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El origen de la Vía Láctea, según Tintoretto

Según los historiadores, al parecer el artista cambió esta obra antes de que estuviese concluida por la que podemos ver a día de hoy.

Júpiter, el padre de los dioses, siempre tenía idilios con mortales. Así, de su relaci ón con Alcmena nació el famoso Heracles ( Hércules) , que no era inmortal. Para lograr que lo fuese, Júpiter intentó amamantarlo a escondidas con la leche de su esposa Juno mientras ella dormía. Pero la diosa se despertó sobresaltada y algunas gotas de leche salpicaron el firmamento, convirtiéndose en estrellas.

Jacopo Comin, más conocido como Tintoretto (1518-1594), representa en esta pintura con gran teatralidad el momento culminante de esa leyenda. Muestra a Juno reclinada sobre una cama de nubes en lo alto del cielo; Júpiter aparece dispuesto con un refinado escorzo, sosteniendo al bebé, y alrededor de la escena vemos querubines y puntos de luz.

Esta obra fue ejecutada por el artista no una, sino dos veces. Gracias a las radiografías a las que se suele someter a este tipo de pinturas, se descubrió que debajo del cuadro que podemos observar actualmente se encuentra otro cuidadosamente representado, quizá con algo menos de detalle pero sí con ese aire rápido e impulsivo que caracterizaba a Tintoretto. Según los historiadores, al parecer el artista cambió esta obra antes de que estuviese concluida por la que podemos ver a día de hoy.

Es posible que Tintoretto conociese esta versión de la leyenda de la Vía Láctea gracias a que aparece en un tratado de botánica bizantino impreso en el siglo XVI en Venecia, al que sin duda pudo tener acceso. No obstante, en su entorno estaba el doctor Tommaso Rangone, quien poseía una medalla en la que aparecía Juno amamantando a Hércules, enmarcados ambos por estrellas. Es posible que, como Tintoretto pintó algunos cuadros para él, pudiese haber visto dicha medalla con el tema representado.

Un cliente de alto ‘standing’

Este cuadro no fue adquirido por un ciudadano cualquiera, sino que su comprador fue ni más ni menos que el emperador Rodolfo II, gran amante del arte. Quizá de ahí la premura del artista en retocar la obra que estaba a punto de concluir y casi cambiarla por otra muy distinta.

La representación de la leyenda de Hércules no podía ser más adecuada para el emperador, ya que el héroe mitológico se incluía en la tradición militar familiar de los Habsburgo y al propio Rodolfo le gustaba retratarse con piel de león y maza, atributos propios del semidiós.

Para gustarle al emperador, una obra de arte no debía suscitar tan solo el placer inmediato o sensual, sino ante todo ser enigmática. De hecho, el gusto elitista por descifrar y encontrar correspondencias ocultas en el arte y la literatura es algo muy característico de la época. En este caso, es posible que Tintoretto introdujera en la obra el signo del zodíaco de Rodolfo (el cangrejo, símbolo de Cáncer), según el astrólogo francés Nostradamus. Este se encuentra sostenido bajo las patas del águila.

Bien es sabido que Rodolfo II era un alquimista consagrado. En este cuadro también se pueden observar símbolos relativos a dicha disciplina, como la leche como materia originaria o el sapo y el águila como parte terrenal. En aquellos tiempos, acudían a Praga numerosos científicos –y charlatanes– de toda Europa buscando el amparo del gobernador para estar a salvo de las persecuciones de la Iglesia.

Sea como fuere, es una pintura dirigida al emperador, un amante de la naturaleza y sus leyes, y cuya protección permitió a sendos científicos investigar y trabajar en sus dominios. Gracias a ello, alcanzó la inmortalidad de la fama.

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