La Calderona una mujer ‘actual’ en el siglo XVII
El azar no jugó a su favor, pero hoy ocupa un lugar en la historia como auténtica superviviente de una época dura y difícil para las mujeres.
María Calderón (1611-1646), también llamada Marizápalos, podría ser uno de los personajes de Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617), de Cervantes, o incluso de una comedia de enredo de Lope de Vega (1562-1635). O, ¿por qué no?, protagonista también del elenco de La casa de papel (2017). Su vida transcurrió entre aplausos, envidias, lances, sorpresas, sustos y misterios. Difícil identificar su rostro en un brillante Siglo de Oro acuciado por una importante crisis financiera, continuos estragos políticos dentro y fuera de nuestras fronteras, rabietas y enfados regios, conspiraciones cortesanas y festejos populares. Mucho espectáculo.
Niña expósita, fue adoptada por Juan Calderón, hombre de teatro. Se convirtió en favorita de Felipe IV a los 16 años, cuando debutó como actriz en el Corral de la Cruz. El rey, flechado de amor, le exigió abandonar su prometedora carrera teatral. A partir de este momento, su biografía se confunde con la de su hermana Juana en un juego de espejos; complicado dilucidar lo propio de una y de otra. El tiempo se ha enredado en su acontecer vital y ha hecho de ella una leyenda en la que no falta de nada: matrimoniada para sobrevivir socialmente, simultaneó sus amoríos reales con otros varones; provocó la ira de la reina Isabel de Borbón por una cuestión de balcones y palcos para asistir a las funciones festivas tan del gusto de la época; madre de Juan José de Austria, bastardo como ella y bautizado como “hijo de la tierra” al ser de “padres desconocidos”, lo apartaron de su lado para ser educado a la manera de un príncipe; monja y abadesa en un monasterio manchego, donde acabó recluida por deseo expreso del rey, hay quien dice que huyó y llegó a comandar a bandoleros levantinos en la sierra del norte de Valencia...
Genio vital e ilusión de trascender
El azar no jugó a su favor, pero hoy ocupa un lugar en la historia como auténtica superviviente de aquellos momentos duros y difíciles para las mujeres, a merced del gusto y capricho masculinos. Habrá algunos que la tildarán de oportunista, casquivana y pendón desorejado. Difícil separar el mito romántico de la realidad genuina. El final de sus días provoca más confusión y la leyenda se acrecienta: quizá murió protegida entre las paredes monacales o empobrecida y asistida por el limosneo de artistas. Todo podría ser cierto en la vida de la gran bailarina y prometedora actriz. El poeta checo Jaroslav Vrchlický (1853- 1912) le dedicó el drama María Calderón. Convulsiones personales y turbulencias amorosas y afectivas jalonaron el camino de la fémina respondona que no le hizo ascos a los regalos de quienes se los ofrecían, convencida de que su paso por este mundo no iba a ser un camino de rosas: opulencia, escenarios, recogimiento, fama, arte y naturaleza. Genio vital e ilusión de trascender. Una mujer multitask, diríamos hoy.