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El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera

Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, se sublevó el 13 de septiembre de 1923. El golpe contó inmediatamente con la comprensión y el apoyo del rey Alfonso XIII.

Liderados por el general Primo de Rivera, los sublevados declararon el estado de guerra –se mantuvo durante casi dos años–, la suspensión de las garantías constitucionales y la disolución de las Cortes.

El régimen de la Constitución de 1876 fue sustituido en medio de la indiferencia popular y sin apenas resistencia por una dictadura militar.

La dictadura se había convertido en la salida autoritaria ante la quiebra del sistema político de la Restauración desde el punto de vista conservador.

Un factor crucial que incidió en la crisis política de ese momento era la fuerte inestabilidad social, acentuada desde 1917, año en el que el poder bolchevique se impuso en Rusia.

En la política exterior la situación no era mejor, la guerra de Marruecos era otra causa clave de la crisis que acarreaba el país, llegando al clímax con el Desastre de Annual (1921), una gravísima derrota militar española ante los rifeños comandados por Abd el-Krim.

En definitiva, el golpe triunfó porque contó con un apoyo fundamental, el de Alfonso XIII de Borbón. El rey consideraba que la crisis política y social amenazaba la existencia de la propia institución monárquica.

Tras el golpe, el dictador Primo de Rivera se constituyó en ministro único, pasando a ser asesorado por una institución llamada Directorio Militar.

Aunque en ningún caso la actuación gubernamental parecía planteada desde un programa político bien definido ni previo, sino más bien como el resultado de la improvisación.

En todo caso, la dictadura pervivió seis años y gracias a una serie de “éxitos” iniciales: mantenimiento del orden público, aunque a través de una evidente represión, y la resolución de la guerra de Marruecos.

A la sombra del nuevo gobierno se auspiciaba el mismo bloque de poder que había dominado el país durante la Restauración, la oligarquía de terratenientes e industriales.

Se imitó el modelo social del fascismo italiano, estableciéndose la Organización Corporativa del Trabajo, especie de sindicato que trataba de arbitrar entre patrones y obreros.

La oposición a la dictadura abarcaba un amplio espectro político: algunos liberales y conservadores; republicanos, socialistas, anarquistas, intelectuales, movimiento estudiantil...

Un elemento clave del desgaste progresivo del gobierno de Primo de Rivera fue el creciente descontento en las filas del Ejército ante las arbitrariedades de Primo de Rivera.

Tras el crack de la bolsa de Nueva York, en 1929, los problemas económicos se extendieron con gran rapidez por el mundo. El descontento social, con la vuelta de los movimientos huelguísticos, vino a acrecentar la oposición a la dictadura y la devaluación de la peseta.

Anciano, enfermo y sin apoyos sociales, el 27 de enero de 1930, Primo de Rivera presentó su dimisión al monarca, quién se apresuró a aceptarla. Dos meses después, el dictador fallecía en el exilio en París.

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