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¡Recluta Donald! Los dibujos de Disney y Warner al servicio de la propaganda

Durante la Segunda Guerra Mundial, compañías como Disney o Warner Bros. convirtieron sus dibujos animados en un arma propagandística para luchar contra el Eje.

Una economía de guerra es aquella en la que los recursos, la mano de obra y los medios de producción de un estado se ponen al servicio de un enfrentamiento bélico en ciernes (o ya en activo) con el fin de que la maquinaria funcione como recién engrasada y se consiga una victoria rápida. En tiempos de conflicto armado, cuando sobre las ciudades llueven bombas y los campos están cubiertos de alambre de espino y bayonetas, todos deben aportar su granito de arena. Hasta los ratones y los conejos.

Propaganda: el arte de vender ideas

La propaganda es el márquetin de las ideas, de los sentimientos y de los impulsos más viscerales e irracionales que puede tener el hombre. Se trata de una herramienta de gran poder que ha sido utilizada por las clases gobernantes de todas las épocas y lugares. Ya en la Antigua Roma, Julio César creó la llamada Acta Diurna, un documento en el que se publicaban los éxitos políticos, crecimiento económico y victorias en el campo de batalla (muchos de ellos inventados) de Roma.

Las guerras se dibujan como el escenario perfecto para la proliferación de la propaganda ya que, como dijo un sabio, “cuando se declara una guerra la primera víctima es la verdad”. La existencia del conflicto hace que proliferen ideas como el patriotismo, el sacrificio o el desprecio y el odio hacia el enemigo, todas ellas siendo ampliamente reforzadas por elementos propagandísticos en forma de discursos o carteles. La Primera Guerra Mundial suele ser tomada como el ejemplo por antonomasia de los males de la propaganda pero lo cierto es que solo marcó el comienzo de una nueva táctica que se volvería más común y descarada con cada nuevo conflicto en el que se utilizara.

La Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, contó con la popularización de los cómics (a través de personajes como Superman o el Capitán América) y de los cortos cinematográficos.

Cartel para la compra de bonos de guerra. Imagen: Getty Images.

Cartel para la compra de bonos de guerraCartel para la compra de bonos de guerra. Imagen: Getty Images.

Dibujos animados para tiempos de guerra

Para finales de los años 30 y primeros momentos de los 40, los cortos de animación se habían convertido en un entretenimiento exitoso que gustaba tanto a mayores como a pequeños. Personajes como Betty Boop, Popeye o el Gato Félix llenaban las pantallas de los teatros y cines estadounidenses con historias cortas y sencillas que jugaban con una animación encantadora y el uso de la música para asegurarse de que todos los espectadores salían de la sala con una sonrisa.

Por supuesto, los reyes del cotarro por aquel entonces no podían ser otros que Walt Disney y Warner Brothers, gigantes del sector que marcarían el ritmo de la industria y definirían el género de la animación durante años. Disney, de hecho, se la había jugado hasta con largometrajes como el de Blancanieves (1937) y todos parecían estar encantados. Pero la cosa cambió drásticamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939 y la posterior entrada de los Estados Unidos en el conflicto tras el ataque a Pearl Harbor. La sociedad estadounidense se volcó con la causa de los Aliados y arrimaron el hombro para conseguir la ansiada victoria contra el Eje. Y por si había algún indeciso, el gobierno estadounidense decidió unir fuerzas con los estudios de animación que tan queridos eran por el ciudadano medio.

Esta unión entre los creativos del mundo de la animación y las instituciones gubernamentales en pos de contribuir a la guerra resultó ser muy efectiva. Las películas y cortos utilizaban a personajes populares de las marcas (el pato Donald o Pluto) y los introducían en un ambiente bélico edulcorado y en clave de humor. Así, se conseguía una curiosa fusión de mensaje propagandístico partidista y una intención educativa y casi moralizante que resulta esperpéntica al verla en la actualidad pero que debía ser muy eficaz y conmovedora si se veía en 1942, con los puertos estadounidenses despidiendo a sus soldados día tras día.

Los objetivos que perseguían estos cortometrajes propagandísticos eran claros, sencillos y muy reconocibles: alabar el valor de las tropas y fomentar el reclutamiento, promover la venta de bonos de guerra y ridiculizar o demonizar (o ambas cosas) al enemigo. En caso de que esto no fuera suficiente, muchos cortos se veían complementados con llamadas a la acción que hablaban directamente al espectador y que se acercaban más a un anuncio publicitario de las fuerzas armadas que al propio corto que se acababa de ver.

Donald cogió su fusil

Walt Disney Studios, que había perdido dinero con Pinocho (1940) y se acercaba a la bancarrota tras la poca recaudación de Fantasía (1941), se encontró de pronto ante la gallina de los huevos de oro. El gobierno estadounidense le ofreció un contrato por 32 cortos de animación que salvó a la compañía y nos dejó algunos de los casos más llamativos de propaganda animada.

