El cómputo del tiempo entre los mayas
La civilización maya utilizó un complejo sistema de calendarios para computar el tiempo.
Un tiempo relativo
Lejos de ser universal, el concepto del tiempo y su misma división han variado de comunidad humana a comunidad humana. Si en las sociedades agrícolas eran las estaciones y los ciclos de las cosechas los que determinaban la organización anual de trabajo, en las sociedades industriales lo hacían los turnos en las fábricas.
Esta variabilidad conceptual también se observa en la civilización maya. Los mayas concebían el tiempo de manera tanco cíclica como linear. Tomaban en consideración la repetición de fenómenos como las estaciones y los ciclos lunares, que se combinaba con un concepto profano del tiempo que fluye del pasado al futuro y en el que los hechos que se suceden son, fundamentalmente, irrepetibles.
El calendario maya

Altar Quiriguá
Los mayas ocuparon los territorios de Centroamérica de Guatemala y Belice, así como parte de México, Honduras y El Salvador. Su historia se extiende en una cronología amplia que cubre desde el 1800 a.C., aproximadamente, hasta el siglo XVII de nuestra era y, en su historia, el cómputo del tiempo se convirtió en una verdadera ciencia.
Los mayas organizaban el tiempo en base a varios calendarios cíclicos que les permitían calcular con precisión fechas de rituales. Se desconoce la fecha de creación de estos almanaques, aunque se les atribuye un origen en torno al 1000 a.C. El calendario tzolkin tenía una duración total de 260 días que se dividía, a su vez, en ciclos de 13 y 20 días. Cada uno de los días se nombraba combinando las 20 denominaciones de los días de cada ciclo con la respectiva designación de los números del 1 al 13. Los días se representaban con forma animal y se les atribuía un carácter divino, de manera que se los dotaba de vida y capacidad de acción.
Junto al tzolkin, los mayas utilizaban otro calendario, el haab, establecido en base a las estaciones. Se extendía durante 360 días, divididos en 18 períodos de 20 días a los que se sumaban 5 días fuera del tiempo. Las fechas del calendario tzolkin y del calendario haab únicamente coincidían cada 52 años. Otras comunidades históricas mesoamericanas, como los zapotecas, los toltecas y los aztecas, compartían con los mayas estos sistemas de cómputo del tiempo.
Junto a la idea de un tiempo cíclico que se repite periódicamente, los mayas también manejaban un concepto linear del tiempo en el sistema de cuenta larga. En él, se marcaban los días que habían pasado desde el principio de la era maya, que habría dado inicio en el año 3114 a.C. según el calendario gregoriano. Se calculaba a partir del ciclo solar y se estructuraba en una serie de ciclos interrelacionados entre sí: el piktún tenía una duración de 8000 años; el baktún, de 400 años; el katún, de 20. El tun equivalía al año; el uinal, a un mes de 20 días, y el kin, al día solar.
Los mayas registraron en monumentos de piedra los grandes eventos políticos o hechos de importancia, utilizando para ellos glifos que se inscribían en los objetos de material duradero. Un ejemplo lo constituye el Altar L de Quiriguá, que representa al gobernante K’awiil Yopaat de Quiriguá y que porta, entre otras fechas, aquella en la que el rey se reunió en Copán con el monarca K’ahk’ Uti’ Witz’ K’awiil.
La importancia de dominar la ciencia del tiempo

Zodíaco maya
El movimiento solar es el elemento que construye el tiempo, los días y los años. En sociedades agrícolas de una cierta complejidad, como la maya, con una población creciente, saber computar el tiempo aseguraba la supervivencia social y económica del grupo.
Los días podían ser fastos o nefastos, esto es, propicios o de mal augurio. La determinación de su carácter fausto o desafortunado era esencial para la celebración de rituales y ceremonias. En la civilización maya, los guardianes del tiempo tenían la responsabilidad de calcular fechas de una manera que respetase el orden divino y que contase con el beneplácito de las fuerzas que operan en el universo.
El tiempo representaba el orden cósmico. El final de cada ciclo implicaba el inicio del siguiente , una renovación constante expresada por un movimiento circular constante. Esa ciclicidad mantenía a raya el mal y las fuerzas que amenazaban con desintegrar la sociedad. En esa repetición consciente, la muerte de un ciclo permitía el nacimiento del siguiente. El poder de los gobernantes en la época clásica maya (200-900 d.C., aproximadamente) derivaba, en gran medida, de su capacidad para computar el tiempo, para gobernarlo y encarnarlo. El rey, en cuanto encarnación del sol, se tomaba como la representación física del tiempo.