La historia de los niños de los azotes
Figuras de la nobleza que durante siglos asumieron los castigos físicos de los príncipes
El término chivo expiatorio se ha convertido actualmente en una frase muy clara: encontrar alguien a quien culpar del infortunio, aunque no tenga nada que ver con ello. Este término está presente en la Biblia por lo tanto se ha usado desde al menos 2000 años (aparece en Levítico 16, del Antiguo Testamento). Un uso similar tiene cabeza de turco. Aunque no es tan antigua esta frase tiene un propósito similar. Surgió en los tiempos de las Cruzadas, cuando los sarracenos eran archienemigos de los cristianos y quien cortara una cabeza de estos y la expusiera públicamente en una pica se convertía en un héroe… al tiempo que el “trofeo” era culpado por todas las desgracias de la batalla.
Ambas frases describen una conducta y son pocos los chivos expiatorios y menos aún las cabezas de turco que han pasado a la historia con nombre y apellido. Pero quienes sí han pasado a los libros con todos los datos son quienes desempeñaban una “profesión” muy similar a cabezas de turco o chivo expiatorio: los niños del azote.
Durante los siglos XV y XVI, cuando el derecho divino de los reyes era una idea muy aceptada, y se consideraba que nadie podía castigar a los príncipes que se comportaban mal (habían sido elegidos por Dios), las reprimendas a los futuros regentes recaía sobre sus padres, pero ellos estaban en guerra, en asambleas, ocupados con sus amantes o esposas (o con ambas) y no les importaba ni la educación y menos el castigo a sus vástagos. Para “equilibrar” esto se creó la figura del niño de los azotes, jóvenes que recibían castigos físicos en lugar del noble de turno.
Hartley Coleridge (hijo del poeta Samuel Taylor Coleridge y biógrafo de la corte) escribió en 1852, "ser azotado era el privilegio exclusivo de la sangre real ... Fue muy codiciado por los hijos de la nobleza más pobre, como el primer paso en la escalera del ascenso". Por lo general, se trataba de un niño de la alta nobleza (aunque no real) que se criaba con el príncipe y que se convertía en su único amigo. El vínculo resultante hacía que el príncipe se sintiera horriblemente cuando el niño azotado recibía un castigo que estaba destinado a él.
De acuerdo con los relatos, entre los monarcas que tuvieron uno o varios niños de los azotes figuran Conrado, rey de Jerusalén (1228-1254) quien hizo que sus tutores golpearan a doce compañeros en su lugar, según el Cento Novelle Antiche de modo que ·el rey Conrado no se preocupó mucho de actuar mal, por piedad de ellos”.
Henry FitzRoy, primer duque de Richmond y Somerset (1519-1536), cuyo tutor Richard Croke se quejó en 1527 de que el ujier del duque socavaba su autoridad al, entre otras cuestiones, no permitir la entrada a “aquellos muchachos cuyo castigo era necesario para disuadir a su principesco alumno de la repetición de sus faltas”.
Eduardo VI de Inglaterra, Federico IV de Liegnitz, Carlos I de Inglaterra, Luis XV de Francia, también habrían tenido una figura similar. Aparentemente España tampoco se libró de esta costumbre: Francisco Alfonso de la Torre, hijo ilegítimo de Manuel Godoy, fue nombrado apoderado para recibir "bofetadas o azotes", según las memorias de 1898 de François Certain de Canrobert, que sirvió en el ejército francés al mando del propio De la Torre.