La compañía a la que pertenece toda nuestra infancia decidió que el mejor embajador para sus historietas propagandísticas era el Pato Donald, tal vez por su carácter peleón y torpe que hacía más creíble el verle luchando en el frente que a Goofy o a Mickey. Es probable que el corto más popular de todos sea Der Fuehrer’s Face, donde Donald vive en Nutziland (que en inglés suena como ‘Nazilandia’) y se ve sometido a la pobreza, el adoctrinamiento y los trabajos forzados (atentos al homenaje a Tiempos modernos) por un grupo de ridículos oficiales del ejército del Tercer Reich. Al final de la película descubrimos que todo ha sido un sueño y Donald da gracias por vivir en los Estados Unidos de América, el país de las libertades. Sutil, ¿verdad?

Tampoco queremos dejar de mencionar Sky Trooper, donde el pato más famoso del mundo hace todo lo posible por convertirse en piloto en un momento en el que la aviación era considerada como uno de los puntos clave para ganar la guerra. O Commando Duck, en el que Donald es enviado a una selva asiática para destruir una base nipona y los japoneses son ridiculizados, representándolos como a tiradores nefastos que se pasan el día haciendo reverencias e incluso afirmando que las tradiciones japonesas dictan que siempre disparen por la espalda al enemigo.

Disney incluso llegó a reutilizar cortos que ya había estrenado años atrás, modificándolos y adaptándolos al nuevo contexto de la guerra. Este es el caso de Los tres cerditos, un corto de 1933 que recibió una nueva versión en la que el cerdito albañil tenían una Union Jack ondeando frente a su casa, el lobo feroz vestía un sombrero de oficial alemán y un brazalete con la esvástica y la casa que queda en pie no está construida con ladrillos, sino con todopoderosos bonos de guerra del ejército de los Estados Unidos.

Por último, destacamos Education for Death, un corto con un tono y un estilo siniestros que desentonan por completo con todos los mencionados anteriormente. En él, Disney criticaba el adoctrinamiento que sufrían los niños alemanes bajo el Tercer Reich de una forma completamente exagerada y retorcida, cayendo ellos mismos en el adoctrinamiento al hacerlo. Education for Death narra la vida de un niño (Hans) desde que sus padres van al registro para darle nombre y tienen que probar su pureza racial, pasando por los años de escuela en los que se le despoja de toda bondad, y terminando con su adhesión total a la ideología nazi y su marcha hacia una muerte segura en el frente de la guerra. El único momento relativamente divertido es cuando se representa a Hitler como un caballero escuálido y maniaco que rescata a la princesa Alemania (una señora con sobrepeso, borracha y no muy inteligente) de las garras de la bruja Democracia. Salvo por ese breve instante, el corto resulta oscuro y perturbador.

Los bonos del Pato Lucas

Warner Brothers también vivió su momento de gloria con la propaganda de guerra y, aunque en menor medida que Disney, nos dejó algunos cortos memorables en las filmotecas de todo el mundo.

Siendo similar, hasta cierto punto, a uno de los cortos del Pato Donald que hemos mencionado, nos encontramos con Duffy Commando, protagonizado por la misión de infiltración del Pato Lucas en una base nazi. Salvo por el hecho de que los otros personajes son un par de águilas ataviadas como oficiales alemanes, lo cierto es que el corto sigue la misma estructura y tiene el mismo tipo de humor basado en golpes y burlas que cualquier historieta de los Looney Tunes. La historia termina, como no podía ser de otra manera, con el Pato Lucas dándole un martillazo en la cabeza al mismísimo Hitler.

En 1942 estrenaron The Ducktators, un corto en el que Hitler, Mussolini e Hirohito son representados como patos que toman el control de un corral. Mientras que a Mussolini se le pinta como a un simple patán sin cerebro y a Hirohito como a un pato cobardica que va por el mundo anexionando todo lo que pilla mientras nadie se defienda, Hitler se nos presenta como a un histriónico enclenque que siempre está gritando y lo soluciona todo con violencia. El caso es que al final consiguen reunir a un grupete de patos que siguen su doctrina y parecen controlar la situación hasta que la paloma de la paz, tras ser pisoteada, decide intervenir y les da una paliza a los tres dictadores. El corto termina con las cabezas de Hitler, Mussolini e Hirohito colgadas en una pared y un mensaje que invitaba a la gente a comprar bonos de guerra para que esa imagen se convirtiera en una realidad.

Hasta aquí todos los casos mencionados estaban destinados a un público general, pero Warner Brothers también publicó una serie de cortos que se proyectaban en los cuarteles militares y que debían servir como una especie de instrucción complementaria para los soldados. Se trataba de Private Snafu, un recluta novato y torpón que a través de toda clase de situaciones y cierto humor similar al de los Looney Tunes intentaba enseñar a los soldados cómo actuar en situaciones complicadas en las que podrían verse envueltos ya fuera en el cuartel o en el frente. Estos cortos no se centraban en el combate, sino que recordaban a los soldados que debían ser cuidadosos con su equipo, que no se distrajeran, que tuvieran cuidado con las mujeres o que tanto los que luchaban en el frente como los que se habían quedado en casa estaban colaborando para ganar esa guerra.

Imagen: Wikimedia Commons.

Private SnafuImagen: Wikimedia Commons.

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