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Derribando mitos sobre el mundo samurái

Entrevistamos a Jonathan López-Vera, Doctor en historia japonesa, para desvelar la verdadera historia de los guerreros nipones.

El ser humano tiene, con el paso del tiempo, la manía de mitificar los sucesos y los personajes del pasado. Puede que como parte de un intento de preservar el legado cultural y asegurar su supervivencia en las generaciones futuras, es común encontrar elementos que se separan parcialmente de la realidad y engrandecen las leyendas de cada país hasta el punto de que estas cruzan las fronteras del mismo. En un mundo tan bélico como es el nuestro, no es de extrañar que los guerreros de todas las épocas ocupen un lugar especial en este ideario popular.
Podríamos hablar de los legionarios romanos, los caballeros de la Europa medieval, las hordas vikingas o la infantería napoleónica, pero si hay un caso especialmente llamativo y conocido es el de los samuráis, esa casta guerrera del Japón feudal cuya propia historia, la literatura y el cine entre otros han convertido en los espadachines y maestros de la guerra más temibles de su tiempo. Es ese misterio difuminado que los caracteriza lo que ha conseguido que se rodeen en un aura de misterio que, precisamente aquí, pretendemos disipar.
Buscando acabar con algunos mitos y acercar la imagen de los guerreros samuráis a la realidad en la que vivieron y el papel que jugaron, hemos hablado con Jonathan López-Vera, Doctor en historia japonesa, investigador y docente universitario y autor de la web historiajaponesa.com y del libro Historia de los samuráis.

¿Hasta qué punto era importante el honor? ¿Cuándo aparece el bushido?

Antes que nada –y esto vale para todas las preguntas– hay que tener en cuenta que los samuráis existieron durante unos mil años nada menos, así que no se puede hablar de todos ellos como un todo, porque un samurái del siglo XII no tiene nada que ver con uno del siglo XIX, en ningún aspecto.
Dicho esto, para los samuráis anteriores al siglo XVII el honor no existía, lo que había en su lugar era la reputación como guerreros, pero ésta estaba relacionada con las victorias obtenidas en el campo de batalla, no con cómo se hubiesen conseguido. Quizá de forma parecida al honor, lo que sí existía era la lealtad a un superior dentro de un clan samurái, que no se rompía tan a menudo como la lealtad a las alianzas con otros clanes samuráis. Fueron los samuráis de los siglos XVII a XIX los que inventaron ese concepto del honor y sus correspondientes códigos, unos samuráis, por cierto, que vivían en un país en paz, cobraban un sueldo público sin tener que trabajar –y, si lo hacían, era en tareas administrativas para el gobierno regional o central. Fueron ellos, que tenían tiempo libre y no necesitaban preocuparse por llegar vivos al día siguiente, los que teorizaron sobre el honor, y fue entonces cuando se inventó el bushidō. Y desde ese momento hasta hoy mismo, esa creación se ha mantenido viva y ha sido promocionada por consecutivos gobiernos japoneses por diferentes motivos, desde el más inocente "soft power" al más oscuro interés bélico imperialista.

¿Cómo de comunes eran las traiciones y puñaladas por la espalda?

Muchísimo más de lo que el mito nos deja ver. Valga como ejemplo que las dos batallas más famosas de la historia samurái –la de Dan no Ura (1185) y la de Sekigahara (1600)– se decidieron gracias a que alguien cambió de bando en el último momento. Otro buen ejemplo es el hecho de que la mayoría de grandes familias samuráis que se hicieron con el poder de las distintas provincias durante el siglo de guerras civiles que va de mediados-finales del siglo XV a mediados-finales del siglo XVI, eran en realidad clanes vasallos de otros más poderosos a los que, en el caos de esta época, eliminaron y substituyeron. Y podríamos dar innumerables ejemplos, mil años dan para mucho.

¿Eran los samuráis tan diferentes de la nobleza guerrera europea?

Esta pregunta da para dos tesis doctorales y una colección de fascículos, primero analizando si conceptos europeos como “medieval” o “feudal” son exportables o no a la realidad japonesa. Pero, si hay que resumir, podríamos decir que eran diferentes en las formas –es obvio y evidente–, pero iguales en el fondo, y lo mismo aplica para cualquier nobleza guerrera, no sólo estas dos. Es decir, todas surgieron de la misma forma y por los mismos motivos, todas se dieron cuenta en algún momento de que, puesto que tenían la fuerza, podían gobernar ellas, y entonces pelearon primero por conseguir el poder, y después por mantenerlo o ampliarlo. Aparte de esto, otros elementos comunes típicos como la creación de un sistema ideológico que justifique su lugar privilegiado, más allá del uso de la fuerza, etc.

