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El parto: breve historia de las posiciones para dar a luz

El parto no implica únicamente el acto biológico de la reproducción, sino que también es un área en el que se expresan cambios culturales, sociales y tecnológicos. Repasamos cómo ha cambiado en la historia la posición para dar a luz y las motivaciones que llevaron a esta transformación.

La forma tradicional de dar a luz en la mayoría de las comunidades humanas apuesta por la posición vertical de la parturienta. Algunas representaciones artísticas en frescos, relieves y placas procedentes del antiguo Egipto, India y Mesoamérica muestran ya figuras femeninas que paren desde una posición erecta. La propia Organización Mundial de la Salud recomienda en sus protocolos el parto vertical en los embarazos de bajo riesgo. Ya sea de pie, acuclillada, arrodillada o en posición de cuadrupedia, se ha reconocido que la verticalidad incrementa la autonomía de la parturiente, facilita la tarea de empujar y reduce los dolores de las contracciones. Además, el bebé tiene más espacio y la fuerza de gravedad contribuye a que entre en el canal de nacimiento con mayor rapidez.
Tradicionalmente, durante el alumbramiento la mujer recibía la ayuda de las mujeres de su entorno, madres, amigas y vecinas, a cuyos brazos se apoyaba para incrementar la fuerza de empuje mientras la comadrona recibía al bebé. Esta posición proporcionaba a la parturienta un mayor grado de maniobrabilidad y una participación más activa en el proceso. A lo largo de la historia, se tiene constancia del uso de potros y sillas de parto, muchos de los cuales contaban con una concavidad en el asiento que permitían una recepción ágil del neonato en manos de la comadrona. Según apuntan algunas evidencias, como la representación de la Sala del Nacimiento de Amenhotep III en la Casa del Nacimiento de Luxor, estos taburetes ya se habrían usado en el antiguo Egipto, mientras que algunos siglos después, el autor y médico griego Sorano de Éfeso también aconsejaba su uso en su tratado ginecológico Gynaecia.
Imagen: Wikicommons

Escena partoImagen: Wikicommons

Los primeros pasos hacia la adopción de la postura horizontal como posición preferente durante el parto se dan en época moderna.  En 1598, el cirujano francés Jacques Guillemeau alaba el parto en posición reclinada, aduciendo que proporcionaba mayor comodidad a la madre. Esta paulatina defensa de la posición supina se produce, además, en el marco de una serie de polémicas y debates que tienen como protagonistas a los cirujanos-barberos y los profesionales de la medicina universitaria, por un lado, y a las comadronas y practicantes tradicionales del parto, por otro. Cirujanos y médicos se atribuyeron una mayor preparación en los asuntos del cuerpo y la terapéutica, arrinconaron a las matronas y redujeron paulatinamente su ámbito de acción. De hecho, los cirujanos ocuparon poco a poco los espacios de práctica médica de las parteras, especialmente en lo que atañía a aquellos casos en los que se presentaban complicaciones. La presentación del embarazo y el parto como un estado patológico justificó ese desplazamiento de las parteras en la asistencia y su sustitución por médicos.
Médicos y quirurgos dieron prioridad a la posición supina por otros motivos: para los galenos, resultaba la más cómoda para inspeccionar a la parturienta e intervenir en el alumbramiento en caso de necesidad. La nueva posición, además, facilitaba el uso de los fórceps, un ingenio que probablemente se habría utilizado ya en la medicina griega y cuyo uso retomó Ambroise Paré a finales del siglo XVI, aunque sin gran impacto médico entre sus contemporáneos. Algunas voces incluso sostienen que fue el rey francés Luis XIV el que impulsó la práctica del parto en la cama. Un interés desmedido por presenciar en vivo el parto de las mujeres y su firme intención de que nada obstaculizase una visión clara del proceso explicaría, a decir de algunos historiadores, la popularización de la posición horizontal.
El cambio en la posición adoptada para parir, por tanto, responde a las exigencias de los especialistas médicos, a los cambios en el uso del instrumental médico y a una progresiva medicalización del parto. La posición litotómica, que consiste en la reclinación total sobre la espalda con las piernas alzadas y que se usa actualmente en muchos hospitales y salas de parto, se creó, en origen, para eliminar cálculos en el sistema urinario y la vesícula. Pergeñada en el siglo XVI y utilizada con regularidad a partir del siglo XVII, se aplicó en el campo de la ginecología porque facilitaba el acceso médico al área del perineo en caso de complicación. Poco a poco, acabó por adoptarse también en los partos normales hasta convertirla en la posición de parto aceptada y reconocible por el común de la población. Aunque en las zonas rurales y las pequeñas comunidades las mujeres siguieron adoptando la posición vertical durante el parto, dar a luz en la cama se volvió algo cada vez más habitual y esta postura, que se asociaba además a la asistencia hospitalaria y a la práctica médica académica, se expandió por el occidente europeo hasta desplazar los modos tradicionales de parto.

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