Los aztecas: entre maíz, cerámica y textiles
Campo y ciudad, producción y consumo y los vínculos entre estos, materializados en el Imperio como comercio y tributo, son los puntales de la economía mexica. Y la importancia de cada uno de estos sectores está en estrecha relación con la evolución de la entidad política de la que estamos tratando.
Comencemos por la producción, en la que apenas hubo innovaciones del Imperio. La tradición mesoamericana fue la responsable de la producción de alimentos y materias primas y la transformación de estas en productos manufacturados. En la mayoría de los lugares, el consumo local era la norma y pocos excedentes quedaban para el comercio. Una gran cantidad de personas producían todo lo que necesitaban, o casi, y ejercían diversos oficios. También había artesanos de tiempo completo, que elaboraban productos de mayor calidad entre los que podemos destacar la cerámica, los textiles, las joyas y la plumería. Los centros de organización y control de la producción solían ser los palacios de los señores, tanto más importantes cuanto más ascendemos en la escala política. El maíz, el frijol, la calabaza y los chiles eran los productos más importantes, base de la dieta mesoamericana, junto a multitud de frutas y hortalizas. Destacan por la trascendencia que han tenido después los tomates, en sus distintas variedades, y el cacao. Y una mención especial hay que hacer del maguey, una planta de la que se aprovechaba todo; incluso era utilizada para cercar los campos. Es importante señalar que en Mesoamérica no hubo ganadería, solo se criaban para comer pavos y un tipo de perros, pero la dieta era complementada con la pesca y la caza, que incluían animales que los europeos calificaron de “sabandijas”, entre los que podemos destacar a los chapulines, una especie de saltamontes.
La agricultura dependía, como es lógico, del hábitat. Dado que nos encontramos en una zona tropical, la variable más importante es la altitud, y la planta que más se adaptó a los distintos climas, el maíz. Crecía desde el nivel del mar hasta más de 4.000 metros de altitud. La lluvia fue un factor determinante en los ciclos agrícolas, minimizando en muchas regiones la necesidad del riego y posibilitando, en combinación con las temperaturas, la recogida de varias cosechas a lo largo del año, como ocurría en las tierras bajas, calurosas y húmedas de la costa del Golfo de México. Pero no todas las regiones tuvieron esa disposición. Hubo que aplicar el riego en zonas que lo necesitaban y donde los ríos lo permitían, o inventar formas de aprovechar la humedad y la topografía, como los cultivos en las laderas de las montañas fabricando andenes con muros de piedra. Eso multiplicó la cantidad de tierras disponibles y elevó la fertilidad, al mismo tiempo que alargaba la vida de los campos.
Pero el cultivo estrella fue el de las chinampas. Aunque era un invento más antiguo, alcanzó su mayor desarrollo en los lagos de la cuenca de México en tiempos del Imperio. Básicamente eran parcelas ganadas a las aguas mediante la acumulación de tierra enterrenos delimitados por árboles. La humedad era así constante, y la fertilidad se mantenía extrayendo limo de los canales que quedaban entre las chinampas y depositándolo encima de estas. Con ello, además de mantener la fertilidad, se conseguía que los canales no se cegaran. Otra de las particularidades que multiplicaron la productividad de las chinampas fue que se sembraba en semilleros y solamente se trasplantaban las plantas que habían germinado.
Además, se practicaba el cultivo conjunto del maíz, el frijol, la calabaza y el chile, algo tradicional en Mesoamérica. De esta manera, se conseguían varias cosechas simultáneas y una elevada productividad. Y como la operación se podía repetir varias veces al año, la producción fue suficiente para dar de comer a gran parte de la gente que vivía en la ciudad. También se sembraron tomates y hortalizas y se plantaron árboles frutales. Y una ventaja más: estaban al lado de la ciudad de Tenochtitlán, por lo que el costo del transporte se minimizaba. Las canoas se cargaban a pie de chinampa y los productos podían distribuirse por vía acuática hasta los distintos mercados de la ciudad. No olvidemos que había “calles de agua”, es decir, canales, y otras en que coexistían canales y calzadas.
Mercados, los grandes centros del comercio
Ciudades había por todas partes, pero las mayores se encontraban en el Valle de México, con Tenochtitlán y Texcoco a la cabeza. La primera era con mucho la más grande, y su crecimiento sostenido a lo largo del siglo XV hizo que su demanda de alimentos fuera cada vez mayor y que también creciera la especialización laboral de sus habitantes.
