I Guerra Mundial: la historia de los perros compasivos
Su objetivo era salvar la vida de heridos o acompañarlos en sus últimos momentos.
Más de 40 millones de personas, de ellos casi 10 millones de militares. Esa es la cifra de seres humanos que murieron durante la I Guerra Mundial. Gran porcentaje de los combatientes murieron solos en el campo de batalla. Pero hubo una pequeña luz en esta oscuridad: los perros compasivos, perros de la misericordia o perros de la Cruz Roja.
Su objetivo era buscar soldados heridos después de la batalla y llevarles primeros auxilios. Para ello llevaban una pequeña mochila con vendas, desinfectante y algunos instrumentos básicos para que los heridos pudieran hacerse los primeros auxilios. Así salvaron más de 100.000 vidas.
Cuando en 1914 comenzó la guerra, Alemania tenía alrededor de 6.000 perros entrenados. Eran capaces de distinguir los diferentes uniformes y solo se centraban en los de su propio bando. Sabían diferenciar entre muertos e inconscientes e iban a buscar ayuda si era este último caso llevando un trozo del uniforme para que puedan reconocerlo. Si se trataba de un soldado moribundo, se quedaba a su lado hasta que se le iba la vida.
Para muchos que sobrevivieron la llegada de estos perros era un símbolo de esperanza: la ayuda estaba cerca.
Inicialmente solo fueron usados por Alemania, de hecho el gobierno británico descartó llevar a la práctica la iniciativa presentada por Edwin Hautenville Richardson, un oficial del ejército británico que tenía experiencia trabajando con perros militares. Richardson no se resignó a la negativa y lo propuso a la Cruz Roja, quienes aceptaron. Al finalizar el conflicto se estima que hasta 50.000 perros sirvieron como consuelo y ayuda.
Se habla de miles de vidas salvadas: al menos 2.000 en Francia y 4.000 soldados alemanes. Entre los más conocidos podemos hablar de Capitán, un perro completamente y con apariencia de lobo, que fue condecorado por ayudar a encontrar 100 hombres en una sola batalla.
Las razas más utilizadas eran los pastores alemanes y los doberman, ambos de origen alemán. Esto se debía principalmente a su inteligencia, resistencia y capacidad para entrenarse incluso para las tareas más peligrosas. Los perros que acompañaban a los soldados en sus últimos momentos, en cambio, eran en general Boxer. Estos se distinguían por su gran lealtad y además de consolar a los heridos y moribundos, también los custodiaban y defendían hasta el final.
Ya en la II Guerra Mundial, luego en Corea y más tarde en Vietnam llegarían otros perros, algunos tan conocidos como Lassie, pero aquellos perros compasivos de la Cruz Roja, fueron los primeros.