¿Por qué Adolf Hitler adoptó el título de 'Führer'?
Es una palabra alemana que significa jefe, líder, conductor. Se hizo llamar así, entre otras cosas, para imitar a Mussolini y su título de Duce.
Contrariamente a lo que mucha gente cree, Führer no es sinónimo de dictador. Es una palabra alemana que significa jefe, líder, guía, conductor, y que se utiliza comúnmente para referirse a jefes de cualquier tipo en cualquier área de actividad. Lo que ocurre es que, al ser el título oficial que adoptó Adolf Hitler como jefe supremo del nazismo y del Tercer Reich, el término ha quedado contaminado fuera de Alemania con ese otro significado. Antes, se había venido utilizando entre los germanos como grado militar, al menos desde el siglo XVIII. Así, el Kompanieführer era el oficial que estaba provisionalmente a cargo de una compañía del ejército alemán. Y tampoco era infrecuente, en las primeras décadas del siglo XX –cuando Hitler comenzó su actividad política–, llamar así a los líderes de los partidos.
Pero la adopción del nombre por Hitler tuvo dos inspiradores fundamentales. El primero fue el político austríaco Georg von Schönerer (1842-1921), uno de los principales exponentes del pangermanismo, el nacionalismo alemán y el antisemitismo en Austria, al cual sus seguidores se referían como Führer (curiosamente, también utilizaban el saludo Sieg Heil!). El segundo "padrino de la criatura" fue nada menos que Benito Mussolini. Gran parte de la simbología temprana de la Alemania nazi se basó en la del fascismo italiano, algo anterior en el tiempo y del cual Hitler era un rendido admirador. Mussolini había escogido para sí mismo el epíteto latino Dux –transformado en Duce–, que significaba general, caudillo, aunque al contrario que su homólogo alemán no lo convirtió en oficial.
Hitler, que se veía a sí mismo como un equivalente a los emperadores romanos o los caudillos medievales alemanes, quería un título parecido al de Duce para él, que simbolizara que era la única fuente de poder en Alemania. Así, al fallecer el presidente Hindenburg, el gobierno nazi aprobó por decreto una ley que unificaba los cargos de presidente del Reich y canciller en uno solo, con el nombre de Führer und Reichskanzler (líder y canciller del Reich). Pronto se establecería el llamado Führerprinzip o principio de autoridad, según el cual el Führer concentraba todos los poderes en su persona, encarnaba al Estado y era el jefe del partido único: el Partido Nazi. Desde entonces, los soldados juraron fidelidad a Hitler como Führer des deutschen Reiches und Volkes (líder del Reich y del pueblo alemán).
El 28 de julio de 1942, la denominación del título cambió a Führer des Großdeutschen Reiches (líder del Gran Imperio Alemán). Uno de los eslóganes políticos más repetidos por los nazis era Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer (Un pueblo, un imperio, un líder). Este lema enfatizaba el control absoluto del partido sobre prácticamente todos los sectores de la sociedad y la cultura alemanas. La palabra y la voluntad de Hitler lo eran todo. Esa noción de un jefe único y carismático, vinculado al Ejército y con un nombre sonoro, tuvo otros referentes en la Historia del siglo XX, como por ejemplo el Conducator Ion Antonescu en Rumanía o, sin ir más lejos, el Caudillo o Generalísimo Francisco Franco en España.