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La Doble Cruz, el arma secreta que derrotó a Hitler

Gracias al trabajo desarrollado por criptógrafos polacos y el matemático británico Alan Turing, los aliados descifraron Enigma, el código secreto alemán, y con ello destaparon la identidad de los espías germanos infiltrados en el país.

Desde el día 6 de junio de 1944, fecha del desembarco, hasta finales de agosto del mismo año, un total de 2.000.000 de soldados cruzaron el canal de la Mancha en dirección a las costas de Normandía. La considerada como mayor operación aérea, naval y terrestre de la historia comportó un esfuerzo logístico de extraordinaria complejidad. Durante los meses previos al ataque, cientos de convoyes marítimos partieron desde Norteamérica y convirtieron a Inglaterra en un gigantesco depósito repleto de tropas y materiales. Uno de los principales gestores de esta empresa, el primer ministro británico sir Winston Churchill, alertó a sus socios aliados ante la imposibilidad de esconder estos movimientos. No en vano, la proximidad del litoral francés facilitaba los reconocimientos enemigos.

En 1943, durante la conferencia de Casablanca, el político aportó una ingeniosa solución al problema: “En tiempos de guerra, la verdad es tan preciosa que debe protegerse bajo un guardaespaldas de mentiras”. Acababa de nacer la operación Bodyguard, una tupida red de embustes y engaños destinados a confundir al alto mando germano. En síntesis, la conquista de las playas pasaba por cumplir tres objetivos básicos: convencer a Hitler de que la acción discurriría alejada de Normandía, mantener la fecha en secreto y, por último, evitar la llegada de refuerzos durante el asalto aliado. Un plan cuya extrema magnitud aconsejaba dividirlo en dos bloques: uno destinado a desinformar y otro a confundir al enemigo.

En plena Segunda Guerra Mundial, los ingleses descubrieron las ventajas de convertir espías alemanes en agentes dobles. Su utilización como correas transmisoras de falsedades e informaciones de bajo nivel (conocidas en el argot como “pienso para pollos”) determinó el éxito del desembarco. Thomas Argyll Robertson, miembro de los servicios secretos MI5, impulsó esta técnica y creó la Doble Cruz, el equipo encargado de difundirlas. Nombres como Joan Pujol “Garbo”, Dusan Popov “Triciclo”, Roman Czerniawski “Bruto”, Elvira de la Fuente “Bronx” y Lily Sergeiev “Tesoro” brillaron con luz propia en un mundo donde astucia y sutileza iban de la mano.

La Doble Cruz inició su andadura con un grupo de confidentes capturados en Reino Unido. Gracias al trabajo desarrollado por criptógrafos polacos y el matemático británico Alan Turing, los aliados descifraron Enigma, el código secreto alemán, y con ello destaparon la identidad de los espías germanos infiltrados en el país. Una vez detenidos e interrogados, algunos formaron parte de una caótica primera hornada. La captación de Gosta Caroli “Summer”, por ejemplo, resultó un auténtico fiasco. Intentó escapar estrangulando a su guardián y lo apresó la policía mientras conducía una bicicleta con una canoa puesta por sombrero. Otros como Roger Grosjean “Fido”, un apuesto piloto de combate francés, jamás se ganó la confianza del MI5. Para comprobar su lealtad, decidieron tenderle una desastrosa “trampa de miel” mediante Ángela, una joven y bella actriz con la que el agente inició una relación que acabó en matrimonio.

Repóquer de espías

No obstante, los principales éxitos llegarían más tarde con la incorporación de personajes de la talla de Joan Pujol “Garbo”. Este barcelonés de fuertes convicciones personales se inició en el mundo de los servicios de inteligencia al finalizar la Guerra Civil española. Consciente del peligroso auge experimentado por el nazismo europeo, decidió ofrecerse como espía en la embajada inglesa en Madrid, pero fue rechazado. Sin caer en el desánimo, planeó convertirse en agente alemán para ser captado por el MI5 más adelante. Así que, sin dudarlo, acudió a la legación germana y, tras superar diversas pruebas, logró introducirse en la Abwehr, los servicios secretos del Tercer Reich.

