¿Fue Singer el inventor de la máquina de coser?
Varios inventores desarrollaron mecanismos parecidos antes que él, pero Isaac Merritt Singer diseñó una más práctica, fácil de usar... y que se pagaba a plazos.
El nombre de Singer ha quedado asociado para siempre a la máquina de coser, hasta el punto de que cuando decimos "una Singer" se sobreentiende que nos referimos a uno de estos aparatos. Pero ¿quién fue Isaac Merritt Singer? Nacido en Pittstown, Nueva York, en 1811, este personaje típicamente estadounidense –emprendedor, hecho a sí mismo, polifacético y con visión de negocio– tuvo inicialmente una trayectoria más bien modesta. Hijo de un inmigrante alemán y una neoyorquina de buena posición, tuvo que ganarse la vida como pudo desde los 12 años tras el divorcio de sus padres. Después de pasar por varios empleos precarios y cuando trabajaba de aprendiz de mecánico, en 1830 descubrió su vocación dramática y comenzó una nueva carrera como actor de teatro. Ese mismo año se casó con Catherine Haley, su primera esposa, con quien tuvo dos hijos.
La agitada vida sentimental de Singer daría para escribir una novela. En 1836, estando de gira con su compañía, inició una relación adúltera con Mary Ann Sponsler; hasta 1860, en que obtuvo el divorcio de Haley, vivió con ambas por separado. Pero tampoco fue fiel a esta segunda pareja: fundó simultáneamente otras dos familias, con Mary Eastwood Walters y con una de sus empleadas, Mary McGonigal. Cuando Sponsler lo descubrió, llevó a Singer a juicio acusado de bigamia. No pisó la cárcel, pero su reputación quedó seriamente dañada y él y McGonigal se marcharon a vivir a Londres en 1862. También esta vez hubo divorcio. Finalmente, en 1865, el por entonces ya rico empresario se casó en París con Isabelle Eugénie Boyer, matrimonio que duraría hasta su muerte, acaecida en Inglaterra en 1875. Singer dejó 24 hijos de sus cinco parejas, que pleitearon incansablemente para hacerse con un trozo del jugoso pastel de su herencia.
Su fortuna se debía, claro, a la famosa máquina de coser que lleva su nombre. En 1839 empezó a compaginar su trabajo de actor con otra vocación: la de inventor. Ese año patentó una máquina para taladrar piedra, ingenio que le reportó 2.000 dólares, un dineral en la época. Le siguieron más inventos, como una máquina para tallar madera y metal (1849) que llamó la atención del vendedor de maquinaria Orson C. Phelps, quien le pidió que le hiciera una demostración en su tienda. Casualmente, Phelps estaba teniendo dificultades con la puesta a punto de unas nuevas máquinas de coser –existían desde 1790– que planteaban problemas técnicos, y pidió consejo y ayuda a Singer. Éste introdujo varias mejoras en el diseño y así, el 12 de agosto de 1851, obtuvo la patente de su propio modelo.
Las razones para el éxito instantáneo de la máquina de coser Singer fueron que resultaba más práctica –mucho menos pesada que las anteriormente inventadas– y fácil de usar en el ámbito doméstico, así como una idea genial que tuvo su creador: podía pagarse a plazos. Por un desembolso inicial de sólo 5 dólares, el comprador la tenía en su hogar ese mismo día, lista para empezar a coser. Las amas de casa estadounidenses, y pronto las del mundo entero, se lanzaron en masa a adquirir el aparato, y la recién fundada Compañía de Máquinas de Coser Singer se convirtió así en una de las primeras multinacionales americanas e hizo inmensamente rico a su dueño. También a la principal heredera de su imperio, su vigésima hija, Winnaretta Singer, otro personaje fascinante: lesbiana casada con el homosexual príncipe de Polignac, mecenas de las artes, protectora de Debussy, Ravel, Le Corbusier y Marie Curie... Pero esa es otra historia.