Frases famosas de Josef Stalin
Josef Stalin fue el segundo líder de la Unión Soviética. Su política se caracterizó por la puesta en marcha de los planes quinquenales con la finalidad de lograr una rápida y efectiva industrialización del país.
El 18 de diciembre de 1878 nació Josef Stalin, segundo líder de la Unión Soviética. Fue presidente del Consejo de Ministros de la URSS durante 12 años, y su política se caracterizó por la puesta en marcha de los planes quinquenales con la finalidad de lograr una rápida y efectiva industrialización del país. Como resultado, millones de personas fueron enviadas a campos de trabajo, o deportadas a zonas remotas de la Unión Soviética. La colectivización agraria generó tal agitación entre la población que desembocó en la interrupción de la producción de alimentos y por ende, en una catastrófica hambruna. El descontento social llevó al líder a poner en marcha la Gran Purga en 1930, una campaña de represión y persecución de la disidencia al régimen que se ocultó a la comunidad internacional. Las innumerables pérdidas humanas que se cobró el proceso de transición del socialismo al comunismo suscitan una gran controversia en torno a la figura del líder, que como todo dictador, es considerado por igual como tirano y como líder capaz, e incluso fue nominado al Premio Nobel de la Paz en dos ocasiones.
“La gratitud es una enfermedad que sufren los perros”.
“Dios no es injusto, sino que en realidad no existe. Hemos sido engañados. Si Dios existiera, habría hecho el mundo más justo. Te prestaré un libro y lo verás”.
"El artista es el ingeniero del alma humana".
"En el ejército soviético hace falta más valor para retirarse que para avanzar".
“La nuestra es una causa justa. El enemigo debe ser derrotado. La victoria será nuestra”.
"La educación es una arma cuyo efecto depende de quién la tenga en sus manos y de a quién apunte”.
“Los líderes vienen y van, pero el pueblo permanece. Sólo el pueblo es inmortal; todo lo demás es efímero”.
"Yo me hice socialista en el seminario porque el género de disciplina que allí reinaba me ponía fuera de mí. Ese seminario era un nido de espionaje y de embrollos. A las nueve de la noche se nos reunía para el té y, cuando volvíamos a nuestros dormitorios, nos encontrábamos con que todos los armarios y todos nuestros objetos habían sido "visitados". Y lo mismo que todos los días registraban nuestros papeles, diariamente escrutaban nuestros espíritus. No podía soportar más aquello. Todo eso me irritaba".
"No considero a la bomba atómica como una fuerza tan importante como ciertas personalidades piensan. La bomba atómica tiene por objeto atemorizar a los débiles, pero no puede decidir la suerte de una guerra. Ciertamente, la posesión monopolizadora de los secretos de la bomba atómica crea una amenaza, pero contra ella están dos cosas: primera, que la posesión absoluta del monopolio de la bomba atómica no puede durar mucho, y segunda, que su empleo quedará prohibido".
"Algunos camaradas piensan que en cuanto sobreviene una crisis revolucionaria la burguesía tiene que caer en una situación sin salida; que, por consiguiente; su fin está predestinado: que el triunfo de la revolución está, por eso mismo, asegurado, y que no hay que hacer más que esperar la caída de la burguesía y escribir resoluciones triunfales. Esto es un profundo error. El triunfo de la revolución no llega nunca por sí solo. Hay que prepararlo. Hay que conquistarlo. Ahora bien: sólo un partido proletario revolucionario fuerte puede prepararlo y conquistarlo"