Partida y regreso de la División Azul a España
En julio de 1941 tuvo lugar el primer viaje de la División Azul, un cuerpo de voluntarios creado por el franquismo para luchar contra el comunismo, hacia el frente ruso.
En 1939 estalló en Europa un conflicto armado a gran escala que no tardaría en globalizarse y dividir al mundo entero (o casi) en dos bandos: los Aliados y el Eje. España acababa de salir de una terrible guerra civil que había destruido y desangrado al país por lo que el entrar en una nueva campaña no parecía lo más acertado. Franco, el nuevo y autoimpuesto líder del país, ya había mostrado su simpatía hacia Hitler y Mussolini durante la Guerra Civil y en 1940 se reunió con el Führer en persona para negociar la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial del lado del Eje. Las partes no consiguieron llegar a un acuerdo pero Franco tampoco quiso quedarse atrás en su inquebrantable cruzada contra el comunismo por lo que, en 1941, una unidad española partió rumbo a la URSS para combatir junto a las tropas de Hitler a las órdenes del general falangista Agustín Muñoz Grandes. Se trataba de la División Azul.
En su primer viaje, el 13 de julio de 1941, hubo más voluntarios que plazas ya que 18 104 jóvenes españoles quisieron enrolarse para luchar en la Unión Soviética. Al tratarse de un cuerpo de voluntarios (similar en forma a lo que habían sido las Brigadas Internacionales para el ejército republicano), España podía aportar su granito de arena a la lucha de Alemania sin romper su neutralidad en la Segunda Guerra Mundial.
La realidad, con todo, era más compleja que eso ya que una cantidad considerable de soldados (fundamentalmente tropa) eran republicanos o gente caída en desgracia que se unía a la División Azul para “limpiar su pasado”. En mayo de 1942 se decretó que cuatro meses en el frente ruso o la repatriación por herida generaban la condición de “excombatiente” en el bando nacional y para 1943 se llevaron a cabo conmutaciones de condena por prestarse a ir a luchar. Luis García Berlanga, quien se convertiría en uno de los directores de cine más destacados del país, se alistó con 20 años para que conmutaran la pena de muerte que se le había impuesto a su padre por ser republicano.
Las condiciones a las que se vieron sometidos los españoles fueron realmente duras. Si la instrucción tenía que ser de tres meses, el general Muñoz Grandes, a cargo de la División Azul, decía que eran españoles y que ellos la hacían en dos. Si había que caminar 1000 kilómetros desde Polonia al frente ruso, se hacía, pese al dolor de los pies y las botas inadecuadas. Si había que helarse en el invierno ruso, sin apenas protección y morir congelado, se moría, como les sucedió a bastantes.
Entre 1941 y 1943 en el frente del Este de la Segunda Guerra Mundial combatieron unos 47.000 españoles de los que 5000 murieron, más de 10 000 resultaron heridos y más de 300 fueron hechos prisioneros por los soviéticos. Habían salido de España con el cariño de la gente, aunque al pasar por Europa, sobre todo en Francia, los exiliados españolas les silbaban y había intercambio de insultos. Los repatriados fueron objeto de recibimientos multitudinarios, pero conforme las tornas de la guerra giraban a favor de los soviéticos los recibimientos empezaron a ser más discretos. Los últimos batallones que regresan en abril de 1944 (con los aliados ya en Italia, etc.) lo hacen casi de tapadillo.
Fue en 1954 cuando regresaron los 248 divisionarios y afines prisioneros de los rusos, en el barco Semíramis, que llegó a Barcelona desde el puerto de Odesa fletado por la Cruz Roja francesa.