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Herculano, la otra Pompeya

Situada a los pies del terrible Vesuvio, la ciudad de Herculano, como la de Pompeya, también sucumbió a la erupción volcánica que arrasó la costa napolitana en el año 79 d.C.

Erica Couto

La erupción

A unos 16 quilómetros al norte de Pompeya, con el Vesuvio a un lado y el Golfo de Nápoles al otro, se encuentra el yacimiento arqueológico de Herculano. Ahora declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, hace 2000 años la erupción imprevista del volcán sorprendió a sus habitantes en la cotidianidad de la vida. A pesar de la tragedia que tal catástrofe natural lleva aparejada, este hecho terrible ha permitido reconstruir aspectos esenciales de las actividades económicas, sociales y culturales de la Roma antigua.

Corría el año 79 d.C. cuando dio inició la colosal erupción del Vesuvio. Las nubes abrasadoras volvieron el aire irrespirable, mientras que el lapilli, las cenizas y el barro avanzaron inexorables hasta acabar sepultando la ciudad bajo veinte metros de material lávico. Centenares de habitantes fueron sorprendidos por la lava a orillas del mar mientras esperaban a ser rescatados. La violencia del fenómeno natural incluso devoró un barco de ayuda junto a toda su tripulación, pero fue esa misma violencia la que logró preservar las estructuras arquitectónicas, la decoración y los objetos de la vida cotidiana como en una gigantesca gota de ámbar.

Las casas de Herculano

Imagen: Wikicommons

Neptuno AnfititreImagen: Wikicommons

Los primeros hallazgos se produjeron en el siglo XVIII de forma casual, mientras un labriego, Ambrogio Nocerino, realizaba la ampliación de un pozo de irrigación en su huerto. Auspiciadas por los Borbones, las primeras intervenciones sacaron a la luz los restos de un teatro que se había proyectado para acoger un aforo de hasta 2500 espectadores. A lo largo de los siglos siguieron otros descubrimientos revelaron la realidad sofisticada y culturalmente rica de esta ciudad de menores dimensiones respecto a la gigantesca Pompeya.

Construidas en el interior de una muralla que rodea la ciudad, las casas porticadas miraban al mar de Nápoles y contaban con jardines y huertos. Las construcciones más cercanas a la costa incluso disponían de rampas que proporcionaban acceso directo a las aguas. Aunque los espacios domésticos eran más pequeños que aquellas construidos en Pompeya, desplegaban una gran riqueza decorativa. La conocida como Casa dell’Albergo, la más grande de la ciudad, poseía un huerto y un complejo termal con salas decoradas, además de un suelo de mosaico en el que se adivinan motivos de delfines posicionado en el calidarium. El balcón de la Casa a Graticcio todavía puede observarse en el presente.

Los programas decorativos de las casas muestran una notable suntuosidad que todavía hoy puede observarse en el fresco de la Casa del Gran Portale o en las pinturas de la Casa de Neptuno y Anfititre, ornamentada por una rica decoración con escenas de caza que incluye la representación de la pareja formada por las dos divinidades del mar que dan nombre a la casa, es decir, Neptuno y Anfititre. En el interior de las casas también se han identificado espacios de culto y nichos destinados al culto de los familiares difuntos, en los que se disponían efigies de los muertos.

Una ciudad próspera

Imagen: Wikicommons

Palestra HerculanoImagen: Wikicommons

Herculano poseía talleres y tiendas que ofrecían bienes de todo tipo, desde alimentos hasta joyas y piezas de vidrio, al igual que establecimientos públicos como la Taberna de Príapo, nombrada así por el fresco del dios que la decora. En un almacén de vinos todavía se preserva una columna decorada con frescos que representan jarras de vino, junto a las respectivas indicaciones de su precio. Las fuentes públicas dedicadas a divinidades como Neptuno y Minerva funcionaban como lugares de encuentro y puntos fundamentales para la provisión de agua. Las casas más ricas de Herculano contaban con canalizaciones de agua que llevaban el preciado líquido desde las fuentes públicas hasta el interior de las habitaciones domésticas. El foro estaba situado en el extremo occidental del decumano principal, en el que se emplazaban los edificios públicos. Junto a los mercados, Herculano también poseía varios edificios termales, entre los que destacan las Termas Centrales, que contaban con espacios septados para hombres y mujeres, y las Termas Suburbanas.

En el yacimiento se han preservado, igualmente, numerosos objetos cotidianos de materiales perecederos como la madera. Si bien carbonizados, de las cenizas de Herculano se han rescatado puertas, armarios, mesitas y camas que se presentan en sus formas originales, con la estructura íntegra y una rica decoración marqueteada. Tampoco faltan las joyas, los anillos de oro y plata, las pulseras y los cameos que adornaron los cuellos y brazos de la población de la antigua ciudad. Incluso las tablillas de cera en las que un liberto de nombre Cominius Primus anotó toda la información necesaria para realizar transacciones comerciales y gestionar sus propiedades se han podido rescatar.

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