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La historia de los “negros blancos” de Haití

Durante una época los polacos que reclamaran la nacionalidad haitiana la tenían garantizada, ¿por qué?

En ciertas ocasiones hacer algo malo puede terminar en una buen resultado. Eso podría ser válido para la historia de finales del siglo XVIII, en pleno hervidero independentista del continente americano y con la Revolución Francesa aún fresca en la memoria, en la sangre y en la tinta.

Todo comenzó en 1791 cuando se desató una revolución de esclavos en la colonia francesa de Saint-Domingue, actual Haití. Inspirados por los ideales de la Revolución Francesa, miles de esclavos se sublevaron y fueron liderados por  Toussaint Louverture un antiguo esclavo y primer general de afroamericano del ejército francés. El conflicto duró hasta 1804 y el 1 de enero de ese año, Haití declaró su independencia convirtiéndose en la primera nación independiente de América Latina y el Caribe, la segunda república del continente, el primer país en abolir la esclavitud y el único estado en la historia establecido por una revuelta de esclavos exitosa.

Pero lo sucedido entre 1791 y 1804 guarda una historia poco conocida: la de los “negros blancos de Haití”. En 1802, tras años de lucha y viendo que la batalla se estaba perdiendo en esta región, Napoleón Bonaparte decide enviar tropas a la isla para recuperar el control. El gobernante francés decidió enviar numerosas tropas a La Española para reconquistar la colonia más rica de Francia y volver a poner grilletes a los esclavos recientemente liberados. Napoleón respondió con unos 20.000 soldados entre los que se incluían soldados polacos conocidos como las legiones Dąbrowski. ¿Cómo llegaron allí? Pura política. En 1797, Austria (de los Habsburgo), Prusia y el Imperio Ruso firmaron un tratado que disolvió la mancomunidad polaco-lituana. Muchos soldados polacos emigraron a Francia y se unieron al ejército francés creyendo que los galos les ayudarían contra los ocupantes de su tierra. Bonaparte se aprovechó de esta necesidad para usarlos como carne de cañón.

Así fue como, en 1802, llegaron al Caribe, unos 5.000 soldados polacos creyendo que su guerra era para quedar bien ante Napoleón, pero habían sido engañados para ir a una isla de la que nada sabían. Los mandos franceses obligaban a los polacos a situarse en primera fila de batalla, no les pagaban lo acordado, sus raciones eran exiguas y eran tratados de forma peyorativa. No les faltó mucho para darse cuenta que recibían un trato similar al de los haitianos y se aliaron con ellos uniéndose ala lucha por la independencia de Haití, aún cuando parecían llevar las de perder.

El problema fue que, si bien los franceses se alzaron con una victoria temporal, no cumplieron su promesa de anular la esclavitud. También llevaron a cabo asesinatos en masa y muy pronto volvió el descontento y en 1804 ganó la revolución: los haitianos adopataron una nueva constitución y la isla se convirtió en Haití. La nueva constitución garantizaba que  cualquier polaco que deseara convertirse en haitiano se le garantizaría la ciudadanía. “Los polacos – señaló el primer presidente de Haití, Jean-Jacques Dessalines – son los "negros blancos de Europa” ya que habían compartido con los haitianos una historia de opresión y desprecio. Este respeto por los polacos se mantuvo hasta mucho tiempo después: pasado más de un siglo, François Duvalier, presidente de Haití entre 1957 y 1971, usó esas mismas palabras "negros blancos europeos”, para referirse al pueblo polaco y glorificar su patriotismo.


De los 5200 polacos que llegaron a Haití, murieron unos 4000, la gran mayoría de fiebre amarilla. De los que sobrevivieron, algunos se convirtieron en piratas y otros viajaron aún más lejos para luchar en diferentes guerras coloniales. Pero unos 400 de ellos se quedaron en el pueblo de Cazale, que aún hoy alberga una zona conocida como La Pologne, La Polonia.

A medida que los polacos se asentaron, sus tradiciones comenzaron a fusionarse con las locales y a crear un sincretismo extraño. El espíritu vudú haitiano Erzulie se unió a la imagen de la Virgen Negra polaca de Częstochowa y la Virgen María, venerado icono polaco, es es ahora una diosa sincrética en el Caribe.

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