Faraones: reyes y guerreros
Además de regir con mano de hierro el destino de sus súbditos, los faraones egipcios encabezaban un ejército cada vez más sofisticado y poderoso con el que enfrentarse a sus enemigos y conquistar otras tierras.
El Alto y Bajo Egipto se unificaron hacia 3100 a.C. bajo la autoridad del mítico primer gran faraón Narmer, fundador de la Dinastía I. Él fue el primer monarca guerrero, pues no solo se impuso al Bajo Egipto sometiendo a los habitantes del delta, sino que posiblemente también expulsó a nómadas extranjeros que se habían instalado en la región. Sin embargo, los datos sobre su persona son muy escasos y hasta confusos, dada su lejanía en el tiempo y los pocos rastros arqueológicos.
Durante los mil años aproximados que duró el Período Arcaico, la civilización egipcia se desarrolló de modo aislado, casi sin contactos con el exterior. Los únicos enemigos que, de vez en cuando, les molestaban eran nómadas libios y nubios del sur, que eran fácilmente rechazados. Por ello su ejército estaba centrado, sobre todo, en asegurar la unidad del Imperio impidiendo las tentaciones separatistas de los gobernadores alejados de la capital. La gran longitud del reino del Nilo facilitaba que algún dirigente se alzase ocasionalmente si percibía debilidad en el poder central.
Su aislamiento y el río, que les servía como fuente de vida y medio de transporte, les permitió despreciar incluso el uso de la rueda y de los carros. Su ejército era, por tanto, únicamente de infantería, siendo su fuerza principal la guardia del faraón, reducida pero bien entrenada y profesionalizada, auxiliada por pequeños y esporádicos contingentes de mercenarios libios y nubios, utilizados preferentemente como arqueros. Sus acciones lejos del reino se limitaban a ocasionales expediciones de castigo y saqueo, pero con nulas ambiciones expansionistas. A mediados del III milenio ya existía cierto comercio con puntos de la actual Palestina, Israel y la península de Sinaí, por lo que también en ocasiones se lanzaban algunas operaciones militares hacia esos puntos, pero solo para asegurar las rutas comerciales. En caso de peligro extremo, se llamaba a filas a todos los hombres capaces de empuñar una rudimentaria arma de piedra o madera, y cuando se había conjurado el riesgo cada uno volvía a su quehacer habitual.
Hacia 2050 a.C., Egipto se desmembró en lo que se conoce como Primer Período Intermedio, no volviéndose a unir hasta 1900 a.C. con el inicio del llamado Imperio Medio. Los nuevos faraones vieron que era conveniente contar con un ejército más poderoso que conjurase las tensiones separatistas y las incursiones esporádicas de invasores. Ahora, junto a la guardia del faraón, se estableció el reclutamiento obligatorio de uno entre 100 hombres, que pasaron a formar parte de un nuevo ejército profesional y encuadrado por oficiales formados, al tiempo que se aumentaba el número de mercenarios extranjeros.
En este período se construyeron fortalezas (Buhen y Semna) al sur, en la inestable frontera con Nubia, y al este del delta del Nilo el llamado Muro del Príncipe, así como varios fuertes en la costa del Sinaí para prevenir invasiones asiáticas que comenzaban a apuntar desde el este y vigilar la seguridad de las rutas comerciales que se habían comenzado a abrir. Sin embargo, siguieron sin tener ambiciones conquistadoras, apenas se modernizaron armamentísticamente y continuaron confiando en el desierto como principal defensa. Sus armas eran simples, aunque mortíferas.
En el cuerpo a cuerpo empleaban el bastón, la porra, el cuchillo de sílex, el hacha de piedra y la lanza con punta de piedra, hueso o bronce. Los oficiales usaban daga o espada de bronce y, para la lucha a distancia, se usaban el arco y la flecha, con puntas de esos mismos materiales, y una especie de bumeranes. Las corazas de bronce y los cascos estaban reservados a los altos mandos debido a su elevado coste, siendo la defensa más común el simple escudo de mimbre cubierto con cuero.
Todas estas armas se elaboraban en los talleres de los palacios o de los templos bajo una estricta supervisión, y allí también eran almacenadas y contabilizadas por los escribas. Durante el Imperio Medio también se creó el cuerpo de cazadores: unidades especiales encargadas de patrullar los desiertos y las fronteras con Nubia, para detectar cualquier movimiento hostil y avisar con antelación de cualquier posible ataque.
Más información sobre el tema en el artículo Reyes y guerreros de Juan Carlos Losada.Aparece en el MUY HISTORIA, dedicado a El esplendor de Egipto. La edad de oro del país de los faraones.
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