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¿Asturias es España y lo demás tierra conquistada?

Acudimos a las fuentes históricas para conocer mejor la figura de Don Pelayo y la batalla de Covadonga, sin desprecios ni mitificaciones interesadas.

“Asturias es España y lo demás tierra conquistada”. Este popular dicho procedente del país peninsular busca bromear con la idea histórica de que fue en Asturias donde nació la resistencia de los reinos cristianos contra la invasión musulmana y dio comienzo el largo periodo de enfrentamientos, alianzas y más enfrentamientos conocido como la Reconquista. Si bien no se trata de una afirmación que haya que tomarse al pie de la letra, resulta interesante conocer los hechos históricos reales en los que se sustenta: la dinastía de Don Pelayo y la batalla de Covadonga.

¿Realidad o ficción?

Empecemos aclarando algo que nos parece imprescindible: la verdad histórica en la figura de Don Pelayo y en los acontecimientos ocurridos en Covadonga acontecida probablemente en el 722. Han sido muchos los historiadores y académicos (españoles o extranjeros) que a lo largo de los años han cuestionado e incluso han llegado a negar la existencia de la mencionada batalla entre astures y musulmanes y el papel de Don Pelayo, convirtiéndolo desde un advenedizo que supo estar en el momento y el lugar adecuados hasta una simple figura alegórica.

Es cierto que es poca la información que se tiene sobre Pelayo y la batalla de Covadonga y que detalles como que las fuentes cristianas más antiguas de la época daten del siglo IX y las musulmanas ignoren los hechos ha generado dudas entre los más escépticos. Tampoco se puede negar que lo acontecido en Covadonga y las gestas de Don Pelayo han sido exageradas, mitificadas y utilizadas con fines ideológicos y partidistas a lo largo de la historia de España (entre otros por el franquismo) para ejemplificar una supuesta esencia y valores patrios encarnados en la legendaria figura del rey astur. Con todo, la Real Academia de la Historia considera que, analizando todas las fuentes y sus distintas interpretaciones y separando las fantasías e hipérboles, “es ya posible una aproximación histórica, razonablemente aceptable, a la figura de Pelayo y de la comunidad que él acaudilló y a los hechos que, con Pelayo como principal protagonista, se desarrollaron en Covadonga y su entorno pocos años después de que los musulmanes iniciasen la rápida conquista de la Península”.

Las fuentes más utilizadas para conocer la lucha de los astures contra el dominio árabe y el liderazgo de Don Pelayo son un conjunto de crónicas hispanocristianas escritas, probablemente, a finales del siglo IX: la Albedense y la de Alfonso III (esta última con sus variantes Rotense y ‘a Sebastián’). También se suelen tener en cuenta los testimonios recogidos en diplomas asturianos, entre los que se destaca la donación de Alfonso II a la iglesia de San Salvador de Oviedo en el año 812. Las crónicas musulmanas, por su parte, brillan por la ausencia de casi cualquier tipo de mención a los hechos. Por último, destacamos la Crónica Mozárabe del año 754, la fuente más próxima a la rebelión encabezada por Pelayo, que silencia el primer levantamiento astur.

Representación de Don Pelayo en el 'Corpus pelagianum'. Imagen: Wikimedia Commons.

Don Pelayo en CovadongaRepresentación de Don Pelayo en el 'Corpus pelagianum'. Imagen: Wikimedia Commons.

Quién y qué era Don Pelayo

Como se ha dicho, es poco lo que se sabe con certeza absoluta de Don Pelayo y muchos detalles de su vida previos al levantamiento contra los musulmanes se han ido rellenando a partir de versiones contradictorias o tirando de lógica.

Se cree que Pelayo nació alrededor del año 690 en algún rincón del norte de la península Ibérica, tal vez en Cosgaya (Cantabria). Su padre debió ser Favila, un noble godo que o bien era duque u ocupaba un puesto de responsabilidad dentro del ducado. Mientras que unas fuentes afirman que Pelayo llegó a Asturias huyendo de los musulmanes tras la derrota sufrida en Guadalete (711) y la muerte de Rodrigo, otras apuntan a que se encontraba en el norte desde antes de que los árabes invadieran la península, concretamente tras ser expulsado de Toledopor el rey Witiza. Los musulmanes terminarían por conquistar el noroeste siguiendo las antiguas vías romanas y llevarían su autoridad hasta Gijón, ciudad portuaria donde gobernaría un tal Munuza.

Según la Crónica Albedense, Pelayo aceptó someterse a los musulmanes, con lo que consiguió unos años de relativa tranquilidad, e incluso se cree que podría haber ocupado puestos de responsabilidad en su región dado que procedía de una familia noble y de prestigio entre los astures. Se desconocen cuáles fueron los motivos reales que llevaron a Pelayo a iniciar una resistencia armada contra los musulmanes: unas fuentes parecen apuntar a un rechazo por los abusivos impuestos y la represión contra los cristianos y otras apuntan a que Munuza engañó a Pelayo y lo mandó de viaje para poder casarse con la hermana del astur, siendo ambas versiones verosímiles. En cualquier caso, la rebelión es un hecho y parece que efectivamente fue Pelayo el que se decidió a dar el primer paso, promoviendo una lucha contra los musulmanes y teniendo que refugiarse en los Picos de Europa para huir del acoso de las autoridades árabes.