¿Qué armas utilizaban y cuáles eran las más comunes?

Eliminemos otro mito: la principal arma de combate samurái nunca fue la famosa katana sino el arco y las flechas. Incluso la lanza –llamada yari– tenía un papel más importante en el campo de batalla que la katana. La mitificación de la espada deriva en gran medida de su utilización como representación del estatus, porque a finales del siglo XVI se publicaron dos leyes que establecían que sólo podía ser samurái quien hubiera nacido samurái, y que sólo los samuráis tenían derecho a poseer armas.
Esto provocó, además de muchísimas otras consecuencias, que aquellos que habían tenido la suerte de haber nacido samuráis quisieran que se supiera, y una de las formas de hacerlo era yendo por la vida visiblemente armado, pero sin la incomodidad de acarrear una lanza o un arco con flechas. Es cierto que las katanas –las buenas, las que llevaban los grandes señores– ya con anterioridad eran objetos muy apreciados y a los que se daba un gran valor, eran, por ejemplo, un regalo común entre la gente poderosa cuando querían agradecerse algo, o una recompensa a un guerrero por alguna gesta heroica en el campo de batalla; y en la antigüedad, antes incluso de existir las propias katanas, las espadas tenían un gran valor ritual y religioso. Pero esa idea de la katana como parte inseparable del samurái surgió cuando su mera presencia te distinguía como miembro de la clase social hegemónica de la sociedad. Curiosamente, esto coincidió con la época que hemos comentado antes en la que no había guerras en Japón, por lo que la mayoría de estas katanas no vieron demasiada acción real.

¿Cómo era su armadura? ¿Qué partes la componían?

De nuevo, hablamos de más de mil años de historia samurái, con lo cual, dio tiempo para que las armaduras evolucionasen con el tiempo y se puedan establecer diferentes estilos y modelos. Aclarado esto, y generalizando un poco, se trata de armaduras bastante diferentes de las europeas, muchísimo más ligeras, porque en lugar de metal se componían de paneles de bambú o cuero, atados con cuerda y cubiertos de laca. Las partes básicas son el do (protector del torso), el kabuto (casco), el menpo (máscara), los kote (guanteletes), las sune-ate (espinilleras) y las hai-date (musleras). Eran bastante eficaces contra flechas y hojas cortantes, pese a la ligereza de los materiales, aunque las cosas se pusieron complicadas en este sentido cuando, a mediados del siglo XVI, llegaron a Japón los portugueses y, con ellos, sus arcabuces, lo que dio lugar a un curioso modelo híbrido entre armadura japonesa y armadura europea de metal.
Imagen: iStock Photo.

Casco samuráiImagen: iStock Photo.

¿Cuántas escuelas y estilos de lucha podía haber? ¿A todos los samuráis se les exigía dominar el uso de cualquier arma?

La mayoría de escuelas, estilos de lucha, y armas surgieron, curiosamente, durante los siglos de paz a los que ya nos hemos referido anteriormente, del XVII al XIX. Incluso las escuelas de artes marciales clásicas, aunque muchas beban de dos o tres tradiciones anteriores, tampoco hablamos de nada muy antiguo, un par de siglos antes, y sólo una escuela de arquería data de los siglos XII o XIII. En la época en la que los samuráis peleaban en el campo de batalla, su arsenal era bastante limitado, básicamente las armas que ya hemos citado antes, fue en los siglos de paz cuando aparecieron infinidad de armas nuevas, muchas de ellas creación de la población civil a partir de aperos de labranza dada la prohibición de tener armas. También surgieron infinidad de escuelas, normalmente a partir de la necesidad –a falta de guerras– de un empleo, pues aunque todos los samuráis recibían un sueldo público aunque no trabajasen, eso no implica que viviesen todos en la abundancia –incluso dentro de las clases hay clases–, y una buena salida laboral para un guerrero era la de fundar una escuela de artes marciales. De hecho, en esta época se codificaron las artes marciales existentes en una lista de 18, conocida como Bugei Jūhappan, y dentro de cada arte marcial había infinidad de estilos, porque era común que los dos o tres discípulos aventajados de un maestro acabasen fundando su propia escuela, algo que con el paso del tiempo fue dando origen a un amplio abanico.

