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1968, Mayo francés: Los trabajadores se unen a los estudiantes

El estallido revolucionario de 1968 en Francia comenzó con el levantamiento de los estudiantes universitarios, a los que pronto se unió la clase trabajadora.

La represión de la revuelta estudiantil desencadena a mediados de mayo una respuesta por parte de la clase trabajadora. Al fin y al cabo, las cabezas que aporreaban los policías eran las de sus hijos y sus correligionarios izquierdistas más jóvenes. Por otra parte, los sindicatos de clase franceses, poderosos y bien organizados en general, estaban hartos de las míseras conquistas que obtenían con sus demandas. El 13 de mayo, en plena represión estudiantil, convocan una huelga general que es seguida mayoritariamente, como nunca desde el final de la guerra. Cerca de un millón de ciudadanos se echan a la calle mientras los estudiantes toman La Sorbona. El día 14, los trabajadores de la Sud-Aviation en Nantes se apoderan de la fábrica y mantienen secuestrado al gerente. Es el detonante para la ocupación de una multitud de industrias, talleres y empresas por los obreros, que alzan banderas rojas. Al constante goteo de ocupaciones y de secuestros o retenciones de directivos se une la mayor fábrica de Francia, la Renault de Billancourt. Las reivindicaciones exigen inicialmente aumento de salarios y disminución de horas de trabajo; los comités de huelga fraternizan con técnicos, estudiantes y vecinos de la zona. Las asambleas son constantes y en los debates va subiendo el tono y el nivel de las reivindicaciones.
El 20 de mayo se alcanza la cifra récord de diez millones de huelguistas, lo que supone las dos terceras partes de los trabajadores franceses. Para todos se hace evidente que el gobierno ha perdido el control efectivo del país, donde se vive de hecho una situación revolucionaria. De Gaulle habla por televisión el día 24 y promete una mayor participación de los obreros y los estudiantes en las empresas y universidades. Su gesto no tiene ninguna trascendencia: el movimiento ya considera amortizado al viejo general. En esas horas, el poder político efectivo ha pasado a manos del Partido Comunista (350.000 miembros y el 25% de los sufragios de 1967) y de su sindicato, la CGT (Confederación General de Trabajadores), quienes desde el principio habían visto con desdén aquellos movimientos estudiantiles que consideraban inmaduros y poco serios, pero a los que en realidad temían, conscientes de su incapacidad para controlarlos.
Los líderes comunistas, tanto políticos como sindicales, habían manifestado sus opiniones contrarias a aquel movimiento espontáneo de cien cabezas que cada día creaba nuevas consignas y cuestionaba la autoridad de sus propios dirigentes. Lo veían plagado de utopistas, trotskistas y anarquistas, aunque sus verdaderos antagonistas eran la CFDT (Confederación Francesa Democrática del Trabajo), el antiguo sindicato católico ahora en manos del PSU (Partido Socialista Unificado), que se había alineado con los estudiantes desde el principio y cuyo mantra era la autogestión, y la FO (Fuerza Obrera), que vindicaba la independencia de su sindicato de cualquier partido.
En vista de la situación, el gobierno pacta con la CGT. Pompidou, Chirac y Balladour se reúnen con Séguy, líder del sindicato comunista, y firman los llamados Pactos de Grenelle. Pero cuando Séguy acude a la Renault y explica su acuerdo a los huelguistas, estos le despiden con cajas destempladas considerando que las conquistas arrancadas a la patronal son exiguas. Entonces comienza la tercera fase de los sucesos, que se desarrolla en el plano político.
Más información sobre el tema en el dossier Mayo en París, el epicentro del cambio de Alberto Porlan. Aparece en el MUY HISTORIA, dedicado a 1968. El año de los mil cambios.
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