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¿Quiénes fueron los temibles guerreros berserker?

Este selecto grupo de guerreros vikingos adoradores de Odín entraban en combate sin armadura y en un trance inducido por sustancias alucinógenas.

En los drakkars que llegaron a las costas de Francia o las islas británicas durante la llamada Era vikinga había guerreros y saqueadores, comerciantes y artesanos, familias de colonizadores que querían asentarse en esas nuevas tierras y un reducido grupo de luchadores que se convertirían en el terror de los pueblos conquistados. Se trataba de los berseker, guerreros de élite que cruzan el umbral de la historia para adentrarse en el mundo de las leyendas, famosos por su fiereza en el combate y por el consumo de brebajes alucinógenos que les conducían a un estado de euforia descontrolada.
Algunos historiadores encuentran un antecedente de estos guerreros ya en época romana. En el texto De bello Gallico, obra del mismísimo Cayo Julio César sobre sus conquistas en la Galia, el poderoso general utiliza la expresión latina “Furor teutonicus” para referirse a la forma en la que los guerreros germanos se lanzaban a la batalla sin apenas armadura y con pintura de guerra por todo su cuerpo. Por su parte, los berserker combatían con el pecho desnudo o vistiendo pieles de animales como osos o lobos. Se cree que el término berserker podría significar “sin camisa” o “camisa de oso” según las fuentes que se consulten pero ambas acepciones parecen coincidir con la imagen popular que se tiene de ellos.

Los guerreros de Odín

Ya en la Era vikingala simple mención de los bersekers podía ponerle los pelos de punta a más de uno. Estos guerreros no tenían por qué ser más grandes, fuertes o hábiles que cualquier otro vikingo que tuviera una amplia experiencia en combate pero sí que provocaban un mayor efecto tanto en el enemigo como en su propia sociedad.
Al hecho de que combatieran sin portar ningún tipo de armadura y que las hachas danesas de dos manos fuesen su arma predilecta hay que sumar detalles como que los bersekers siempre encabezaban los ataques, se situaban en la línea de choque en las formaciones tanto ofensivas como defensivas y hacían demostraciones de fuerza como morder sus escudos o desmembrar a los enemigos. Los bersekers causaban terror entre las filas rivales porque luchaban con una energía y una fiereza descomunal, nunca parecían estar cansados y daban la impresión de no sentir el dolor de las heridas provocadas por las hojas de los contrincantes. El secreto de los bersekers era un brebaje que preparaban hirviendo agua o alcohol con hongos alucinógenos que les hacían entrar en un estado de trance (berserkergang) en el que no sentían miedo ni dolor, solo ira. Aunque tradicionalmente se creía que el hongo utilizado por estos guerreros era la Amanita muscaria, otros estudios más recientes apuntan al beleño negro (Hyoscyamus niger).
Los bersekers sentían una profunda devoción por Odín, señor de Asgard y dios de la guerra, que rozaba el fanatismo. Según las creencias mitológicas, cuando Odín montaba a su caballo Sleipnir hacia la batalla el animal soltaba una espesa espuma roja por la boca y al caer al suelo esta se convertía en los hongos que los berserkers consumían. Estos guerreros buscaban la gloria de la batalla y el honor de una muerte en combate para poder ser recibidos en el Valhalla como la élite de luchadores de su dios. Otras leyendas afirman que Odín les había otorgado la fuerza de diez hombres o la habilidad de convertirse en animales como osos y lobos.
ilustración de un berserker luchando contra varios osos. Imagen: iStock Photo.

Berserker luchando contra un osoilustración de un berserker luchando contra varios osos. Imagen: iStock Photo.

Respetados y rechazados

El peso en los combates y todo el legendarium que existía en torno a ellos hicieron de los berserkers personajes importantes dentro de la sociedad vikinga. Las sagas y relatos como los de la Edda poética y la Edda prosaica solían utilizar a berserkers como Egill Skallagrímsson para sus papeles protagonistas de algunas de sus historias ya fuese en los papeles de antihéroe o de villanos (rara vez de héroe al uso) y fueron muchos los reyes, entre ellos Harald I el de la hermosa melena, que disponían de una guardia personal compuesta únicamente por esta clase de guerreros. Las propias crónicas inglesas cuentan que, en la batalla de Stamford Bridge (1066), fue un imponente berserker de más de dos metros de alto el que contuvo a todo el ejército enemigo y mató a 40 de ellos antes de que consiguieran reducirle.
Pero la realidad es que los berserkers eran tan útiles como problemáticos. Durante los combates en los que estaban bajo los efectos de su brebaje, se embarcaban en un frenesí de violencia en el que no hacían distinción entre los del bando enemigo y los de su propio bando. Tampoco debían resultar fáciles de convencer a la hora de repartir el botín o del trato que se debía dar a los prisioneros y la población local. Incluso cuando estaban de casa, los berserkers no dudaban en robar lo que deseasen o en violar a las mujeres que se cruzaran en su camino.
Hay que tener en cuenta que el brebaje que tomaban actuaba para el combate era una droga para ellos e igual que tenía sus beneficios en el momento también tenía sus efectos secundarios. Los guerreros berserker acababan teniendo problemas intestinales recurrentes y tendían a comportarse de manera errática e impredecible que algunos historiadores han llegado a comparar con un síndrome de estrés postraumático (PTS) similar al que desarrollaban los soldados que volvían de Vietnam. En el año 1015 el jarl Erik Hákonarson declaró ilegales a los berserker y en Islandia ocurrió lo mismo a través del código Grágás, una colección de leyes del periodo de la Mancomunidad islandesa. Para el siglo XII, la figura de los bersekers habían desaparecido.

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