Adriano, el emperador filoheleno
Aunque el amor que mostraba Adriano por la cultura griega acabó resultando conflictivo, nadie disputa su capacidad para conservar el esplendor del Imperio.
Nacido en Hispania, Publio Elio Adriano quedó huérfano a temprana edad, siendo acogido por sus parientes de la casa de Trajano. Adquirió pronto tal soltura en el manejo de la lengua griega, que en Roma se atrajo la burla de otros senadores debido al acento provinciano y el latín inseguro que mostraba en los primeros discursos que pronunció. Después, fue adoptado por Trajano, a quien sucedió en 117 sin apenas oposición. Dedicó buena parte de los años de gobierno a viajar por todo el Imperio y su afición a la cultura griega le llevó a establecer la capital en Atenas, al menos durante dos años, y a adoptar la moda de la barba que a partir de su ejemplo se hizo imprescindible en todo retrato imperial. En su afán por consolidar las fronteras en líneas fácilmente defendibles, renunció a amplios territorios conquistados por su antecesor y mandó construir fuertes sistemas defensivos, entre los cuales destaca el “muro de Adriano”, de 125 km de longitud, para defender Britania de los ataques de los pueblos del Norte. La única guerra que conoció su reinado se produjo en Judea, a consecuencia de la rebelión encabezada por Bar Kojba, y que trajo como consecuencia la segunda diáspora del pueblo judío.
Arquitecto aficionado
Adriano destacó por sus reformas administrativas (inclusión de los ciudadanos ecuestres en la burocracia, en sustitución de los libertos; consolidación de las leyes, para evitar la indiscriminada actividad jurídica de los magistrados, y la mejora generalizada en las condiciones de vida de los esclavos) y, de modo especial, por su afición a la caza, a la cultura griega y a la arquitectura. Además de mandar construir un sinnúmero de edificaciones (reconstrucción del Panteón de Agripa, el templo doble de Venus y Roma, su mausoleo –el Castel Sant’Angelo de hoy– y el puente vecino o el Ateneo), se consideraba particularmente experto en arquitectura, de lo que dio muestras con el diseño de la Villa Adriana, una gigantesca suma de espacios y edificios muy originales situada en Tívoli y donde planeaba retirarse al final de su vida.