Su primera misión consistió en vigilar los movimientos aliados en Gran Bretaña, aunque desobedeció la orden. En su lugar se desplazó hasta Lisboa y, desde allí, fingiendo estar en Londres, utilizó publicaciones aparecidas en revistas, mapas y guías de viaje con las que elaboró su propio “pienso”. Además, su fecunda imaginación inventó una red de colaboradores ficticios establecidos a lo largo de diversas poblaciones. El engaño funcionó y los alemanes picaron el anzuelo. Y no solo ellos. Los aliados interceptaron sus comunicaciones y, tras iniciar su búsqueda, descubrieron la verdad y lo ficharon como miembro de la Doble Cruz.

Nada más aterrizar en Inglaterra conoció a Thomas Harris, el controlador asignado por el MI5 con quien asentó y amplió el anillo lisboeta hasta alcanzar los veintisiete espías. Esta cifra permitió transmitir una ingente cantidad de “pienso” que persuadió al propio Hitler de que el asalto normando era un señuelo que precedía al ataque por Pas-de-Calais. Esta información provocó la contención de varias divisiones germanas y facilitó el avance aliado. Garbo resultó tan convincente que, pese a la derrota infligida, el Führer le agradeció su entrega condecorándolo con la Cruz de Hierro.

Al contrario que Joan Pujol, el serbio Dusko Popov “Triciclo” accedió sin problemas al MI5. Joven, empresario y abogado, su desa-hogada posición económica le permitió disfrutar de los placeres mundanos. En 1940, su amigo Johann Jebsen lo introdujo en la inteligencia germana. Su primera misión lo acercó hasta Londres, donde nada más aterrizar fichó por la Doble Cruz. Al poco tiempo, los alemanes le ordenaron implantar una red en Norteamérica, pero esta aventura finalizó de la peor manera. La pésima relación entre Popov y Edgar J. Hoover, director del FBI, sumada a un elevado tren de vida, propiciaron su regreso con las manos vacías. Tras el fracaso, la Abwehr se planteó prescindir de sus servicios y fue entonces cuando los ingleses, temerosos de perderlo, decidieron revalorizar su papel y lo utilizaron para transmitir un “pienso” elaborado a medida.

La maniobra surtió efecto y, a partir de entonces, ofreció información sobre posibles desembarcos aliados en Noruega y a través del Pas-de-Calais. Además, introdujo como novedad la participación del general George Patton al frente del operativo, una pésima noticia para el alto mando germano, que profesaba gran respeto y admiración por el militar norteamericano. No obstante, este castillo de naipes estuvo a punto de derrumbarse cuando su viejo amigo Jebsen, fichado por el MI5 bajo el alias “Artista”, cayó en manos de la Gestapo. Detenido y torturado, omitió su pertenencia a la inteligencia británica, una heroicidad que pagó con su vida. Una vez finalizado el conflicto, la personalidad de Popov inspiró a Ian Fleming, escritor y miembro del MI6 inglés, para crear a James Bond, su icónico personaje.

El caso de Roman Czerniawski “Bruto” es atípico al ser el único integrante de la Doble Cruz con experiencia anterior en el mundo del espionaje. Este piloto de caza polaco se inició en los servicios secretos tras sufrir un accidente que lo apartó de la aviación. En 1939, Hitler invadió su país y decidió huir a Gran Bretaña a través de Francia. Durante el trayecto conoció a Mathilde Carré en Toulouse, una joven viuda cuyo marido perdió la vida en la campaña italiana. Esta enfermera, a quien apodó “la gata” debido a su refinado sigilo, le ayudó a montar la Interallié, una red de inteligencia vinculada a la inteligencia militar gala.

