Antes de Nueva York estuvo Nueva Ámsterdam
Antes de pasar a manos inglesas, la isla de Manhattan fue una colonia holandesa y un importante puerto comercial llamado Nueva Ámsterdam.
En la magnífica Gangs of New York (2002) del director Martin Scorsese, un joven Leonardo DiCaprio vuelve a los Estados Unidos para buscar venganza contra el hombre que mató a su padre, Bill el Carnicero (Daniel Day-Lewis). Durante la primera escena en que se encuentran, Bill pregunta al recién llegado cómo se llama y este le dice que Ámsterdam, a lo que el temible y sanguinario líder de las bandas de Five Points responde “Yo soy Nueva York”. El momento cuenta con una fuerza y una intencionalidad sorprendentes cuando el espectador sabe que la llamada capital del mundo, la ciudad más poblada y popular de todos los Estados Unidos, nació como una pequeña colonia holandesa llamada Nueva Ámsterdam.
Los primeros europeos en el Hudson
El descubrimiento del continente americano por el Viejo Continente fue, sin duda, uno de los hitos históricos que más afectó al devenir de los siglos posteriores. Desde españoles y portugueses hasta ingleses y holandeses, las principales potencias europeas emprendieron una carrera por explorar, valorar y apropiarse de esos nuevos territorios que les habían sido desconocidos durante siglos. Los siglos XVI y XVII fueron los siglos de la navegación y las grandes expediciones al otro lado del horizonte.
La primera partida europea que viajó hasta lo que hoy es Nueva York estaba encabezada por Giovanni da Verrazzano, por entonces al servicio de Francisco I de Francia, y tuvo lugar en 1524. Sin embargo, el italiano pareció mostrar poco interés por la zona y la actividad europea en la isla de Manna-hata quedó paralizada por un tiempo. En 1609 llegó a sus costas Henry Hudson, explorador inglés que trabajaba para el príncipe de Orange Mauricio de Nassau. Además de dar nombre al río que allí desemboca, Hudson se percató de las posibilidades económicas y estratégicas que un asentamiento podría ofrecer. Como resultado de este viaje y de otros, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales decidió crear un puesto comercial en la isla de Manna-hata.
En 1624, varias decenas de familias de colonos holandeses se establecieron en Manna-hata, donde se había construido un pequeño asentamiento con un puesto comercial y numerosas casas de madera. La idea era que, además de la explotación de los recursos y la caza que pudieran hacer los colonos, fueran los propios nativos americanos (sobre todo miembros de las tribus mohawk) los que comerciaran con los holandeses vendiéndoles las pieles de los castores y otros animales a cambio de productos traídos desde Europa. El plan funcionó bastante bien pero las constantes guerras y enfrentamientos entre las distintas tribus de la zona ponían en riesgo el comercio y desalentaban a los colonos, que dudaban de si merecía la pena seguir allí.

Mapa de Nueva Ámsterdam en 1660
Nace Nueva Ámsterdam
Convencidas de la apuesta que habían hecho, las autoridades holandesas mandaron al Nuevo Mundo a Peter Minuit con la misión de asegurar su presencia allí y reforzar el asentamiento. Lo primero que hizo Minuit fue comprar la isla a los nativos (por 60 florines neerlandeses, unos 1000 dólares actuales) para defender su derecho a permanecer allí. Por supuesto, el concepto de propiedad de los nativos era distinto al de los europeos y los conflictos entre ambas partes no terminaron. Sea como fuere, Minuit inició una serie de medidas que buscaban la expansión de sus posesiones y la conversión del puesto comercial en un asentamiento en toda regla: la presencia de colonos aumentó considerablemente, se construyeron más y mejores casas y otros edificios de piedra como iglesias y un fuerte defensivo y se instalaron campos de cultivo, sistemas de regadío y molinos en el territorio circundante.
Nueva Ámsterdam, capital de Nueva Holanda, se convirtió en un puerto cada vez más importante para los europeos y un centro neurálgico del comercio con los nativos y las demás naciones que habían llegado al Nuevo Mundo. Originalmente estaba situada en la punta sur de la isla de Manhattan pero comenzó a expandirse hacia el norte con la llegada de nuevos colonos y la construcción de más granjas.

Peter Stuyvesant rinde Nueva Ámsterdam
Inglesa por la fuerza
Para mediados del siglo XVII, Nueva Ámsterdam era la envidia del Nuevo Mundo y uno de los puertos más transitados y rentables. De repente, otras naciones vieron las ventajas estratégicas de aquel asentamiento convertido en ciudad y las quisieron para ellos.
En agosto de 1664, el duque de York (futuro James II) envió una flota de cuatro navíos contra Nueva Ámsterdam. Las naves inglesas se colocaron en línea en la bahía del Hudson, con los cañones apuntando a la ciudad, y exigieron la rendición inmediata de las autoridades holandesas para que Nueva Ámsterdam pasase a ser territorio inglés. El entonces gobernador de Nueva Holanda, Peter Stuyvesant, se negó en rotundo a capitular ante los ingleses y animó a la ciudad a prepararse para la batalla, pero era tan impopular entre los colonos holandeses que no quisieron apoyarle y tuvo que rendir la ciudad el 8 de septiembre de se mismo año.
Los ingleses se habían hecho con el puerto más importante de Norteamérica sin tener que disparar un solo cañonazo. La ciudad fue renombrada como Nueva York en honor a James II y se convirtió en un lugar en común para los holandeses que ya vivían allí y los comerciantes ingleses recién llegados. Holanda recuperó el control de la ciudad entre 1673 y 1674 pero tras esto volvió a manos de los ingleses.
Desde entonces, Nueva York se convirtió en un punto de unión entre el Nuevo Mundo y el Viejo Continente. Fue un lugar clave durante la Guerra de Independencia estadounidense y la primera capital de la nación hasta que esta fue trasladada a Washington. A lo largo de los siglos ha atraído tanto a los artistas e intelectuales más brillantes de la historia como a los millones de emigrantes que buscaban una vida mejor y veían en la antorcha de la Dama Libertad un símbolo de esperanza y renacimiento. Nueva York ha sido, es y será un crisol de culturas que guarda un pedacito de cada rincón del planeta.