¿Qué hay de las mujeres samuráis, las onna bugeisha?

Para empezar, todas las mujeres de la aristocracia samurái eran samuráis, y cuando más tarde los samuráis se convirtieron en una clase social cerrada y definida a partir de finales del siglo XVI, también, cualquier mujer hija de un samurái, era samurái. Como tales, recibían entrenamiento marcial. Pero si nos referimos a tener un papel activo en los conflictos armados, entonces la cosa se complica un poco, porque hubo muchas más de lo que tradicionalmente se ha creído o se ha dicho, pero tampoco era algo tan común y generalizado como últimamente se ha defendido, y como nos gustaría creer. Aunque en épocas antiguas la mujer ocupaba un papel muy importante en la sociedad japonesa, con el paso del tiempo y la llegada al país de ideologías como el confucianismo, su rol fue subordinándose al del hombre en muchos aspectos y –aunque eran las que dirigían la casa y la gestión de la economía familiar– no se las tenía en consideración para aspectos políticos o militares. El entrenamiento marcial que recibían estaba principalmente orientado a poder defender la casa en caso de necesidad. Siempre que se habla de ellas, por desgracia, nos limitamos a hablar de sólo dos nombres: Tomoe Gozen, del siglo XII, y Nakano Takeko, del XIX.

Ronda por Internet una supuesta “técnica samurái” para ir al baño. ¿Qué nos puedes contar de esto?

La verdad es que no tengo ni idea de cómo defecaban los samuráis, no es algo que me haya interesado nunca, ni sé de ningún académico que lo haya investigado, y tampoco se me ocurre de dónde habrán sacado la información en webs diversas donde se comente el tema, pero me puedo imaginar que no tiene ninguna veracidad; ni creo tampoco que sea algo de lo que merezca la pena hablar.

¿Cómo de habitual era el seppuku? ¿Realmente cualquier deshonra terminaba en este suicidio ritual?

De nuevo, no tanto como nos pueda parecer, porque, por muy samuráis que fueran, a nadie le gusta morirse. Primero, hay que diferenciar entre dos tipos de seppuku. Uno era el que se llevaba a cabo en el campo de batalla, cuando todo estaba perdido y se iba a morir igualmente casi con toda seguridad, en ese caso se solía optar por el suicidio antes que dar el gusto al enemigo y –si se trataba de un general o alguien importante– también era habitual que, tras cortar la cabeza, el ayudante la escondiese para impedir que el enemigo se hiciese con ella y la pudiera exhibir como trofeo. Otro tipo de  seppuku muy diferente era el que se llevaba a cabo con toda una ceremonia, fuera del campo de batalla, y que solía ser consecuencia de haber cometido algún error grave del tipo que fuese. Pero incluso en este caso, hay que tener en cuenta que muchas veces el susodicho había sido condenado a hacerlo, es decir, se le había condenado a morir, y se le daba el privilegio de morir de esta forma, y no ajusticiado como un vulgar criminal. Además, era habitual que, de no hacerlo, se ejecutase también a su familia, o que perdieran sus tierras e incluso su apellido, así que, dentro de lo malo, el seppuku era una salida mucho mejor.

¿Qué parte de verdad hay en figuras como la de Miyamoto Musashi, Hattori Hanzo o Takeda Shingen?

Pues tanto en lo que respecta a estos tres como a cualquier otro, siempre hay que tomar la información con cautela, y cuanto más antiguo sea el individuo en cuestión, con más cautela. Lo que sabemos de ellos normalmente es por lo que quedó escrito en los “gunki monogatari”, las crónicas de guerras y batallas, o en las biografías oficiales que escribían normalmente los secretarios de los grandes señores. En ambos casos, el tono y la intención suelen ser bastante laudatorios, obviamente. Si concretamos en estos tres, pues a Musashise le considera un gran samurái, cuando realmente fue un gran duelista y un mejor filósofo y pintor, a Hattori Hanzo se le atribuye un papel que es obviamente falso, el de ninja nada menos, y en el caso de Takeda Shingen diría que lo que sabemos es bastante fidedigno, era uno de los candidatos principales a hacerse con el poder en la época de guerras civiles, pero le salieron mal las cosas.