Paradójicamente, la rápida y exitosa expansión de dicha organización se tradujo en su final precipitado. La indiscreción de un confidente marsellés condujo a la detención de Román por parte de la Gestapo y, por consiguiente, al desmantelamiento de la red. Preocupado por el destino de sus colaboradores, propuso incorporarse como agente doble a cambio de que respetasen sus vidas. La Abwehr aceptó y lo enviaron a Londres. Nada más llegar, la Doble Cruz lo fichó bajo el alias de “Bruto” y fabricó un “pienso” capaz de engañar a los alemanes y garantizar la supervivencia de los cautivos. Como resultado, sus informes apuntaron a un ataque en Noruega a la vez que incidieron en el liderazgo de Patton y la consabida localización del Pas-de-Calais.

Elvira de la Fuente Chaudoir, una atractiva e inteligente mujer de ascendencia peruana, se incorporó al MI5 tras fichar por los servicios secretos germanos y se convirtió en la cuarta gran incorporación de Robertson. Hija de un diplomático destinado en la Francia de Vichy, recibió una exquisita educación que le abrió las puertas de la alta sociedad. Tras divorciarse de su marido, un acaudalado corredor bursátil, dilapidó grandes sumas de dinero en los casinos de Cannes. Poco después, la invasión de Francia motivó su huida a la capital inglesa, donde el MI6 británico, consciente de sus dificultades económicas, le ofreció dinero a cambio de su complicidad. Elvira aceptó dejarse captar por la Abwehr y, una vez conseguido, ingresó en la Doble Cruz como “Bronx”. Una vez establecida, convenció a Berlín de que su información provenía de círculos cercanos al poder. Su principal aportación consistió en el envío de un telegrama donde apuntó al golfo de Vizcaya como objetivo de los desembarcos aliados.

La Revolución bolchevique de 1917 provocó que la familia de Lily Sergeiev, quinto miembro del equipo, abandonase su país natal y se estableciera en París. A diferencia de Elvira, su vida no resultó tan glamorosa. Su padre empezó desde cero como vendedor de automóviles y ella, al finalizar sus estudios, decidió recorrer Europa como periodista freelance, una profesión que atrajo enseguida el interés alemán. La joven, temerosa de perjudicar al pueblo francés, rehusó una oferta inicial, aunque su precaria situación económica le obligó a considerarla y aceptar. Poco tiempo después y tras un intenso periodo formativo, Lily aterrizó en Madrid acompañada de su perro Babs...

Nada más llegar explicó su situación en la embajada inglesa y la aceptaron como agente doble de inmediato. Entretanto, su contacto germano, ajeno a estas gestiones, le facilitó un listado de objetivos a vigilar en Londres, una ciudad donde la joven espía aterrizó sin su mascota. La legislación británica imponía una severa cuarentena a los animales de compañía y Lily se vio obligada a dejarla al cuidado de un piloto norteamericano conocido poco antes de partir.

“Tesoro”, su alias dentro de la Doble Cruz, nunca se adaptó a su nueva vida. Aborreció el apartamento, la bruma londinense e incluso la insulsa comida servida por su ama de llaves. Añorada, reclamó la presencia de Babs hasta el día que le comunicaron su trágica muerte atropellado por un camión. El terrible suceso enfureció y desestabilizó a la joven espía, que enseguida sospechó de la pasividad del MI5. Decidida a vengarse, acordó un código de control junto a su contacto germano. Si escribía un guion en determinada posición, significaba que la habían capturado y dictaba bajo encargo. Este hecho, descubierto justo a tiempo, enfureció a TAR Robertson, puesto que comprometía la existencia de la Doble Cruz. Tres días después de producirse el desembarco, el MI5 prescindió de sus servicios y, días más tarde, regresó junto a sus padres en París.

