El mejor piloto de la Segunda Guerra Mundial, Erich Hartmann
La aviación militar llegó a su plenitud en la Segunda Guerra Mundial. De entre todos los pilotos que combatieron en la contienda sobresale el alemán Erich Hartmann, considerado el mejor piloto de caza de la Historia.
El uso estratégico de la Fuerza Aérea alcanzó su plenitud en la Segunda Guerra Mundial, sobre todo a partir de los combates de la Batalla de Inglaterra en el cielo británico y sobre el canal de la Mancha, en el verano de 1940.
De entre todos los pilotos que lucharon en la guerra sobresale, con diferencia, el alemán Erich "Bubi" Hartmann (1922-1993), considerado también como el mejor piloto de caza de todos los tiempos. Conocido como “el diablo negro” por sus adversarios, combatió durante toda la contienda en el Frente Oriental, consiguiendo 352 derribos de aparatos enemigos en 1.404 misiones de combate (curiosamente, por motivos de edad, no llegó a participar en la Batalla de Inglaterra, el primer gran revés de la Luftwaffe alemana en el conflicto mundial). A lo largo de su carrera, Hartmann nunca fue derribado por el fuego enemigo, aunque se vio obligado a estrellar su aparato contra el suelo 14 veces debido a fallos mecánicos o a los daños recibidos por partes de los aviones que acababa de derribar.
Hartmann aprendió a volar muy joven, instruido por su madre, una de las primeras mujeres piloto de Alemania. Con 20 años recién cumplidos y a bordo del mítico aparato Messerschmitt Bf 109 realizó su primera misión de combate en el frente oriental, en octubre de 1942. Su primera victoria la consiguió al mes siguiente con el derribo de un caza Shturmovik Il-2 soviético. En julio de 1943, durante la batalla de Kursk, abatió siete aviones en un solo día. Terminó el año con 159 victorias, tras haber sido derribado, hecho prisionero por los rusos y escapado de su captores. En 1944 acumuló 172 victorias y fue condecorado personalmente por Hitler con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.
El avión de Hartmann tenía marcas distintivas que lo hacían reconocible y temible ante los pilotos soviéticos: el morro pintado de negro, en forma de tulipán; y un corazón atravesado por una flecha con el nombre de su novia de toda la vida, “Ursel” (Úrsula). El fuselaje de su Me-109 llevaba pintado además el número 1, por ser el líder del escuadrón.
Al final de la guerra, en mayo de 1945, Hartmann desobedeció la orden de volar al sector británico para evitar ser capturado por los soviéticos, pero abandonando a sus hombres del Ala de Caza 52. Hartmann decidió permanecer con su unidad y el último día de la guerra alcanzó su última victoria, que hacía el número 352: un caza ruso Yakovlev Yak-9 . A continuación ordenó que se destruyeran los 25 aparatos de su legendario escuadrón, el JG52. Así, la unidad más exitosa de la historia de la aviación militar, con más de 10.000 aviones enemigos derribados y 678 de sus pilotos muertos en acción, se rindió a la 90ª División de Infantería del Ejército norteamericano.
En aplicación de los acuerdos de Yalta, los estadounidenses entregaron al joven Hartmann, 24 años recién cumplidos, a los soviéticos. Tras diez años de cautiverio en el gulag, y tras haber rechazado un puesto en la aviación de la RDA, fue liberado en 1955. De vuelta a casa, el gobierno democrático de la República Federal le dio el mando de la primera unidad de cazas a reacción de la posguerra.
"Una cosa que he aprendido es ésta: nunca odies a un pueblo entero por las acciones perversas de algunos de sus miembros. El odio y la intolerancia destruyeron mi nación, y millones murieron. Espero que la mayoría de la gente no odie a los alemanes por culpa de los nacionalsocialistas, o a los norteamericanos por la esclavitud. Nunca odies, el odio te come vivo. Mantén la mente abierta y busca siempre lo bueno en la gente; te sorprenderá lo que puedes encontrar", contestó al finalizar su cautiverio cuando le preguntaron si odiaba a los rusos tras 10 años en las prisiones soviéticas.
Erich Hartmann, el mejor piloto de caza de la historia de la aviación, abandonó la vida militar en 1970 y se dedicó a la instrucción de vuelo hasta su muerte, en 1993.