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Peste negra: ¿por qué eran puntiagudas las máscaras que usaban los médicos?

Durante la gran pandemia medieval de peste negra alrededor de 70 millones de personas murieron en todo el mundo.

Fue la enfermedad más devastadora en la historia de la humanidad. Provocada por Yersina Pestis, un bacilo que se encuentra en las pulgas de las ratas, que puede transmitirse de animales a humanos y a través de la picadura de las pulgas, el contacto con fluidos o tejidos contaminados y también la inhalación de gotas a través de los estornudos o tos de personas con peste neumónica. Esta pandemia afectó a Eurasia en el siglo XIV con consecuencias tremendas para los habitantes de la época, sobre todo entre 1347 y 1353.

La enfermedad producía ganglios inflamados y adoloridos, piel ennegrecida y otros síntomas, todos ellos igual de repugnantes. Una de las cosas que más llamó la atención en esta Europa medieval fue que los médicos que se dedicaban a cuidar de las víctimas de peste negra portaban un vestuario digno de Halloween: una túnica de pies a cabeza, guantes largos de cuero, gafas y una máscara con un largo pico que tenía dos agujeros, uno a cada lado cerca de las fosas nasales, muy parecido al de un pájaro. También llevaban una vara que les permitía mantener la distancia de sus víctimas, o alejarlas, el equivalente medieval al distanciamiento social actual por la pandemia de la COVID-19 la que nos enfrentamos desde hace más de un año. ¿Por qué motivo eran así?


Las máscaras de la plaga

El objetivo era proteger a los doctores del miasma, el efluvio que desprendían cuerpos enfermos y que se pensaba que conducía al contagio de la enfermedad. De ahí este concepto -totalmente erróneo- sobre la propagación de la enfermedad histórica y el sentido de las máscaras con pico. Todo se remonta a la teoría microbiana de la enfermedad, por la que los médicos creían que este aire envenenado podía causar un desequilibrio en los humores o fluidos corporales de los seres humanos.

Las máscaras puntiagudas tenían, por tanto, la intención de servir de escudo protector para evitar ser infectados por esta enfermedad mortal. Así que para combatir esta amenaza, que según su creencia se propagaba por “aire corrupto”, llenaban el extremo del pico de la máscara con esencias y olores dulces, como flores secas, hierbas y especias de todo tipo. Podías encontrar en ellas canela, miel, polvo de carne de víbora o incluso mirra. Hasta 55 componentes podían llegar a mezclarse en estas máscaras con pico. La forma del pico se diseñó supuestamente para darle al aire el tiempo suficiente para ser limpiado por las hierbas antes de que llegara a la nariz (y evitar así ser contagiado).

La invención de este “uniforme de la peste” fue idea de Charles de Lorme, un médico de la plaga que jugó un papel clave en el tratamiento de muchos miembros de la realeza europea durante el siglo XVII.

Y no solo se utilizó el perfume y las esencias para este vestuario digno de película de terror: “Las calles debían mantenerse limpias y enjuagadas con agua para purificar el aire, se debían encender fuegos en calles y casas, y se quemaba ciertos materiales aromáticos como resina, alquitrán, trementina, enebro, cedro y azufre. ordenado ”, según puede leerse en la Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU.


¿Desde cuándo usamos mascarillas?


Aunque las mascarillas más antiguas estaban destinadas a los disfraces y su uso lúdico, ponerse una mascarilla protectora se remonta al menos al siglo VI a.C. De hecho, se han encontrado en las puertas de tumbas persas varias imágenes de personas con telas cubriéndoles la zona de la boca.

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