En Tenochtitlán apenas había agricultores. La mayoría de la gente trabajaba en asuntos relacionados directamente con el mantenimiento de la misma ciudad, entre los cuales podemos destacar a albañiles, carpinteros, lapidarios, limpiadores, servicio doméstico y sobre todo vendedores de todos los productos necesarios. También había maestros, sacerdotes y personas ocupadas en la administración del Imperio. Había varios mercados en la ciudad, pero el principal era el de Tlatelolco, donde se podían encontrar alimentos crudos y cocinados, hilos, telas y vestidos, herramientas y materias primas, joyas y cosméticos, cerámica y utensilios domésticos; trabajadores llamados ganapanes que llevaban cargas, operarios de distintos oficios, casas donde comer y beber “por precio”, barberos, etc. Todo ello organizado y supervisadopor las autoridades.
Sin lugar a dudas, el mercado era el centro neurálgico de la vida diaria y en Tenochtitlán tenía lugar todos los días, mientras que en otras ciudades los había cada cinco días o cada veinte, según la importancia de cada sitio. Algunos tenían alguna especialidad, como los perros criados para comer o los esclavos, pero se cree que finalmente formaban parte de una red de comercio muy extensa. Probablemente, muchos vendedores formaban parte de redes de producción y distribución en las que con seguridad había división del trabajo por sexos y edades. Por ejemplo, fray Bernardino de Sahagún habla de las vendedoras de pescado y no es descabellado suponer que formaran parte de familias de pescadores y que vendieran lo que estas pescaban. Y lo mismo se puede decir de casi todos los vendedores. Reconocemos tres tipos de estos: los que vendían el excedente de lo producido por su familia, los que formaban parte de una red de producción destinada a la venta en el mercado y los llamados “regatones”, que se parecen a nuestros intermediarios (compraban en un lugar para vender en otro).
Había artesanos en el mercado, que elaboraban sus productos in situ ,como pasaba con los fabricantes de cuchillas de obsidiana. Es posible que obtuvieran sus materias primas y sus herramientas en el mismo mercado, pero también podían obtenerlas en otros lugares, o ser parte de una cadena productiva. Lo que no acaba de estar claro es qué pasaba con las mercancías no vendidas al final del día. Podría tener que llevárselas cada uno y volver con ellas al día siguiente, y podría haber una suerte de almacenes en los lugares de venta, lo que nos llevaría a plantearnos la existencia de vigilancia nocturna. Lo que está claro es que era un sector que funcionaba bien, así que tendrían resueltos estos asuntos aunque nosotros no sepamos cómo lo hacían.
Comercio exterior
Aunque el consumo solía ser local, el intercambio iba mucho más allá. También existía un comercio de larga distancia en el que caravanas de distintos tamaños recorrían la tierra para abastecer a la ciudad de productos exóticos, generalmente objetos de lujo: oro, piedras preciosas, plumas, el valioso cacao, ungüentos, etc. En general, mercancías con una beneficiosa relación peso-precio.
La carrera de un comerciante comenzaba siendo un aprendiz que viajaba a las órdenes de otros y, tras varias campañas exitosas y la acumulación de ganancias, podían organizar sus propias expediciones. Si tenían éxito, accedían al estrato superior:sus mercancías participaban en expediciones, pero ellos no sufrían los riesgos de los viajes. Y es que viajar era un peligro. Las caravanas solían llevar escolta armada e incluso, a veces, actuar como un ejército. Las expediciones podían durar varios años y adentrarse en territorio enemigo. Además, no solo se comerciaba dentro de los límites del Imperio, ya que a veces la única manera de conseguir algunas mercancías era comerciar con lejanas regiones productoras o conseguirlas en alguno de los puertos de intercambio (a manera de puertos francos o ferias) donde convergían mercaderes de todas partes. El oficio de mercader se hacía aún más peligroso cuando actuaban como espías al servicio del poder central del Imperio o pochtecas. Se dice que había mercaderes que acudían disfrazados a los mercados de potencias enemigas y, mediante la observación y su dominio de diferentes lenguas, conseguían información que hoy día calificaríamos de delicada o reservada.
