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¿Y si Roosevelt hubiera sido asesinado en 1933?

En febrero de 1933, un emigrante italiano de 33 años intentó asesinar al recién elegido presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en un magnicidio fallido. Pero, ¿y si lo hubiera conseguido?

Giuseppe Zangara era un emigrante italiano de 33 años que, en febrero de 1933, intentó asesinar al recién elegido presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en un magnicidio fallido que, sin embargo, sí logró acabar con la vida del alcalde de Chicago y herir a otras cuatro personas. Detenido al momento, juzgado y condenado a muerte, el anarquista italiano se sentó en la silla eléctrica solo 33 días después del atentado.

‘El hombre en el castillo’

En 1962, el novelista norteamericano Philip K. Dick utilizó parte de ese episodio real como preámbulo y trasfondo de su novela ucrónica El hombre en el castillo (The Man in the High Castle). La acción del libro transcurre en América del Norte, quince años después de que los ejércitos del Eje (Alemania, Italia y Japón) hayan derrotado a los aliados en la Segunda Guerra Mundial y se hayan repartido el mundo entre sí. En esa realidad alternativa, el antiguo territorio de Estados Unidos ha sido dividido en tres partes: los nazis ocupan la costa este, los japoneses, la costa oeste, y en medio, en las Grandes Llanuras al este de las Montañas Rocosas, queda una gran franja de estados autónomos y sin ley. La novela, que hoy goza de cierta popularidad en su adaptación como serie televisiva por Amazon Prime, arranca con la premisa de que Zangara consiguió su propósito de matar a Roosevelt y utiliza ese acontecimiento real como “punto de divergencia” para desarrollar una historia contrafáctica y alternativa.

Lo cierto es que si FDR hubiera muerto en aquel atentado, John Nance Garner, el que era su vicepresidente electo, habría ocupado automáticamente su puesto de primer mandatario estadounidense. Bajo el gobierno de Garner y –cuatro años después– del republicano John W. Bricker, la política económica rooseveltiana del New Deal no habría tenido lugar y Estados Unidos habría tardado décadas en salir de la Gran Depresión. Con una diplomacia aislacionista y un ejército todavía débil y mal preparado, es probable que la Administración republicana no hubiera intervenido en Europa: ni habría apoyado a Gran Bretaña ni habría declarado la guerra a Hitler. En 1941, tras el ataque sorpresa a Pearl Harbor, Japón habría podido ganar la Guerra del Pacífico y, en alianza con los nazis, quizás habría logrado la rendición incondicional de los norteamericanos. De hecho, en la novela de Dick, la Segunda Guerra Mundial concluye en 1947 con el aplastamiento de la URSS por los nazis y la victoria de las potencias del Eje en todos los frentes de batalla. Y con el consiguiente reparto continental del mundo entre ellas: una Gran Europa alemana unificada, una Asia Imperial japonesa y una América para ambos vencedores.

Vuelve la esclavitud

Según la historia alternativa de Philip K. Dick, en la América de 1962 la esclavitud ha vuelto a ser legal y los escasos supervivientes judíos viven bajo nombres falsos y se ocultan de la Gestapo en las grandes ciudades. Con Hitler todavía vivo, la Alemania nacionalsocialista posee la bomba de hidrógeno, desarrollada por el Premio Nobel Werner Heisenberg, lo que también proporciona a los nazis la tecnología necesaria para impulsar viajes aéreos ultrarrápidos y colonizar el espacio exterior: la Luna primero, Venus y Marte después.

No son muchas las personas que, individualmente, tienen un peso decisivo en la historia, aquellas cuyas acciones afectan a las vidas de millones de seres humanos. Stalin, Hitler y Churchill lo fueron en el siglo XX. El cuarto fue, sin duda, Franklin Delano Roosevelt, el único líder estadounidense que consiguió ganar cuatro elecciones presidenciales seguidas, precisamente en momentos trascendentales para su país y para el mundo: primero, en 1932 y 1936, cuando sus políticas económicas intervencionistas y sociales, recogidas en el New Deal y desarrolladas entre 1933 y 1938, sacaron a Estados Unidos de la Gran Depresión reformando los mercados financieros y redinamizando una economía herida de muerte por el Crac del 29 y sus secuelas de hambre, paro y miseria. Más tarde, su tercer y cuarto triunfos electorales, en 1940 y 1944, ya en plena Segunda Guerra Mundial, le permitieron abandonar la política de neutralidad y, en un primer momento, ayudar a Inglaterra y la URSS con la Ley de Préstamo y Arriendo. A partir de 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, ya tuvo las manos libres ante la opinión pública para declarar la guerra al Eje. A partir de ese momento, la potencia económica, industrial y militar de Estados Unidos selló la guerra.

La muerte prematura de FDR habría sido una catástrofe para la causa de la libertad y nos habría legado un mundo sombrío, muy diferente al actual.

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