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Caída de Barcelona y Madrid en la Guerra Civil

La revista Muy Historia del mes de marzo está dedicada a la batalla del Ebro y otros frentes de la Guerra Civil española. Te damos un adelanto.

Con el gobierno en desbandada y sus facciones luchando entre sí, en enero de 1939 catalanes y madrileños apenas les quedaban fuerzas para resistir.

El 5 de febrero, Manuel Azaña cruzó la frontera francesa junto a miles de republicanos, miembros del Frente Popular e integrantes de las milicias anarquistas.

El temor a las represalias que pudieran tomar los vencedores hizo que familias enteras se exiliasen.

El 8 de febrero, Negrín salió de España. Mientras tanto, la vida en Madrid era cada vez más complicada.

Sin apenas víveres, la población no tenía ya fuerzas para la resistencia.

La suciedad imperante y la falta de aseo de la población hicieron prosperar la tiña y la sarna.

El 10 de febrero, Negrín volvió a cruzar la frontera para dirigirse a Alicante. Horas después fueron llegando a la ciudad levantina otros ministros del Gobierno y militares comunistas que habían sido evacuados de Barcelona.

Desde las páginas del diario Mundo Obrero, el Partido Comunista anunció que iban a llevar la lucha hasta el fin.

Negrín también propuso la resistencia con la esperanza de que comenzasen las hostilidades en Europa, lo que beneficiaría a la República.

Negrín pensaba que, si estallaba la II Guerra Mundial, Francia e Inglaterra terminarían apoyando a la República frente a la Alemania nazi y la Italia fascista.

Sin embargo, los anarcosindicalistas, la mayoría de los socialistas, republicanos disconformes con el Gobierno y un buen número de militares, encabezados por el coronel Segismundo Casado, rechazaron la numantina propuesta de Negrín.

Todos ellos veían factible llegar a un acuerdo de paz honroso con Franco. Además, aseguraban que la población civil no podía resistir mucho más sin alimentos y otros productos esenciales.

Su objetivo era encontrar un interlocutor válido que fuera aceptado por los militares rebeldes. Y el candidato idóneo era el coronel Casado, un reconocido anticomunista al que Negrín había ascendido de forma sorprendente a jefe del Ejército del Centro en abril de 1938.

Por su parte, aquellos que estaban dispuestos a resistir sabían que la nueva Ley de Responsabilidades Políticas que había promulgado Franco sancionaba con inusitada dureza a todos los que hubieran colaborado con sindicatos, organizaciones y partidos del Frente Popular durante la República.

Esa ley implicaba a un número tan elevado de españoles que muchos comenzaron a pensar que su única esperanza radicaba en el exilio.

Las inequívocas intenciones de Franco

En diciembre de 1938, en una entrevista que concedió al periodista Manuel Aznar –abuelo de José María Aznar, que muchos años después sería presidente del Gobierno–, Franco explicó lo que pensaba hacer con los “rojos” tras la caída de la República. Los dividía en criminales empedernidos y gentes que habían sido engañadas por sus líderes. Los que no tuvieran las manos manchadas de sangre serían internados en cárceles y campos de trabajo, donde serían redimidos. Los demás irían a parar al paredón.

Más información sobre el tema en el artículo La guerra ha terminado, escrito Fernando Cohnen. Aparece en el último monográfico de MUY HISTORIA, dedicado a La batalla del Ebro y otros frentes de la Guerra Civil española.

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