La vida de Mary Shelley: mucho más trágica que la de Frankenstein
La autora del clásico siempre sintió que su vida no estaba en sus manos.
Mary Shelley, la autora del clásico de la literatura Frankenstein, no tuvo una vida para nada fácil. Las dificultades a las que se enfrentó exceden con creces aquellas con las que debió lidiar su criatura. Su capacidad de recuperación frente a las tragedias de su vida se puede atribuir, en parte, a la forma en que recurrió a su imaginación y a su hijo, Percy Florence Shelley. Pero la realidad es que Mary Shelley tuvo que convivir con muchos fantasmas.
Es indudable que el relato de Frankenstein tiene que ver con la muerte. No solo encarnada en la criatura, compuesta de partes de humanos muertos, sino especialmente en las muchas muertes que esta criatura provoca voluntaria o involuntariamente: la del hermano menor de Víctor Frankenstein (William), de Justine ( el ama de llaves), del amigo más cercano de Víctor, Henry Clerval, e incluso de su esposa Elizabeth Lavenza. Hay otras muertes presentes en el relato, como la de la madre y el padre de Víctor… Todo podría sonar a trama romántica y gótica, pero estaba inspirada en la vida real. Más precisamente en las experiencias de la propia Shelley. Vamos por partes.
Cuando apenas tenía 10 días de vida, la madre de Mary Shelley murió. Cuando tenía 19 años murió su hermana Fanny (hija de la madre de ambas y del diplomático Gilbert Imlay). Y al poco tiempo falleció Harriet, la primera esposa de Percy Shelley. Ambas se quitaron la vida.
Pero hay más. Su primera hija, Clara, murió a las pocas semanas de nacer: Mary apenas tenía 17 años. Pocos años después, el matrimonio decide huir de Inglaterra (los acreedores perseguían a Percy) y deciden viajar por Italia. Allí fueron felices por un tiempo…muy breve. Clara Everina, la segunda hija de Mary Shelley, muere en septiembre de 1818 en Venecia, y William (su otro hijo) enferma de malaria y también muere, en junio de 1819. Mientras esto ocurre, Mary está embarazada de su cuarto hijo, Percy Florence Shelley, quien nació en noviembre de 1819…y viviría hasta los 70 años: una de las pocas alegrías de la vida de Shelley.
De hecho, apenas comenzó 1819, mientras se encontraban en Nápoles, registraron una niña de dos meses como hija suya: Elena Adelaide Shelley. Por esto fueron denunciados por un matrimonio que trabajó para ellos, quienes aseguraban que no era hija de los Shelley. Si esto era verdad o no, siguen siendo un misterio. Lo que se sabe es que la pequeña Elena murió un año después. Era obvio que la muerte, de un modo u otro seguía rodeando a Mary Shelley. Dos años después Mary Shelley queda embarazada…pero casi muere por un aborto espontáneo: de no ser por su marido, Percy, que la metió en una tina con agua helada para detener la hemorragia mientras esperaban por los médicos. Y finalmente, ese mismo año, llegó el golpe de gracia: dos semanas después del aborto, Percy se embarcó en una excursión marina y nunca regresó. Mary tenía apenas 24 años de edad, había perdido 4 hijos, a su hermana, a su madre, a su marido, a sus mejores amigas, había huido de su país y ahora estaba sola y con un niño muy pequeño.
Evidentemente la personalidad de Shelly, de algún modo necesitaba mantener la tragedia a su alrededor. Cuando el cuerpo de su marido fue incinerado, un amigo que asistió a la ceremonia notó que algo no se quemaba: aparentemente el corazón de Percy (posiblemente calcificado por la tuberculosis) no había ardido. Mary se quedó con él y, cuando murió, en 1851, encontraron el corazón de Percy en el cajón de su escritorio, envuelto en una hoja de poesías que ella había escrito, junto con mechones de cabello de sus hijos Clara y William.