabajo intelectual y científico que se realiza en ellas. Suelen estar especializadas en sectores tecnocientíficos concretos. Se dedican a las telecomunicaciones, la investigación médica y farmacéutica, la aeronáutica, el desarrollo armamentístico o la energía.

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