Ninjas, la verdad sobre los espías del Japón feudal
La imagen actual que se tiene de los ninjas se basa principalmente en novelas y leyendas que buscan publicitar la figura de estos guerreros nipones.
Si se habla del Japón feudal, después de la figura de los samuráis uno mira irremediablemente a la de los ninjas. Esta palabra, que por sí sola ya evoca intriga, se utiliza para designar a un grupo de asesinos, espías, ladrones y mercenarios que supuestamente habrían existido en Japón y cuyas habilidades tanto en combate como en el camuflaje o la infiltración rozaban lo divino. Sin embargo, la imagen que ha quedado en la cultura popular de los ninjas difiere de las escasas pruebas documentales de la época. ¿Fueron los ninjas los maestros de las sombras que se cree o una fantasía ajena a la realidad?
El alfa y el omega de los ninjas
El término “ninja” es lo que en japonés se conoce como un on’yomi, la pronunciación que se hace en japonés moderno de los caracteres que el japonés antiguo adoptó directamente del chino. En su forma original el término sería “shinobo-no-mono” o “shinobi” en su forma abreviada y una traducción aproximada podría ser “aquel que roba”. El uso de estos nombres se ha documentado en textos del siglo IX, momento en el que se cree que estos personajes aparecieron. También existe un origen místico para los ninja que los convierte, según las leyendas, en los hijos de un demonio y una mujer cuervo siendo estos el fruto de dos criaturas despiadadas y asociadas con la oscuridad.
La creencia popular, aquella que nos ha llegado del propio país nipón, es que los shinobi abundaron en el periodo Sengoku, famoso por las constantes guerras civiles y disputas por el poder que se prolongó hasta el año 1600, con la victoria definitiva de Tokugawa Ieyasu en Sekigahara. Los enfrentamientos entre daimios (señores feudales) y las conspiraciones palaciegas habrían dado lugar al uso de estos mercenarios para obtener información delicada o eliminar a objetivos clave. Los ninjas, a diferencia de los samuráis o de los ronin, habrían sido guerreros libres de cualquier tipo de código de honor por lo que estaban capacitados para llevar a cabo las misiones de las que no se podían encargar otros.
Valiéndose de un arsenal más amplio que la katana o la naginata (lanza de asta larga), los ninjas habrían sido entrenados tanto en las artes marciales tradicionales como en el uso de todo tipo de armas, técnicas de sabotaje o guerrilla, camuflaje y el empleo de elementos de distracción propios del teatro para poder infiltrarse en cualquier lugar y llevar a cabo sus misiones. De esta idea surge la imagen clásica del ninja vestido de negro, con la cara tapada y trepando por muros mientras lanza bombas de humo.
Todas estas tácticas se habrían recogido en el ninjutsu o ninpō, una doctrina desarrollada para combinar los principios físicos y mentales de las artes marciales orientales con estas técnicas de guerrilla y combate desleal. Teniendo en cuenta que en el momento de mayor esplendor de las artes marciales en las islas niponas había más de un centenar de escuelas o disciplinas distintas, no resulta extraño pensar que alguna de ellas se centrara en este tipo de técnicas pero los documentos de los que se tienen constancia datan del siglo XVII, ya en la era Tokugawa y después del supuesto auge de los ninjas. Existe la posibilidad de que previamente estos conocimientos hubiesen sido transmitidos de forma oral.

Katana
Los verdaderos shinobi
Las pruebas históricas parecen demostrar que la visión de los shinobi que se tiene es un producto exagerado de la cultura popular. Sin embargo, como suele ocurrir con los mitos, tiene una base real de la que surge.
La figura del shinobi existió realmente y en el periodo Sengoku habría actuado como una especie de policía encubierta. Al servicio de los grandes señores, los shinobi buscaban infiltrarse y pasar desapercibidos entre los nobles y la población para asegurarse de que se cumplía la ley y proteger los intereses de su señor. Su vestimenta más probable habría sido el kimono de cualquier persona de la época, ya que lo que buscaban era no llamar la atención, y el arsenal empleado habría sido mucho más reducido de lo que se cree y basado en la katana y el wakizashi (el conjunto de espada larga y espada corta más utilizado por las clases guerreras) y, curiosamente, en los shuriken. Estas estrellas arrojadizas eran utilizadas en pocas ocasiones pero sí que se tiene constancia de su existencia y uso. El resto de supuestos artefactos y habilidades asociados con los shinobi eran o bien comunes a cualquier guerrero formado o mucho menos prominentes de lo que se nos ha contado.
También parece más que probable, teniendo en cuenta que eran prácticas habituales en tiempos de guerra en cualquier parte del mundo, que el periodo Sengoku viera un aumento en la demanda de asesinos, ladrones, espías y conspiradores. La proliferación de estos sujetos habría podido ser utilizada abiertamente e incluso no sería extraño pensar que aparecieron clanes o escuelas dedicadas a ello, pero sin que esto suponga la existencia de sociedades secretas de guerreros capaces de desvanecerse sin dejar rastro.
La proliferación de un mito popular
Para el comienzo del shogunato Tokugawa, la figura de los ninjas era bastante conocida en Japón. Desde el siglo XVII hasta el XIX, la literatura nipona de aventuras floreció y sus historias más conocidas solían estar protagonizadas por samuráis y ninjas tal y como los conocemos actualmente. Igual que Japón cerró sus fronteras a los extranjeros durante años, con la restauración Meiji decidió que había llegado el momento de entrar en contacto con otros países y fomentar su presencia e influencia. Precisamente ese tiempo de aislamiento hizo que las islas estuviesen rodeadas de misterio y la forma novelesca de samuráis y ninjas llegó a América y Europa casi como una realidad.
Su pasado histórico y las leyendas en torno a sus guerreros dieron a Japón la oportunidad de atraer a los extranjeros y casi se utilizaron como un reclamo publicitario. Gran parte de los conocimientos que se tienen sobre el ninjutsu y las principales escuelas que aún hoy en día lo enseñan en Japón surgieron en el siglo XIX por lo que no parece que ese resurgir de la leyenda de los shinobi fuese algo casual.

Museo Ninja de Igaryu
Al igual que los nobles y loables caballeros medievales o los sanguinarios vikingos del norte, los ninjas y los samuráis pertenecen a esa clase de guerreros que han sobrevivido al paso del tiempo y al estudio de la historia para ocupar un lugar privilegiado en la ficción. Con un origen real (aunque solo sea parcialmente), perduran como símbolos de la cultura que los creó y la enriquecen al difundirla en otros lugares.