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El movimiento partisano en Italia

Italia cambió de bando en mitad de la guerra y fue inmediatamente invadida por la Alemania nazi, desatándose así la lucha por la liberación y una guerra civil

La Resistencia italiana fue formándose y creciendo poco a poco, alimentada por miles de personas que, a la vista de los acontecimientos, decidían echarse al monte con cualquier arma que tuvieran en casa. Estos grupos, al principio simples bandas, aglutinaban a gente de todo tipo. Abundaban los campesinos y los obreros industriales, pero también había miembros de la burguesía urbana, soldados del antiguo Ejército italiano que se había disuelto en desbandada y veteranos de las brigadas que habían acudido en defensa de la República española. Al frente se situaban comandantes de gran personalidad y una cierta aura romántica (abundaban el bigote con perilla, el pañuelo al cuello, el gorro con pluma), líderes como Vincenzo Moscatelli, Enrico Martini, Giovani Pesce o Arrigo Boldrini, capaces de inspirar a sus milicianos.

La decisión de sumarse a la Resistencia no era poca cosa: implicaba dejar el trabajo y la familia e internarse mal equipado en la montaña con un fusil al hombro. Pero, en un país que llevaba veinte años aceptando sin rechistar la dictadura fascista, para muchos era la primera oportunidad de tomar una decisión propia, de hacer algo valiente. Suponía, además, emprender una nueva vida. La Resistencia aceptaba a todo el mundo sin tener en cuenta el pasado. El recién llegado escogía un nombre de guerra –Landrú, Bulow, Renata, el que fuera–, abandonaba su antigua identidad y volvía a empezar. Así se convirtieron en partisanos antiguos fascistas e incluso unos cuantos desertores alemanes.

Las estimaciones que se han hecho sobre el número de combatientes son diversas y contradictorias. Lo que parece claro es que en el otoño de 1943 eran sólo unos pocos miles y que el fenómeno fue creciendo exponencialmente según transcurrían los meses. Se habla de unos 80.000 en el verano de 1944 y de 300.000 al final de la guerra. La Resistencia italiana operó fundamentalmente en el medio rural y, sobre todo, en la montaña, que, pese a las duras condiciones que presentaba en invierno, ofrecía buenas posibilidades de refugio. Las tácticas fundamentales fueron la guerra de guerrillas y el sabotaje, ya que las fuerzas alemanas eran imposibles de batir en el enfrentamiento directo, como dolorosamente se comprobó muy pronto en diversos encuentros.

El movimiento resistente se organizó enseguida en brigadas definidas por su filiación política, si bien esta disposición no era excluyente y los grupos acogían a combatientes de otras ideologías. La más numerosa –y la que sufrió mayores bajas– fue la Brigada Garibaldi, de orientación comunista, cuyos miembros se identificaban por usar un pañuelo rojo.

Más información sobre el tema en el artículo La reconquista civil de Italia de Rodrigo Brunori. Aparece en el último MUY HISTORIA, dedicado a Las Resistencias en la II Guerra Mundial. Ciudadanos en armas contra los nazis.

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