El complemento perfecto

La producción del “pienso para pollos” se coordinó con operaciones de distracción implementadas sobre el terreno, como Fortaleza. De este modo, los alemanes comprobaron la fiabilidad de los datos facilitados por la Doble Cruz. Así pues, mientras “Garbo”, “Triciclo” o “Bruto” alertaban sobre una fuerte presencia en Pas-de-Calais, maquetas de tanques y vehículos militares inflables a tamaño real aparecían concentradas por la zona. Junto a ellas, miles de tiendas de campaña dispuestas y ordenadas simulaban los campamentos levantados por el falso ejército de Patton.

El engaño alcanzó tal grado de sofisticación que los aviones de reconocimiento de la Luftwaffe observaron elevarse humo de las cocinas y fotografiaron falsas roderas sobre el barro. En cuanto a las fuerzas aéreas inglesas, celosas del espacio aéreo, recibieron el encargo de permitir, hasta cierto punto, el trabajo de los pilotos germanos. Gracias a ello, el análisis de las imágenes obtenidas confirmó una fuerte concentración militar frente a las costas galas y afianzó el papel de la Doble Cruz. No obstante, la desinformación no solo se centró en el Pas-de-Calais. Operaciones como Vendetta, Ferdinand o Zeppelin desviaron la atención de Hitler hacia el Mediterráneo y países como Italia, Grecia, Turquía, Rumanía o Francia se postularon como candidatos a sufrir un asalto.

Incluso España participó de forma inconsciente en el embuste. La proximidad ideológica del régimen franquista con el Tercer Reich convirtió al país en un importante centro neurálgico del espionaje germano, una circunstancia aprovechada por los servicios secretos británicos para implementar la operación Copperhead. Poco antes del Día D, el teniente australiano Clifton James suplantó la identidad del mariscal Bernard Montgomery, comandante de las fuerzas terrestres participantes en el desembarco. La idea consistía en pasear a este doble por Gibraltar a fin de retrasar las previsiones manejadas por el alto mando alemán. Su presencia en una zona tan alejada demoraba la fecha del asalto en el calendario. Y funcionó. Además, la estratagema permitió desenmascarar a Ignacio Molina, un comandante de la Guardia Civil a sueldo de la Abwehr. El MI6 interceptó una comunicación entre el agente y su controlador donde se detallaba una reunión celebrada entre el falso Montgomery y el embajador inglés.

No obstante, a medida que se acercaba el día, la sutileza cedió paso al pragmatismo. La destrucción de las estaciones de radar enemigas encargadas de vigilar el litoral francés representa un claro ejemplo. Campañas selectivas de bombardeos redujeron su número y eficacia de forma significativa. En cuanto a las instalaciones supervivientes, sufrieron el acoso y derribo de las RCM, unas primitivas contramedidas electrónicas que colapsaron sus sistemas. El día 5 de junio, escuadrillas de aviones aliados arrojaron miles de tiras de aluminio sobre el canal de la Mancha e inundaron las pantallas germanas de señales. Los operadores, sobresaltados, creyeron percibir una enorme flota, aunque en realidad cayeron víctimas de un elaborado espejismo.

Al día siguiente, los monitores reflejaron un patrón similar a la jornada anterior salvo por una diferencia. En esta ocasión, cada punto marcaba la posición de un buque acercándose a la costa. Cuando quisieron darse cuenta fue demasiado tarde. Algo similar ocurrió a las patrullas alemanas que atendieron diversas denuncias por avistamientos de paracaidistas. En realidad se trataba de muñecos de un metro de estatura, fabricados en tela de arpillera y rellenos de paja, que explotaron nada más tocar tierra. Su lanzamiento escalonado provocó un enorme desconcierto entre los defensores que los confundieron con atacantes de carne y hueso.

En conjunto, el balance final resultó satisfactorio. La decisión de Hitler de no acercar refuerzos a Normandía otorgó una clara ventaja a las tropas atacantes y la brecha abierta en el Muro del Atlántico permitió iniciar el largo camino que condujo al ejército aliado hasta Berlín.

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