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Tiberio, el emperador más triste

Tiberio, que no había sido la primera elección de Augusto a la hora de buscar sucesor, nunca quiso ser emperador. Su mandato estuvo lleno de claroscuros y acabó retirándose a la isla de Capri.

Para cuando llegó la hora de suceder a Augusto, Tiberio era la única posibilidad. Su hermano Druso había muerto tras un accidente de caballo, al igual que los nietos de Augusto, Lucio y Cayo. Con su otro nieto, Agripa Póstumo, desterrado, Tiberio era el único candidato posible. Para entonces ya era hijo legal de Augusto, quien lo adoptó cuando Tiberio tenía 45 años. “Lo hago por el bien de la res publica”, dijo, misterioso, tras la adopción.

Que todo se hubiera aliado para que fuera Tiberio quien tomara las riendas de Roma no quiere decir que las quisiera. Aunque en su juventud fue un excelente general, parece que nunca quiso gobernar. Y lo cierto es que pasó a la historia como un emperador completamente infeliz, como mostró Plinio el Viejo al llamarlo tristissimus hominum (el más triste de los hombres).

La mayoría de historiadores sitúa el comienzo de esa infelicidad en el momento en que Augusto le impuso el matrimonio con su hija Julia, viuda de Agripa, que entonces era el suegro de Tiberio. Para poder casarse con Julia tuvo que divorciarse de Vipsania, con quien había sido padre por primera vez, un matrimonio bien avenido hasta esa fecha. Además, su futura esposa lo despreciaba. Por eso no ocultaba sus infidelidades, lo que suponía un escándalo por el que acabó condenada por su propio padre al exilio en la isla de Pandataria, donde tenía prohibido cualquier lujo, el vino y también la compañía masculina.

Para entonces, hacía tiempo que Tiberio había renunciado a ese matrimonio. Cuando estaba a punto de pasar a ser el segundo hombre más poderoso de Roma, anunció que abandonaba la política y se retiraba a Rodas. Podía tratarse de una venganza hacia Augusto, que lo quería como sucesor solo hasta que sus nietos crecieran. Pero, para otros historiadores, la razón era que no quería el papel que el emperador deseaba otorgarle y esta era una forma de desbaratar sus planes. La tensa situación con Julia tampoco ayudaba.

Aunque Augusto se negó en un primer momento, Tiberio estaba tan determinado a retirarse a Rodas que hizo una huelga de hambre, tras lo que su padrastro le dio permiso. Sin embargo, lo consideró una traición personal y, cuando Tiberio quiso volver a Roma, Augusto tardó en aceptar. Por fin regresaría con 45 años, aunque sin ningún papel público hasta que el emperador tuvo que cambiar de planes tras perder a sus dos nietos. El carácter melancólico de Tiberio siguió presente también en su regreso y acabaría agravándose tras la muerte de su propio hijo, Druso el Joven, en el año 23, fecha a partir de la que se aisló aún más y comenzó un período terrorífico en su gobierno.

Los años de gobierno del emperador que no quería ser emperador pasaron por varias etapas. Tomó las riendas de Roma en el año 14, y al principio ni siquiera se notó que Augusto había muerto: todo funcionaba según las bases marcadas por el anterior Princeps. Sin embargo, hubo rebeliones de quienes no lo querían como gobernante, la primera de ellas en Germania, donde siete legiones se amotinaron al enterarse de la muerte de Augusto. Lo hicieron en favor de Germánico, hijo de Druso, a quien consideraban el legítimo sucesor. Sin embargo, el propio Germánico acabó con la revuelta pidiendo que obedecieran a su nuevo Princeps, Tiberio, y amenazando con suicidarse si no le obedecían.

La apatía del nuevo emperador era entonces evidente. Pero cuando se decidió a gobernar, el terror inundó el Imperio. Fue tras la muerte de su hijo Druso el Joven, con quien compartía poderes tribunicios desde poco antes de que muriera en extrañas circunstancias. Es entonces cuando muestra su lado paranoico y más cruel.

Más información sobre el tema en el artículo Los años oscuros de Beatriz González. Aparece en el MUY HISTORIA, dedicado a Roma, de Julio César a Nerón. El nacimiento de un Imperio.

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