'La familia de Carlos IV', el retrato más peculiar de la monarquía española
Los detalles de este lienzo de Goya revelan mucho acerca de la personalidad de los retratados.

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Hablar de la historia del Museo Del Prado es también hablar de la historia de la familia real española. La inauguración de esta imponente pinacoteca, hoy una de las más importantes del mundo, estuvo impulsada por Fernando VII (retratado a la izquierda, con un paso por delante) y supuso la creación de un Museo Real, propiedad del rey, para albergar los grandes retratos de la monarquía española, así como otras obras de interés artístico que fueron engordando su biblioteca en sus 200 años de historia.
Uno de los autores más importantes y con más representación del Museo del Prado es, lógicamente, Goya, pintor de cámara, de quien el museo alberga casi un millar de lienzos. A partir de 1799, Goya inicia una intensa actividad como retratista real, realizando las más célebres estampas que hoy se conservan de la monarquía española de por aquel entonces, y que luego serías trasladadas al museo (inaugurado en 1819).
Una de esas piezas, elaborada por encargo antes de la inauguración del Prado, y que hoy reside allí para deleite de los contemporáneos, es La familia de Carlos IV, que esconde algunas curiosidades. La repasamos:
Tal como se recoge en la página web oficial de Museo Del Prado, La familia de Carlos IV es una inspiración de La familia de Felipe IV de Velázquez, más conocido como Las meninas. No obstante, Goya decide colocar a los catorce personajes sobre un fondo austero, sin alfombras ni grandes adornos, aunque sí se aprecian en los cuadros que adornan las pareces tres figuras mitológicas y una representación marina (muy poco perceptibles). Goya decide darle protagonismo a los retratos, y no introduce los elementos de perspectiva y detalles que observamos en la célebre obra de Velázquez.
La figura de la reina María Luisa de Parma, situada en el centro, pretende imitar la postura de la joven infanta Margarita, lo que varios autores han considerado en realidad una sátira hacia la reina (ya de edad avanzada). Estas opiniones proceden de las críticas contemporáneas de los embajadores franceses, los mismos que opinaban sobre los amoríos de la reina con Manuel Godoy. Muy al contrario, otros ven en esta representación de la reina, precisamente, su triunfo frente a la pequeña Margarita, la posible heredera, lo que recordaba los graves problemas respecto a la sucesión de Felipe IV.
Curioso es el hecho de que en este retrato conjunto exista una mujer con la cara girada hacia atrás, y por tanto, con una identidad desconocida. Esta mujer anónima representa a la futura esposa de Fernando VII, que todavía no se había elegido. En ese momento, la candidata más probable era la princesa Carolina de Sajonia-Weimar, pero finalmente en 1802 se decidieron por la infanta María Antonia de Nápoles.
Uno de los detalles más interesantes de este cuadro es la representación de la infanta doña María Josefa, con plumas en la cabeza y un lunar sobre la sien, ya pasado de moda en aquella época, pero que son detalles que el pintor quiso conservar del personaje: no fingió estar acorde a las tendencias estéticas del momento, sino que María Josefa conservó en el retrato su peculiar personalidad.
Pese a que la reina María Luisa se sitúa en el centro del retrato colectivo, los ojos más avispados podrán apreciar que tanto el rey Carlos IV como el heredero al trono, el futuro Fernando VII, están situados un paso por delante del resto de los integrantes de la familia real.