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10 frases de despedida famosas

Las últimas palabras antes de morir de algunos personajes célebres, de las más geniales o sorprendentes a las más sencillas.

1. La más genial

Como no podía ser de otra manera, la pronunció un genio, aunque curiosamente del cine mudo. El gran Buster Keaton, actor, guionista y director estadounidense, autor de obras maestras como El maquinista de la General (1927) o El héroe del río (1928), murió el 1 de febrero de 1966 de un cáncer de pulmón. Cuando agonizaba, para saber si ya había fallecido alguien sugirió tocarle los pies, explicando que a los difuntos se les enfrían enseguida. Keaton abrió la boca y dijo: "A Juana de Arco no", y expiró provocando carcajadas, como había vivido.


2. La más grosera

Le corresponde a Vicente Huidobro, uno de los más destacados poetas chilenos del siglo XX junto a Pablo Neruda. Estando en su lecho de muerte, el 2 de enero de 1948, tras varias horas inconsciente de pronto abrió los ojos, miró a su amiga la pintora Henriette Petit, que lloraba a su lado, y le espetó: "¡Cara de poto!" ("poto" es culo en Chile), y se apagó. Y ya no hubo quien consolara a la desconsolada señora Petit.


3. La más inoportuna

De haber sabido que iba a causar su muerte, el novelista y dramaturgo británico Hector Hugh Munro, alias Saki, habría mantenido la boca cerrada. El escritor, alistado para luchar en la I Guerra Mundial pese a no estar obligado a ello –tenía 45 años–, le gritó a un compañero de trinchera en el Somme (Francia): "¡Apaga ese maldito cigarrillo!", lo que sirvió a un soldado alemán para localizarlo, dispararle y matarlo en el acto. Fue el 14 de noviembre de 1916.


4. La más vanidosa

José Doroteo Arango ha pasado a la Historia con el nombre  que adoptó como líder de la Revolución mexicana: Pancho Villa. El 20 de julio de 1923, cayó en una emboscada y fue asesinado a balazos en la pequeña población de Hidalgo del Parral, en el Estado de Chihuahua. Al parecer, sus últimas palabras las dirigió a un periodista que asistía a su agonía: "¡Ponga que dije algo, carajo!".


5. La más sorprendida

Una exclamación parecida fue el epitafio verbal de Antonio José de Sucre, militar venezolano y prócer de la Independencia americana. Abatido de un tiro en la jungla de Colombia el 4 de junio de 1830, sólo alcanzó a proferir: "¡Carajo, un balazo!", antes de caer muerto. Dicen que era un hombre de exquisitas formas que nunca había maldecido hasta ese día.

6. La más previsora

El ateniense Sócrates, el más influyente filósofo de todos los tiempos, fue condenado a morir ingiriendo cicuta en el año 399 a.C. (se desconoce la fecha exacta). Según relata su discípulo Platón, no sólo acató estoicamente la sentencia, sino que demostró una increíble serenidad y previsión con su frase final, dirigida a otro pupilo: "Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Págaselo, no lo descuides". ¿Se puede tener más dignidad y sangre fría?


7. La más trabajadora

Prueba del carácter industrioso y productivo del escritor realista francés Honoré de Balzac, autor de una ingente obra novelística en la que brilla el ciclo narrativo La comedia humana (compuesto por 94 volúmenes), son las últimas palabras que dicen que dijo al morir, el 18 de agosto de 1850: "Ocho horas con fiebre, ¡me habría dado tiempo a escribir otro libro!". Eso es amor al trabajo...


8. La más ingenua

Como es bien sabido, el asesinato de Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, fue el desencadenante de la Primera Guerra Mundial. Lo que resulta menos conocido es que el archiduque recobró brevemente la consciencia tras los mortales disparos del terrorista serbio Gavrilo Princip y susurró: "No es nada, no es nada...", para fallecer acto seguido.


9. La más prosaica

El portugués Fernando Pessoa, uno de los más grandes y complejos poetas del siglo XX, dejó como última anotación –escrita en el mismo día de su muerte, el 30 de noviembre de 1935– una frase solemne: "No sé lo que traerá el día de mañana". Pero las últimas palabras que, según testigos, salieron de su boca fueron mucho más cotidianas y sencillas: "Acercadme las gafas...".


10. La más escueta

Se compone de una sola palabra monosilábica y, además, fue una frase muda. Sin embargo, resulta una despedida de lo más emocionante. Mabel Gardiner Hubbard, esposa del inventor escocés Alexander Graham Bell, era sorda desde los 5 años por culpa de la escarlatina, y el matrimonio se comunicaba por medio del lenguaje de signos. El 2 de agosto de 1922, él agonizaba y ella le dijo en silencio: "No me dejes". Y él replicó: "No".

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