La Primavera de Praga murió en verano
El 20 de agosto de 1968, tras el intento de liberarse de la influencia soviética, la URSS decidió cortar por lo sano: invadió Checoslovaquia y acabó con el experimento de reforma pacífica y democrática que allí se vivía.
A lo sucedido en Checoslovaquia durante 1968 se le llamó simbólicamente “primavera”, pero en realidad empezó en pleno invierno y acabó en pleno verano. La Primavera de Praga fue un intento de liberalización política que el país centroeuropeo vivió durante la Guerra Fría y que duró desde el 5 de enero hasta el 20 de agosto de 1968. Lo que comenzó como una ruptura de la influencia soviética sobre los países de su zona de control y un paso hacia un socialismo democrático terminó con la irrupción de los tanques soviéticos en las calles de Praga para poner fin, por la fuerza, al proceso de apertura y detener a sus promotores.
Una nueva esperanza
Tras la Segunda Guerra Mundial, las diferencias ideológicas entre Estados Unidos y la Unión Soviética llevaron a estos dos titanes a un enfrentamiento indirecto conocido como Guerra Fría en el que buscaban sobreponerse y desbancar a la potencia contraria. El mundo se dividió entonces en dos zonas de influencia en las que los llamados países-satélite estaban fuertemente controlados e influidos por su metrópolis encubierta. El este de Europa, que Alemania había conquistado y perdido después frente a las tropas soviéticas, quedó en manos de la URSS y en todos ellos se instauró un régimen socialista en el que Moscú movía la batuta a través del Pacto de Varsovia (alianza militar) o el COMECON (alianza económica).
A principios de los 60, tras la tensión vivida con la crisis de los misiles en Cuba, Nikita Jrushchov intentó llevar a cabo un acercamiento con Estados Unidos y las cosas se relajaron durante un breve periodo de tiempo pero los avances conseguidos se perdieron con la llegada al poder soviético de Leónidas Brézhnev. En 1968 el presidente y líder del Partido Comunista Checoslovaco Alexander Dubcek, que había llegado al poder tras un fallido golpe de Estado promovido por Antonín Novotny, promovió un movimiento pacífico y democrático que buscaba modificar los aspectos totalitarios y burocráticos del régimen prosoviético y llevar al país hacia una forma no dictatorial de socialismo.
Dubcek legalizó la existencia de múltiples partidos políticos y sindicatos además de los consentidos por Moscú, promovió la libertad de prensa y de expresión y reconoció el derecho a huelga entre otras concesione que acercaban a la sociedad checoslovaca hacia la democracia. Su programa de reformas pasó a conocerse como “socialismo con rostro humano”. Los países democráticos del bloque occidental brindaron su apoyo a Dubcek, aunque de forma tímida por temor a la URSS, mientras que el movimiento estudiantil revolucionario que se vivía simultáneamente en París (Mayo del 68) aplaudió el proyecto sin reservas. Sin embargo, lo que preocupaba a la URSS era la influencia y efecto que esta “pequeña disidencia” pudiese tener sobre el resto de países del bloque soviético, sabiendo que muchos de ellos empezaban a cansarse del control de Moscú.

Tropas soviéticas en Praga
Tanques en las calles
La respuesta no se hizo esperar mucho. La noche del 20 al 21 de agosto, la Unión Soviética activó el Pacto de Varsovia e invadió Checoslovaquia junto a Alemania Oriental, Polonia, Bulgaria y Hungría. Más de 600.000 soldados ocuparon el país y los tanques soviéticos pasearon libremente por las calles de la capital, Praga. Los principales dirigentes, incluyendo a Dubcek, fueron arrestados y llevados de inmediato a Moscú mientras el país entero convulsionaba en olas de protestas ciudadanas. En total hubo 72 muertos y más de 700 heridos. Dubcek y los suyos fueron obligados a participar en los llamados Acuerdos de Moscú, una especie de arrepentimiento por su “desviación burguesa” y el presidente volvió a su puesto por un tiempo limitado para conseguir aplacar las revueltas populares.
Cuando la cosa se tranquilizó, Dubcek fue depuesto y "desterrado" a Eslovaquia como guarda forestal mientras que el cargo era ocupado por el eslovaco Gustav Husak, que desmanteló todas las medidas aperturistas y llevó a cabo una depuración masiva. Se estima que cerca de 300.000 personas abandonaron el país.
La intervención soviética en Checoslovaquia, más criticada por la población del resto del mundo que por sus gobiernos, fue un ejemplo perfecto de la llamada Doctrina Brézhnev y se demostraba que los países-satélite de la URSS tenían una independencia muy limitada. En 1989, con el bloque comunista a punto de derrumbarse por completo, la llamada Revolución de Terciopelo devolvió a Alexander Dubcek a la política como presidente de la Asamblea Federal, cargo que ostentaría hasta su muerte en 1992.