Los ecos de la lucha de Pelayo se extendieron por todo el territorio y fueron muchos los que respondieron a la llamada de las armas. Así, en las tierras ribereñas del Sella, se convocó una asamblea popular o concilium en laque Pelayo fue elegido no como rey sino como princeps (príncipe), una especie de caudillo que debía liderar las acciones de los astures contra los árabes. La elección de Don Pelayo fue, por lo tanto, de carácter popular y siguiendo las costumbres de los propios astures que le legitimaron como su líder. Sin embargo, la Crónica de Alfonso III en su versión ‘a Sebastián’ afirma que no fueron los astures sino los nobles visigodos refugiados en el norte los que otorgaron el cargo a Pelayo, intentando justificar así la legitimidad de la naciente monarquía asturiana y uniéndola con la extinta monarquía visigoda.

Santuario de Covadonga. Imagen: iStock Photo.

Santuario de CovadongaSantuario de Covadonga. Imagen: iStock Photo.

La batalla de Covadonga

Los historiadores sitúan el comienzo efectivo del caudillaje de Pelayo y el estallido de su rebelión en el año 718.

En un primer momento, estando tan ocupados como estaban los recién llegados musulmanes, dejaron que fueran las autoridades locales las que afrontaran con sus propios medios la revuelta encabezada por Don Pelayo. El astur y los suyos aprovecharon su inferioridad numérica que les permitía moverse más rápido y su conocimiento del terreno para hostigar a los musulmanes empleando tácticas muy similares a las de la guerra de guerrillas. Las montañas asturianas y los Picos de Europa se convertían en una fortaleza natural y el escenario perfecto para sus emboscadas. La situación cambió en el año 721, cuanod el yemení Ambasa se convirtió en valí de Al-Ándalus y mandó una expedición al norte para acabar con los rebeldes y volver a someter a la región.

Los astures se vieron con problemas cuando las tropas islámicas, lideradas por el general Alkama, intensificaron su persecución y les causaron graves bajas. Quedándose sin opciones, Pelayo recurrió a la protección de los Picos de Europa, atravesó el valle de Cangas y guió a las tropas musulmanas hasta la parte más angosta que cerraba el monte Auseva. Allí, el grueso de las fuerzas de Don Pelayo se refugió en la coba dominica, una cueva excavada en el monte, mientras grupos más pequeños de soldados flanqueaban a las tropas musulmanas en los laterales del escarpado paisaje. La estrechez de la cueva impidió a los árabes aprovechar su superioridad numérica (no se sabe con certeza cuántos eran) y concedió a los 300 astures una posición defensiva fuerte desde la que pudieron causar gravísimos daños al enemigo.

Cuando el sonido del acero dejó de escucharse y el polvo se asentó los astures eran los claros vencedores del día, Akama había caído en combate y los supervivientes del bando rival se retiraban sin rumbo fijo hasta acabar perdiéndose en lo más profundo de las montañas, donde muchos morirían a causa de un desprendimiento de tierra (según las crónicas cristianas, un castigo divino). Las fuentes cristianas, tan exageradas como fantasiosas, proporcionan todo tipo de detalles de la batalla y demuestran la importancia que para los descendientes de Pelayo tuvo aquel combate en Covadonga, considerado por Alfonso III y otros el evento fundacional del reino de Asturias.

Resulta curioso ver cómo los hechos se ven alterados según si uno consulta las fuentes cristianas o las musulmanas. Mientras que los cristianos llegan a afirmar que las fuerzas a las que combatió Pelayo en Covadonga eran de 187 000 hombres (una cifra astronómicamente desproporcionada) y que vencieron gracias a una intervención divina, los historiadores musulmanes hablan de “treinta asnos salvajes” para referirse a los astures y afirman que lo de Covadonga no fue una derrota sino una retirada voluntaria porque a las tropas árabes no les merecía la pena buscar y combatir contra ellos, despreciando así la resistencia encabezada por Pelayo.

Pelayo en la batalla de Covadonga. Imagen: Wikimiedia Commons.

Pelayo en CovadongaPelayo en la batalla de Covadonga. Imagen: Wikimiedia Commons.

Princeps del Asturorum regnum

Tras esta victoria, Pelayo reforzaría su posición y la rebelión crecería exponencialmente hasta concluir con la derrota del representante del poder musulmán en el norte, Munuza. Según la Crónica de Alfonso III, los ejércitos del caudillo árabe y los de Don Pelayo se enfrentaron Olalíes, lugar próximo a Oviedo y sobre la vía que unía Gijón con León, y la victoria volvió a caer del lado de los astures.

Pelayo trasladó el centro del poder hasta Cangas de Onís, cerca de la simbólica Covadonga, y desde allí gobernó como rey de los astures durante diecinueve años, hasta su muerte en el año 737 según la Crónica Albedense y la Crónica de Alfonso III.

Referencia: Pelayo, Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar. Real Academia de la Historia.

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