¿Qué papel jugaban realmente los rōnin dentro de la sociedad?

Un rōnin era un samurái que, por el motivo que fuese, dejaba de tener un señor al que servir. En muchos casos sencillamente pasaba a servir a otro señor, y aquí terminaba todo. En otros, seguía siendo un rōnin –para siempre o durante unos años–, con lo que dejaba de tener una forma de ganarse la vida. Por ello, necesitaba buscar una forma de mantenerse, y entonces vemos de todo, depende de las aptitudes y los valores de cada uno, porque unos podían aprovechar su entrenamiento marcial para dar clases de artes marciales o actuar como guardaespaldas, otros aprovechaban su educación para convertirse en maestros, y otros pasaban a ser ladrones o bandoleros. Lo que sucede es que una figura así, lógicamente, da pie a una visión romantizada del caballero errante que va viajando por el país corriendo toda clase de aventuras. Que seguro que hubo casos así, pero se trata de una minoría.

¿Y qué hay de los ninjas? ¿Cómo de exagerada es la imagen que se tiene de ellos?

Bueno, tan exagerada como que en realidad no existieron. Son una invención de las novelas de samuráis y aventuras de –sí, otra vez– el periodo de paz de los siglos XVII a XIX, cuando se necesitaba un malo que hiciese de contrapunto a las supuestas virtudes caballerosas de los samuráis, y se creó este personaje que mata a escondidas y que no se deja ver, por eso va de negro, como los titiriteros del teatro de marionetas bunraku, que se confunden con el telón de fondo, haciéndose invisibles. Lo que existieron fueron los espías y asesinos que se infiltraban en un campamento enemigo para conseguir información o acabar con la vida del general de turno. Pero es que eso ha existido siempre en todos los ejércitos, si en Japón había ninjas entonces Napoleón también los tenía. Cuando, a finales del siglo XVIII el gobierno central japonés despidió a los encargados de estas tareas, que eran descendientes de los que se habían encargado de ellas ya dos siglos antes, estos se tuvieron que buscar la vida, y como para entonces el mito del ninja ya existía por las novelas y el teatro, fundaron escuelas de artes marciales basadas en ello, y de ahí viene el ninjutsu. Y de todo esto hay evidencia y dentro de la academia ni se debate porque se da por sentado, digan lo que digan los defensores acérrimos del mito, los historiadores les pedimos disculpas por aguarles la fiesta.

¿Podemos creer en una historia como la de los 47 samuráis o ha de ser considerada una fábula ejemplarizante?

Los hechos del conocido como Incidente de Akō, o la historia de los 47 rōnin, sucedieron realmente, hay extensa documentación al respecto y ya en su día sorprendieron a la sociedad japonesa precisamente porque parecían salidos de una novela, no encajaban con el comportamiento de la acomodada clase samurái del momento. Lo que sucede es que casi inmediatamente estos hechos ya se estaban representando en el teatro, y poco después en novelas, con la inevitable ficcionalización de todo el asunto, añadiendo por aquí, retocando por allá.

¿Qué película de samurái es la que, según tu criterio, más se acerca a la realidad?

No soy un gran aficionado al cine, así que sólo puedo hablar de las que he visto, que tampoco son demasiadas. Desde un punto de vista de la verosimilitud, y aunque sea por su aspecto desmitificador y humanizador, supongo que me quedaría con El ocaso del samurái, de Yamada Yōji.
Imagen: iStock Images.

Duelo samuráiImagen: iStock Images.

¿Existieron esos duelos al atardecer a los que tanto nos acostumbró Akira Kurosawa?

Las mejores películas de samuráis –para mí, que ya he dicho que no soy un gran cinéfilo tampoco– son las de Kurosawa, sin duda. Y los duelos existieron, especialmente en –otra vez, me temo– la época de paz posterior al siglo XVI, y muchas veces relacionados con todo el mundo de las distintas escuelas de esgrima o de artes marciales en general. Era común retar a discípulos o maestros de otras escuelas para que la propia ganase reputación, o para hacerse uno mismo un nombre y después poder fundar una escuela que atrajese a más alumnos.
Muy Historia agradece a Jonathan López-Vera su participación en la realización de este artículo.

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