El tributo
Hoy día sabemos que no todos los lugares sometidos al Imperio pagaban tributo en especie, pero sí había centenares de pueblos que lo hacían. Tenemos una información detallada de lo que se pagaba y quién lo hacía en dos códices( Matrícula de Tributos y Segunda Parte del Códice Mendoza ) y en un documento del año 1554 del Archivo General de Indias ( Información de los tributos que los indios pagaban a Moctezuma ). En ellos figura una agrupación de pueblos en provincias, con expresión de lo que pagaban en conjunto. Durante mucho tiempo se pensó que los pueblos que aparecían eran los tributarios, pero ahora sabemos que no es así, sino que se trata de los lugares donde había algún miembro de la administración imperial. En total tenemos 38 provincias, pero las cantidades y la variedad de productos pagados es muy diferente. También lo es la valoración de los mismos, que aparece en la Información de los tributos... Había provincias que pagaban el equivalente de 10.000 pesos al año y provincias que excedían los 230.000. Probablemente estas diferencias obedecieran tanto a la riqueza de las regiones como a la resistencia que opusieran a la conquista. Y nos permitimos pensar que las cosas podían evolucionar con el tiempo y el comportamiento de los sometidos podía acarrear cambios en lo que a sus obligaciones tributarias respecta.
Los productos más tributados eran las mantas, tanto de algodón como de fibra de maguey. También muchas provincias tributaban trajes de guerrero y grandes cantidades de grano eran entregadas, pero solamente por regiones cercanas a la capital (el transporte, como veremos más adelante, era una variable importante). Maíz, frijoles, chía y huauhtli o amaranto eran los granos principales. El cacao era tributado solamente por regiones productoras, y este es un aspecto importante: no todos los tributos exigidos a las provincias eran producidos en las mismas. En ocasiones tenían que obtenerlos por medio del comercio, el saqueo o la guerra. Además aparecen en los códices joyas, tablas y vigas, miel, plumas ricas, resinas aromáticas, pieles de animales, cerámica y otros utensilios de distintos tipos.
En algunos casos, las cantidades son enormes. Hemos contado millones de mantas de todos los tipos (unos 3 millones al año) o decenas de toneladas de grano (más de 11 millones de kilos al año), aunque algunos autores lo reducen, pues no hay acuerdo total en la manera de contar las medidas que aparece en los códices. Todo depende de la interpretación del sistema de escritura nahua, pero nosotros creemos que las cifras elevadas son las correctas, basándonos en lo escrito en los códices en caracteres indígenas y en las correcciones al texto en castellano del Códice Mendoza . Asumimos que lo que aparece en los códices es lo que se pagaba a México Tenochtitlán.
Por otro lado, sabemos que algunos productos podían ser divididos para que distintos pagadores entregaran cada uno una parte, pero otros no. Así que tenía que haber transformaciones y cambios significativos en la cadena de pago del tributo. Los hombres del pueblo pagaban fundamentalmente con trabajo y con algunos productos como granos, cacao, huevos, chiles, mantas, a sus señores locales; estos, a su vez, pagaban a un señor de rango superior, y así hasta llegar a lo que aparece en los códices. Parece que cuanto más alto era el nivel del pagador, más complejo eralo que tenía que entregar.
Caminos y cargadores
Todo este movimiento de mercancías requería una infraestructura de caminos, posadas y almacenes. Salvo en los casos, escasos, en los que el transporte podía realizarse en canoa o balsa, como ocurría en las proximidades de la capital, el resto era transportado por cargadores. Estos aprendían el oficio desde pequeños e iban adquiriendo fortaleza y resistencia con el tiempo. Los documentos indican que cargaban de promedio unos 23 kg cada uno, y suponemos que eso no incluía su alimento. De ahí la necesidad de que hubiera lugares donde abastecerse por los caminos. Este tipo de transporte no requería caminos tan elaborados como los del Imperio Inca, pero sí rutas abiertas y alguna forma de mantenimiento y seguridad. Con las distancias que había que recorrer, la cuantía del peso que cada uno podía llevar y las inmensas cantidades que solamente el tributo movía, hacían falta miles de cargadores diariamente. No sabemos si en expediciones a tierras lejanas los mismos cargadores hacían toda la ruta o se cambiaban por el camino, a modo de postas.
La moneda
Hemos mencionado entre los tributos pagados el cacao y las mantas. Es el momento de decir que ambos funcionaban como moneda, junto a unas hachuelas de cobre y cañones de plumas rellenos de oro. No todas las mantas eran moneda, ni todo el cacao circulaba de mano en mano, pues una parte importante de la producción era consumida como chocolate. La forma en que la economía podía funcionar era la existencia de medios de cambio, que eran recibidos por los distintos tipos de trabajadores y empleados para comprar lo que necesitaban en los mercados. Existía también el intercambio, sobre todo fuera de las ciudades, pero en la especializada Tenochtitlán y en su centro neurálgico, el mercado, las almendras de cacao fijaban precios, establecían pagos y llegaban incluso a ser objeto de falsificaciones. El uso de la moneda facilitaba la circulación de los productos y permitía a los especialistas, que no producían su alimento, abastecerse del mismo en los mercados.