¿Quién puso de moda las pelucas para hombres en las cortes europeas?
Detrás de los nombres hay historias de poder, calvicie y sífilis, aunque no necesariamente en ese orden
El rey Luis XIV de Francia, también conocido como el Rey Sol, fue uno de los marcas más poderosos de Francia y el que más tiempo se mantuvo en el trono: en total 72 años. Poderoso, patrocinador de las artes, con una plétora de hijos e hijas ilegitimos, Luis XIV era también un monarca extremadamente vanidoso. Encargó más de 300 retratos reales de sí mismo a lo largo de su reinado. Pero sus retratos eran una versión de la realidad. Nada más.
En aquellos tiempos un cabello largo era, en los hombres, un símbolo de estatus entre la élite europea. El problema, para el monarca, es que a los 17 años ya comenzó a perder el cabello y, vanidoso como era, no iba a tolerar que Francia tuviera un rey calvo. La solución fue contratar a cuarenta y ocho peluqueros para que le crearan una enorme variedad de postizos capilares. Es necesario recordar que hasta ese momento quienes en general usaban peluca eran los cortesanos, los calvos y (por algún extraño motivo) los pelirrojos, según explica Georgina Hill en su libro Una historia de la vestimenta inglesa desde el período sajón hasta la actualidad.
Pero Luis XIV no solo puso de moda la peluca, sino también un estilo particular, en el que una linea central dividía la cascada de cabello ( de humano, cabra o caballo) que caía a los lados. Su uso, por imitación y deseo de agradar, se volvió tan popular que la palabra francesa para designar a este postizo, perruque, llegó al español y la R cambió a la L por la influencia de pelo según la RAE. El rey Carlos II de Inglaterra también se sumó a la moda y la impuso en las islas británicas. En aquellos tiempos cada peluca podía costar cerca de 500 euros actuales, lo que hizo que se convirtieran en un símbolo de estatus. Y también de salud.
Europa recién salía de una epidemia de sífilis que se había llevado por delante a más de 5 millones de personas. Y junto a las pústulas y las llagas, la calvicie era otro de los síntomas, de ahí que resultara inadecuado para las altas esferas, evidenciar caída del cabello. Pero al precio de las pelucas también hay que sumarle el mantenimiento. Debido al olor provocado por el sudor, era casi imposible cuidarlas en el hogar. Un remedio casero era usar polvo de almidón de maíz perfumado con naranja y lavanda. Pero lo aconsejable era enviarla al maestro peluquero que las hervía y las volvía a peinar.
La moda duró poco menos de 100 años y su uso se perdió por varios motivos. Las guerras en Europa y en las colonias propiciaron el uso de un corte de cabello más natural, el absolutismo monárquico comenzó a desaparecer y cuando se produjo la revolución americana, las pelucas se asociaron con Gran Bretaña y la monarquía, lo que hizo que se rechazara su existencia. Finalmente, el último clavo en el ataúd fue cuando el primer ministro británico William Pitt puso fin de manera efectiva al su uso con un impuesto sobre el polvo de la peluca en 1795.