Emiliano Revilla, el final de 249 días de secuestro
El 30 de octubre de 1988, el industrial soriano fue liberado por ETA tras pagar un fabuloso rescate. Una becaria de la Agencia EFE sería la primera en encontrarlo.
Fue el cautiverio más largo en la historia de ETA hasta entonces: 249 días (luego lo superarían los secuestros del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara –532 días– y del empresario vasco José María Aldaya –341 días–). Y también es, posiblemente, aquel en el que se ha pagado una suma de dinero más cuantiosa a los terroristas a cambio de la libertad del secuestrado: unos 1.000 millones de pesetas, 6 millones de euros al cambio actual (aunque este dato es imposible confirmarlo, dado el secretismo en torno a los pagos por extorsión). El acaudalado industrial Emiliano Revilla (Ólvega, Soria, 1928), fundador de la entonces famosísima empresa de embutidos Revilla y constructor inmobiliario, fue raptado el 24 de febrero de 1988 cuando entraba en el portal de su casa en Madrid. La acción fue llevada a cabo por el tristemente célebre "comando Madrid" dirigido por el etarra Joseba Urrusolo Sistiaga, con la colaboración del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), grupo armado chileno.
En concreto, los chilenos se encargaron de realizar un exhaustivo seguimiento previo del empresario y de facilitar a ETA el lugar para retenerlo. Según los datos de la investigación policial, ya en junio de 1987 un responsable del MIR en París organizó un equipo de cuatro personas para estas tareas: con una foto de Revilla aparecida en la prensa del corazón como guía, lo vigilaron mañana y tarde, siete días a la semana durante seis meses, y pasaron a Urrusolo la información sobre sus movimientos habituales. Asimismo, les consiguieron a los etarras un coche y alquilaron para ellos un pequeño inmueble de una planta en la calle de Arturo Soria. Allí, bajo la sala de estar, se construyó un minúsculo zulo subterráneo –2 metros de largo por 1 de ancho y 1,90 de alto– al que se accedía por una escalera de mano y en el que instalaron un catre y un lugar para evacuar. Iba a ser el "alojamiento" de Revilla durante 249 interminables jornadas.
Este, para resistir, se dedicó en todo ese tiempo fundamentalmente a dibujar... y a "pasear". Tres pasos adelante, tres pasos atrás, todo lo que permitía el reducido habitáculo: según sus cálculos posteriores, así llegó a recorrer 12.000 kilómetros sin salir de su mazmorra, sin ver jamás la luz del sol ni apenas hablar con nadie. La excepción fue Urrusolo, que mantuvo algunas largas conversaciones con su cautivo, al que acabó admirando por su impresionante fortaleza de ánimo –nunca se vino abajo– y al cual pediría, años más tarde –cuando el etarra se había arrepentido de sus acciones pasadas, había abandonado la organización y cumplía condena en la prisión de Nanclares de Oca– que fuera a visitarlo a la cárcel para pedirle perdón. Revilla, pese a declarar que recibió buen trato del terrorista, afirmó que no podía perdonar. Eso sería en 2011. Veintitrés años antes, el 30 de octubre de 1988 y previo pago por la familia de la millonaria cantidad citada, los secuestradores soltaron a su víctima, que volvió ya de madrugada andando a casa. La casualidad quiso que la primera persona en verlo fuese María José Sáez, hoy periodista y entonces una ex becaria de la agencia EFE, que había seguido el caso ese verano y que andaba rondando su domicilio. El scoop le valió a Sáez, lógicamente, su ingreso con todos los honores en la historia periodística española.